Termina lo que comenzaste



Por Josué Hernández


Las buenas intenciones y los trabajos a medias tienen algo en común, no se concretan. Nuestro Dios es ejemplo para nosotros en eficiencia de trabajo (Gen. 1:31) para no dejar nada inconcluso (cf. Jn. 5:17; 19:30), y debido, a esto podemos confiar en su fidelidad (cf. 1 Cor. 10:13; Fil. 1:6).

Uno de los propósitos de Pablo al escribir lo que conocemos como la segunda epístola a los corintios fue animar a estos hermanos para que completasen el compromiso financiero que habían hecho un año antes, cuando se comprometieron a socorrer a los hermanos necesitados de Judea. El apóstol instó, “Ahora, pues, llevad también a cabo el hacerlo, para que como estuvisteis prontos a querer, así también lo estéis en cumplir conforme a lo que tengáis” (2 Cor. 8:11).

Termina el trabajo, no te quedes en las buenas intenciones, no hagas las cosas a medias, persevera para alcanzar la meta… son todos buenos consejos. Y en nuestra vida cristiana “terminar lo que hemos comenzado” es crucial.

Lleva a cabo el trabajo de dar

Las buenas intenciones no satisfacen la necesidad de los santos pobres. Las buenas intenciones no apoyan el trabajo de los predicadores de la palabra. “Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Jn. 3:18).

Lleva a cabo el trabajo de estudiar

Por supuesto, nunca terminaremos este trabajo. El verdadero discípulo de Cristo procura permanecer en la palabra de Cristo (Jn. 8:31; 2 Jn. 9), y para ello siempre estudia a los pies de su Señor (Ef. 4:20,21) procurando estar lleno de la palabra de Cristo (Col. 3:16).

Lleva a cabo el trabajo de enseñar

Proyectar una imagen correcta es un buen punto de partida (Mat. 5:16), no se puede enseñar sin ejemplo (cf. “comenzó a hacer y a enseñar”, Hech. 1:1; “sé ejemplo”, 1 Tim. 4:12). Pero, se necesita más que un buen ejemplo para traer las almas a Cristo. La fe viene por el oír la palabra de Dios (Hech. 15:7; Rom. 10:17). Los tesalonicenses fueron ejemplares en la evangelización a pesar de sus tribulaciones (1 Tes. 1:8).

Lleva a cabo tu arrepentimiento

El arrepentimiento no es solo reconocer que estás equivocado, no es solo la tristeza por haber pecado (2 Cor. 7:8), es el resultado de la tristeza de haber ofendido a Dios (2 Cor. 7:9,10). El arrepentimiento es un viaje, no un sentimiento (Luc. 15:17-20). El arrepentimiento es el cambio de corazón que lleva consigo el correspondiente cambio de vida. Muchos se detienen en la admisión de su culpa y la tristeza por ella, pero no se arrepienten. Cristo dijo, “si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Luc. 13:3).

Lleva a cabo tu obediencia al evangelio

La fe es esencial, pero por sí sola es insuficiente (Sant. 2:24). Son necesarios el arrepentimiento (Hech. 3:19), la confesión de la fe en Cristo (Rom. 10:9,10) y el bautismo para el perdón de los pecados (Hech. 2:38). Sin embargo, si no mantenemos la fe (2 Tim. 4:7) y nos desligamos de Cristo (Gal. 5:4) habremos comenzado bien sin perseverar en ello (Gal. 5:7).


“Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (Heb. 10:39).



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