Por Josué Hernández
No son pocos quienes enseñan que Dios
obra la salvación por el hombre, y que el hombre no debe hacer nada para
recibir el don gratuito de la salvación. Esta conclusión se basa en dos
premisas falsas: 1) Que estamos depravados y somos incapaces de responder positivamente
al llamado de Dios. 2) Que la obediencia del hombre para recibir la salvación
por gracia es salvación por obras.
Entonces, ¿qué haremos frente a
todos los pasajes bíblicos que indican que ciertamente Dios ha condicionado la
salvación en Cristo a la obediencia humana? Específicamente, ¿qué haremos con
los pasajes que indican que Dios manda que nos arrepintamos?
El arrepentimiento es un cambio
de mente que produce un cambio de conducta, respecto a lo cual podemos leer:
“y que se
predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las
naciones, comenzando desde Jerusalén” (Luc. 24:47).
“Pedro les dijo:
Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para
perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hech. 2:38).
“Así que,
arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que
vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio” (Hech. 3:19).
“Pero Dios,
habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos
los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hech. 17:30).
El calvinista afirma que el
arrepentimiento es un don gratuito de Dios, y que el Espíritu Santo opera en el
corazón de manera directa, sobrenatural, permitiendo el arrepentimiento, el
cual es un regalo incondicional.
Debemos recordar que un regalo
puede ser condicional, incluyendo la forma de recibirlo (cf. Jn. 1:11,12). Dios
guardó a Noé (2 Ped. 2:5) pero Noé tuvo que preparar el arca obedeciendo las
instrucciones divinas (1 Ped. 3:21; Heb. 11:7). Dios entregó la ciudad de
Jericó a los hebreos (Jos. 6:2,16) pero ellos siguieron instrucciones para
recibir el regalo de Dios (Jos. 6:3-15). El Señor Jesucristo bendecirá a los
que trabajen por ello (Jn. 6:27).
El Dios de la Biblia, el único
Dios verdadero, ha dicho: “Porque no quiero la muerte del que muere, dice
Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis” (Ez. 18:32). El apóstol
Pedro afirmó: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por
tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno
perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Ped. 3:9).
Dios “quiere que todos los
hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Tim. 2:4),
debido a lo cual ordena el arrepentimiento para salvarnos (Hech. 2:38; 17:30),
es decir, nos ordena el arrepentimiento para nuestro bien.
Obviamente, Dios nos manda el
arrepentimiento porque podemos arrepentirnos. Es absurda la existencia de un
mandamiento semejante si somos incapaces de obedecerlo. El calvinismo afirma la
existencia de un Dios que nos manda un arrepentimiento que no podemos cumplir,
para luego castigarnos por no habernos arrepentido.
Dios nos hace responsables de
arrepentirnos (cf. Jer. 15:6,7; Mat. 11:20; Luc. 13:1-5; Apoc. 2:20-23). El
arrepentimiento es un regalo para todos, a nadie le es retenida la oportunidad
de arrepentirse. Si alguno rehúsa arrepentirse, será responsable ante Dios por
ello.
El mismo Dios que prometió un
corazón y espíritu nuevos (Ez. 11:19) ordenó al pueblo hacerse de un corazón y
espíritu nuevos (Ez. 18:31). Entonces, ellos recibieron la instrucción, el
incentivo, y la oportunidad para hacerlo, y cada cual era responsable. Así
también nosotros. Somos instruidos, incentivados, y capacitados para arrepentirnos.
La pregunta es, ¿lo haremos?