Por Josué Hernández
“Sed firmes y
valientes, no temáis ni os aterroricéis ante ellos, porque el SEÑOR tu Dios es
el que va contigo; no te dejará ni te desamparará” (Deut. 31:6, LBLA).
Muchos quienes nos rodean experimentan
el miedo de quedar solos, perder el trabajo, enfermar y sufrir, e incluso,
morir. El mundo parece caerse a pedazos, y los planes futuros se han
desplomado.
Mientras tomamos las medidas, y
estamos rodeados del miedo general, podemos aprender de las cosas que se
escribieron antes para nuestra enseñanza (Rom. 15:4). El pueblo de Israel tuvo
que enfrentar sus temores confiando en Jehová Dios, conforme a la instrucción
de Moisés. Israel debía hacer tres cosas, las mismas tres cosas que nosotros
debemos hacer:
“Sed firmes y
valientes”
No fue la primera vez que los
hijos de Israel recibieron instrucción semejante por boca de Moisés. Algo
similar fue requerido de Josué, “Sé fuerte y valiente” (Jos. 1:6, LBLA),
“¿No te lo he ordenado yo? ¡Sé fuerte y valiente! No temas ni te acobardes”
(Jos. 1:9, LBLA; cf. 1:18).
Siempre debemos recordar la
confianza y gran valor que podemos tener al servir al Dios vivo. David dijo, “Jehová
es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida;
¿de quién he de atemorizarme?” (Sal. 27:1).
Pablo amonestó a Timoteo diciendo:
“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y
de dominio propio” (2 Tim. 1:7).
El pueblo de Dios puede enfrentar
el valle oscuro de sombra de muerte, y decir junto a David, “Aunque ande en
valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu
vara y tu cayado me infundirán aliento” (Sal. 23:4).
“porque el
SEÑOR tu Dios es el que va contigo”
La razón de la firmeza y valentía
de los discípulos de Cristo no está en sí mismos, ni en las circunstancias,
sino en el Señor que va con ellos en su peregrinaje. “¿Soy yo Dios de cerca
solamente, dice Jehová, y no Dios desde muy lejos?” (Jer. 23:23).
Por lo tanto, cada cual puede
buscar primeramente el reino de Dios y su justicia (Mat. 6:33), porque hemos
recibido vida por una razón, como dijo el apóstol Pablo, “para que busquen a
Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no
está lejos de cada uno de nosotros” (Hech. 17:27).
El pueblo de Dios puede vivir tranquilo,
“porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos
decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer
el hombre” (Heb. 13:5,6). Cada uno
de nosotros, debemos oír la exhortación de Santiago, quien enseño: “Acercaos
a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros
los de doble ánimo, purificad vuestros corazones” (Sant. 4:8).
“no te dejará
ni te desamparará”
Dios no abandonará a los suyos.
La familia y los amigos, e incluso, los hermanos en Cristo, podrán fallarnos,
pero Dios siempre estará cercano a los que le invocan de corazón (Sal. 145:18;
Fil. 4:5).
El pueblo de Dios es aquel que ha
corrido a refugiarse bajo las alas de Jehová (Rt. 2:12; Sal. 91:1-4). Pablo
experimentó el abandonó de varios de sus más cercanos, y aun presionado por la sentencia
de muerte escribió: “En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino
que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta. Pero el Señor estuvo a
mi lado, y me dio fuerzas…” (2 Tim. 4:16,17).
Conclusión
La historia bíblica abunda en
ocasiones en las cuales Dios ha extendido su mano poderosa para socorrer a su
pueblo. El mismo Dios que hoy guía, lleva, sostiene, y recoge.
Muchas cosas en la vida van y
vienen, y el miedo nos rodea. Sin embargo, podemos recordar, y hacer nuestras,
las palabras de Moisés al pueblo de Israel, sirviendo a nuestro Señor con toda
confianza por la seguridad que tenemos en él.
“Dios es nuestro amparo y
fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no
temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón
del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de
su braveza” (Sal. 46:1-3).