Por Josué Hernández
Rebeldes preguntan, ¿por qué obedecer al Gobierno si éste
es el producto de una invasión que quitó tierra y cultura a los pueblos
aborígenes americanos? Los tales pretenden justificar su insubordinación
mediante tal razonamiento.
Algo similar podrían haber alegado los babilonios a los
medos, los medos a los griegos, los griegos a los romanos, y los judíos a los
romanos (así como los indígenas precolombinos a los colonos españoles). Sin
embargo, el Altísimo gobierna el reino de los hombres (Dan. 4:17), y el dominio
del Altísimo es sempiterno, y su reino por todas las edades (Dan. 4:34).
Dios está sentado en su trono (Is. 6:1-4; Ez. 1:4-28; Apoc.
4:2-11), y ha prefijado el orden de los tiempos y los límites de nuestra
habitación (Hech. 17:26). No hay lugar donde Dios no haya dado a cada individuo
y nación según sus hechos, controlando la historia humana (cf. Dan. 2:21; Rom.
1:18). El destino del mundo está en manos de Cristo (Sal. 10:1-7; 2:7-9; Apoc.
12:5).
Dios da a cada uno según sus obras (Gal. 6:7). Y si
Jehová Dios juzgó la cultura precolombina con otra nación, no fue la primera
vez que hiciera algo semejante (ej. Is. 10:5). Él es soberano de las naciones
(Sal. 22:28), y los sistemas de gobierno se alzan y sucumben según su voluntad
(Dan. 2:21; 4:35). La regla general parece ser, “La justicia engrandece a la
nación…” (Prov. 14:34), pero “Los impíos volverán al Seol, o sea, todas
las naciones que se olvidan de Dios” (Sal. 9:17, LBLA).
Gentiles y judíos del primer siglo, tenían mucho pretexto
y razones nacionalistas para aliarse con rebeldes en contra de Roma, pero el
apóstol Pablo dijo por el Espíritu que debemos someternos al Gobierno (Rom.
13:1-7), y el apóstol Pedro enfatizó lo mismo (1 Ped. 2:13-17) a pesar de vivir
bajo la dictadura de la Roma pagana.
Bien sabemos, que una de las cosas que vino con los
colonos europeos al mundo pagano aborigen es la Biblia, y sin duda, una cultura
mejor y superior.
Los Gobiernos se suceden unos a otros, así es la
historia. Pero, los cristianos se someten al Gobierno de turno para agradar al
Señor. Los santos de todo lugar no se aferran a la raza terrenal, sino a Cristo
como cabeza del cuerpo que es la iglesia (Ef. 3:28), pues su ciudadanía está en
los cielos (Fil. 3:20,21).
“Si, pues, habéis resucitado con Cristo,
buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned
la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y
vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se
manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria” (Col. 3:1-4).