Por Josué Hernández
El libro Santiago no es un
tratado teológico, es eminentemente práctico, un libro de qué hacer y qué no
hacer. Sin embargo, al notar las diversas referencias de Santiago a Dios, uno
obtiene una imagen más clara del Dios de la Biblia, nuestro Dios a quien
servimos.
Dios es sabio y generoso, “Y
si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a
todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (1:5).
Dios es santo, “Cuando
alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no
puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie” (1:13).
Dios es la fuente inmutable de
todo bien, “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto,
del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”
(1:17).
Dios es único, no hay otro
fuera de él, “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios
creen, y tiemblan” (2:19).
Dios es nuestro Creador, y
llevamos su imagen, “Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella
maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios” (3:9).
Dios es misericordioso, “Pero
él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a
los humildes” (4:6).
Dios es soberano, “En
lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto
o aquello” (4:15).
Dios es justo y juzga a los
hombres, “Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis
condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta” (5:9; cf. 4:12).
Dios es misericordioso y
compasivo, “He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren.
Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el
Señor es muy misericordioso y compasivo” (5:11).