Por Josué Hernández
No mucho después de que Israel
partió del monte Sinaí, María y Aarón se levantaron desafiando a Moisés. Decían
que la razón de su queja era la esposa cusita de Moisés, sin embargo, el
verdadero problema eran los celos por su posición (Num. 12:1-3).
Jehová Dios los convocó al
tabernáculo de reunión donde reprendió a los hermanos de Moisés. Cuando la nube
de la presencia de Dios se retiró, María estaba leprosa (Num. 12:4-10). Aarón
reconoció su pecado y rogó a Moisés que orara por ella. Moisés lo hizo, y Dios
dijo que la sanaría, pero no de inmediato (v.11-13). La explicación del Señor fue
la siguiente, “Pues si su padre hubiera escupido en su rostro, ¿no se
avergonzaría por siete días? Sea echada fuera del campamento por siete días, y
después volverá a la congregación” (v.14). Todo el campamento de Israel fue
retenido una semana, esperando a María (v.15,16).
Esta es una de las muchas
ilustraciones bíblicas de un principio importante. El perdón de los pecados no
elimina las consecuencias del pecado. El perdón restaura la comunión con Dios
eliminando la culpa. Sin embargo, Dios nunca prometió que su perdón eliminaría
las consecuencias de nuestros pecados (cf. Gal. 6:7).
Un mentiroso pierde la
credibilidad. Puede disculparse y ser perdonado, no obstante, el perdón no hace
que todos confíen en él como antes creyendo todo lo que diga como si nada.
Un adúltero viola la confianza de
la relación más íntima de la humanidad. Su pecado es tal que es la única causal
por la cual el cónyuge fiel e inocente puede repudiarle sin pecar (Mat. 19:9).
Su cónyuge puede perdonarle, pero no necesariamente esto significará que la
relación volverá a ser instantáneamente la misma, al menos por un tiempo.
Las sanciones civiles no desaparecen
simplemente porque el criminal se arrepintió. Tampoco los efectos físicos y
sociales de los pecados, tales como el abuso del alcohol y otras drogas.
Cualquier pecado conocido públicamente daña la reputación de uno, al menos por
un tiempo, a pesar de las disculpas.
Moisés advirtió a Israel, “Mas
si así no lo hacéis, he aquí habréis pecado ante Jehová; y sabed que vuestro
pecado os alcanzará” (Num. 32:23).