Creciendo para salvación



Por Josué Hernández


La conversión a Cristo es figurada en el Nuevo Testamento como un nuevo nacimiento (Jn. 3:3,5). Pedro nos explica que nacemos por la palabra de Dios (1 Ped. 1:23), y luego instó, “desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” (1 Ped. 2:2). El plan de Dios para nosotros no sólo contempla el nuevo nacimiento, sino también el crecimiento para salvación.

Así como es un error el pensar que necesitamos saber mucho, o todo, sobre el evangelio antes de nacer de nuevo, es también un error pensar que al nacer de nuevo hemos realizado todo el propósito de Dios para nuestras vidas.

Debemos crecer en la gracia y conocimiento de Cristo, “Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén” (2 Ped. 3:18).

Debemos crecer en convicción, “para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo” (Ef. 4:14).

Debemos crecer en discernimiento, “pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (Heb. 5:14).

Debemos crecer en amor los unos para con los otros, “Pero acerca del amor fraternal no tenéis necesidad de que os escriba, porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros; y también lo hacéis así con todos los hermanos que están por toda Macedonia. Pero os rogamos, hermanos, que abundéis en ello más y más” (1 Tes. 4:9,10).

La lista no es exhaustiva, pero ya tenemos una idea clara del plan de Dios para nosotros, sus hijos. Nuestro Padre celestial desea que nos desarrollemos para salvación. Entonces, que crezcamos.



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