Reuniones regionales o nacionales “iglesia de Cristo”



Por Josué Hernández
 
 
Las reuniones de individuos
 
Una reunión de mujeres, de jóvenes, o de predicadores, en sí no es mala, es un asunto de individuos, pero el organizarla y llevarla cabo correspondería a los individuos como tales, y no a una iglesia, o varias iglesias de una región o país. Dicho de otro modo, hermanos en Cristo, como individuos, de acuerdo con su capacidad y oportunidades, pueden organizarse y reunirse, y ocupar sus propias finanzas, tiempo y recursos para ello, lo cual sería una reunión de individuos que no involucra a iglesias locales y su obra.
 
Siempre es bueno que los individuos cristianos oren, canten y lean las Escrituras (ej. Hech. 16:25) cuando tengan la oportunidad para hacerlo (Heb. 13:15), pero esta oportunidad no es una obra de “la iglesia de Cristo” a nivel de hermandad. Una cosa es que individuos se organicen y se reúnan según su oportunidad y capacidad. Otra cosa muy diferente es que determinados individuos sean organizados y congregados por distrito, región, nación y sexo, por algunos “líderes” o iglesias más “influyentes”.
 
Números impresionantes
 
Es innegable que las reuniones regionales, nacionales o internacionales, son arreglos de mayor asistencia, en los cuales hay gloria e impresión humanas. Pero, esto no impresiona a Dios. Dos siervos de Dios, cantando himnos, encadenados injustamente, y en “el calabozo de más adentro”, sí le impresionaron (Hech. 16:24).
 
El hombre puede ser impresionado fácilmente por la apariencia exterior, “Maestro, mira qué piedras, y qué edificios” (Mar. 13:1). Los enemigos de Pablo decían, “las cartas son duras y fuertes; mas la presencia corporal débil, y la palabra menospreciable” (2 Cor. 10:10). No obstante, recordemos la lección que aprendió Samuel, “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Sam. 16:7).
 
¿Ministerio de Damas y de Jóvenes de la iglesia de Cristo?
 
No hay en el Nuevo Testamento algún “Ministerio de Damas y de Jóvenes de la iglesia de Cristo” como los promocionados con tanto entusiasmo por algunos hermanos. El sustantivo “ministro” y el adjetivo “ministerio” nunca fueron usados para identificar alguna acción oficial, o titular, de damas, de jóvenes, o de predicadores, en el Nuevo Testamento.
 
La Biblia no habla de “damas de la iglesia de Cristo” o “predicadores de la iglesia de Cristo” organizándose a nivel de hermandad, distinguiéndose, y segmentándose. Pablo dijo por el Espíritu Santo, “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gal. 3:28).  
 
Los cristianos no necesitan agruparse conforme a una segmentación de la humana sabiduría para formar un “ministerio”. Todos los que están obedeciendo a Cristo son ministros del Señor en aquello en que sirven.
 
Según las Escrituras, “ministro” es quien “sirve” (Luc. 10:40; Hech. 6:1; 1 Cor. 16:15; Ef. 4:12; Fil. 2:25; 1 Ped. 4:10-11), por este motivo son muchos los “ministros” y “ministras”, pero no por eso su acción es un “Ministerio” (con mayúscula) según el uso denominacional.
 
Organizando a la iglesia universal 
 
La iglesia de Cristo, en su sentido universal está compuesta de individuos salvos (Hech. 2:47) unidos por una relación espiritual (Ef. 2:19-22), pero sin organización a nivel de hermandad. Cristo no organizó a la iglesia universal.
 
El organizar a la hermandad no es una “expresión de comunión y unidad cristianas”, sino una violación del patrón de Cristo para la iglesia local, en el desconocimiento e incomprensión de su autonomía. Es un esfuerzo por activar a la iglesia universal. Es pensar de modo denominacional. Es pensar más de lo que está escrito (1 Cor. 4:6). Es tener un concepto muy pobre de la iglesia del Señor.
 
Las “iglesias de Cristo” (cf. Rom. 16:16) no tienen alguna relación orgánica como las denominaciones. Cada iglesia local es un grupo de cristianos organizados como un colectivo divino (cf. Hech. 2:42; 1 Cor. 12:27).
 
Las dos tesorerías
 
Así como hay diferencia entre las finanzas del individuo y las finanzas de la iglesia local (cf. 1 Tim. 5:16), hay diferencia entre lo que la iglesia local debe hacer con sus recursos y lo que el cristiano, como individuo, puede realizar con los suyos.
 
El dinero de la tesorería del cristiano es obtenido por medio del trabajo (Ef. 4:28), pero la iglesia local obtiene para su tesorería de la ofrenda voluntaria de los individuos que la componen (1 Cor. 16:1,2; 2 Cor. 9:6,7).
 
El cristiano administra y supervisa su propia tesorería (Hech. 5:4), pero quien administra y supervisa la tesorería de la iglesia local son los ancianos (Tito 1:7; Hech. 11:30; 1 Ped. 5:2).
 
El cristiano con el dinero de su tesorería paga impuestos (Rom. 13:7) y hace buenas obras (Gal. 6:10; Ef. 4:28; Sant. 1:27), etc., pero la iglesia local con el dinero de su tesorería financia la predicación eficaz del evangelio (Fil. 4:15,16; 2 Cor. 11:8), y socorre a los santos necesitados (Hech. 4:32,34; 1 Cor. 16:1,2).
 
Las iglesias de un país, o región, no tienen autorización de trabajar en algún proyecto común, llamado una “buena obra”,  como el ministerio de damas, de líderes, o de jóvenes, “de la iglesia de Cristo”.
 
Conclusión
 
Las actividades de individuos de diferentes congregaciones no dependen de la obra de alguna iglesia local, porque no hay autorización bíblica para que la iglesia local organice a individuos del cuerpo de Cristo según región, nación o sexo.
 
Es bueno que cristianos se reúnan en un parque y canten alabanzas, hagan oraciones y estudien las sagradas Escrituras. Lo malo es pretender organizar y activar a la hermandad usando de actividades espirituales y recreacionales como palanca para ello.
 
La comunión de la hermandad no depende de reuniones y encuentros regionales o nacionales de individuos del cuerpo de Cristo, sino de la fidelidad a la palabra de verdad (Jn. 17:21; 15:10; 1 Jn. 1:7). Cristo dijo, “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” (Jn. 8:31).