La cena del Señor y las cenas privadas

 


Por Josué Hernández

 

Algunos hermanos argumentan que el contexto, o ambiente, en el cual participar de la cena del Señor es determinado por el individuo de acuerdo con las circunstancias que lo rodean. Si está enfermo en casa o en el hospital, si está en la playa o en un crucero, podrá pasar a la mesa del Señor en el lugar donde se encuentre o en las circunstancias en que haya decidido encontrarse porque, suponen, la cena del Señor ha sido autorizada de manera genérica respecto a esto. La pregunta es, ¿lo autoriza Cristo (Mat. 28:18; Col. 3:17)? ¿Es correcto elegir las circunstancias que lo apartarán a uno de estar reunido para partir el pan entre los santos de una iglesia local? ¿Todo enfermo está obligado a comer la cena del Señor aún en el hospital o en su casa? ¿Hay autorización para partir el pan a la hora del descanso en el trabajo?

Aunque la enfermedad y las intervenciones quirúrgicas son las causas más comunes de la ausencia de hermanos cuando los demás miembros se han reunido para partir el pan (Hech. 20:7; 1 Cor. 11:18,20; cf. 14:23,26), hay otras razones menos frecuentes, pero legítimas, por las cuales se han ausentado miembros responsables, por ejemplo, factores climáticos extremos o accidentes graves. Limitados por tales escenarios difíciles, ¿son responsabilizados de pecado por aquello que supera su capacidad? ¿Deben observar la cena del Señor donde se encuentren a como dé lugar? ¿Qué dice la palabra de Cristo al respecto?

Una costumbre ha sido “llevar la cena del Señor” a hogares de ancianos, hospitales y casas, donde se encuentren los hermanos que no se congregaron en la reunión dominical de la iglesia. Otra costumbre ha sido la de “llevar” los elementos para la cena como un kit portátil, el cual, como si fuese un extintor o un botiquín, ha de usarse en casos de emergencia.

Los tiempos han cambiado, y hermanos bien intencionados han prosperado, y pueden costear viajes turísticos al extranjero y cruceros oceánicos que los llevan lejos de las reuniones de la iglesia local y a lugares donde no hay iglesias, o donde los horarios de reunión de las congregaciones de la región no se adaptan a sus planes de vacaciones. En semejante caso, tienen su kit portátil para observar la cena del Señor. Luego, podrán divertirse con la conciencia tranquila.

¿Con que autoridad el enfermo crónico, el aislado por la tormenta de nieve, o el turista en el extranjero, ausentes cuando sus hermanos se han reunido para partir el pan (Hech. 20:7), deben comer la mesa del Señor? ¿Haremos un guiño a la diversidad de prácticas o estudiaremos el tema?

¿Mandamiento o elección? 

Comer la cena del Señor, conforme al patrón bíblico, es un mandamiento, no una elección. Jesucristo dijo, “haced esto cuantas veces la bebáis en memoria de mí” (1 Cor. 11:23-25, LBLA), y mediante el ejemplo aprobado indicó el día y el contexto en el cual se ha de observar su cena (Hech. 20:7). Pasar a la mesa del Señor no es opcional, los cristianos debemos esforzarnos para estar ahí. Los mismos pasajes que autorizan la observancia de la cena del Señor lo requieren (Hech. 2:42; 1 Cor. 11:33,34).

Si alguno no se reúne con la iglesia local (Hech. 20:7) pero siempre está obligado a comer la cena del Señor aparte de la reunión dominical, entonces todos pueden seguir su ejemplo, ya sea un turista en el extranjero como el enfermo en el hospital, incluso lo podrá hacer el discípulo de Cristo en su trabajo a la hora del descanso. No obstante, las sagradas Escrituras no ofrecen alguna base para autorizar a un cristiano a comer la cena del Señor aparte de la iglesia local reunida para ello.

¿Por qué algunos hermanos prescriben la cena del Señor para los turistas, pero no para los enfermos? ¿Por qué otros hermanos prescriben la cena del Señor para los enfermos, pero no para los turistas? La respuesta, cualquiera que sea, no tiene relación con lo que revelan las sagradas Escrituras.

¿Genérico o específico? 

El contexto en el cual ha de observarse la cena del Señor, ¿es genérico o específico? Si es un entorno genérico, esto quiere decir que no es especificado, pues corresponde a lo general. Cada cristiano podría, bajo la autorización genérica, comer la cena del Señor en el lugar, o entorno, que considere más apropiado según su elección personal. No obstante, si la autorización para comer la cena del Señor es una específica, entonces, no hay espacio para la elección, sino para la obediencia o la desobediencia (1 Cor. 11:18,20; Hech. 20:7).

Las sagradas Escrituras, de hecho, especifican un entorno, o ambiente, en el cual cada cristiano ha de pasar a la mesa del Señor. El ejemplo aprobado, la declaración expresa, el mandamiento directo y la implicación divina, identifican la reunión dominical de la iglesia local como el escenario en el cual cada uno de los discípulos han de comer la cena del Señor.

Los cristianos son autorizados a orar, cantar y enseñar la palabra fuera de la reunión dominical de la iglesia (Hech. 16:13,25; 20:20; Sant. 5:13), pero la Escritura guarda silencio absoluto sobre alguna autorización para que los cristianos coman la cena del Señor individualmente, o en grupos separados, de la reunión dominical de una iglesia del Señor. Leemos de ocasiones en las cuales fieles cristianos no pudieron reunirse con una iglesia local, por ejemplo, el caso de Pablo soportando largos encarcelamientos (Hech. 24:27; 27:27) o Juan en Patmos (Apoc. 1:9). Sin embargo, no hay registro de un solo caso de discípulos observando la cena del Señor aparte de la iglesia local en su reunión dominical.

La iglesia local se reúne (Hech. 14:27) en algún lugar según su acuerdo (Hech. 2:42; 1 Cor. 14:23,26), por ejemplo, en una casa (Rom. 16:5; Flm. 1:2). Reunirse es su característica más básica.

Cuando Pablo dio instrucciones a la iglesia en Corinto, dejó claro que la cena del Señor debe comerse en el contexto de los miembros reunidos para hacerlo (1 Cor. 11:17-34). Cinco veces Pablo indica la reunión dominical de la iglesia usando la expresión “reunirse” (gr. “sunérjomai”), “os congregáis.. os reunís… no os reunáis” (1 Cor. 11:17,18,20,33,34). Una vez, Pablo especificó “como iglesia” (1 Cor. 11:18). El apóstol esperaba que los miembros de la iglesia de Corinto se reunieran para comer la cena del Señor, nunca les indicó algún permiso para comerla en privado en sus hogares.

Pablo, un hombre inspirado, distingue entre una comida común y la cena del Señor al decirle a los corintios “Si alguno tuviere hambre, coma en su casa, para que no os reunáis para juicio. Las demás cosas las pondré en orden cuando yo fuere” (1 Cor. 11:34), dejando una clara distinción entre comer una comida común diseñada para saciar el hambre, la cual los miembros pueden comer en diferentes arreglos sociales en sus hogares privados, y la cena del Señor la cual deben comer cuando se reúnan (1 Cor. 11:33) como iglesia (v.18,20). Diferentes cenas para diferentes propósitos usan diferentes ambientes o entornos. Mientras que una cena común es permitida cuando los miembros no están reunidos, los miembros se ha de reunir como iglesia para partir el pan (Hech. 20:7).

Los miembros de la iglesia de Jerusalén se reunían “cada día en el templo” y “partían el pan en las casas” (Hech. 2:46), esto es, participaban de comidas comunes cada día en sus hogares. Sin embargo, no perseveraban “en el partimiento del pan”, es decir, la cena del Señor, según su elección y preferencia (Hech. 2:42), lo cual concuerda con lo que Pablo enseñaba en todas partes y en todas las iglesias (1 Cor. 4:17). La cena del Señor no es un arreglo social aparte de la reunión dominical de la iglesia local.

Lucas registra por el Espíritu, “Y el primer día de la semana, cuando estábamos reunidos para partir el pan, Pablo les hablaba, pensando partir al día siguiente, y prolongó su discurso hasta la medianoche” (Hech. 20:7, LBLA). Según el acuerdo local, la iglesia en Troas se reunía en un edificio lo suficientemente grande para acomodar a los miembros congregados para partir el pan. Por lo menos, el edificio donde se reunieron tenía tres pisos y muchas lámparas para iluminar el gran espacio (Hech. 20:8,9).

Hay una implicación evidente en el mandato “cuando os reunáis para comer, esperaos unos a otros” (1 Cor. 11:33), del cual inferimos que los miembros de la iglesia han de comer la cena juntos, si no es así, ¿para qué esperarse los unos a los otros en el lugar que designaban para la reunión dominical?

La cena del Señor es una proclamación, un monumento, “Porque todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, la muerte del Señor proclamáis hasta que El venga” (1 Cor. 11:26). Este monumento es la proclamación (gr. “katanguélo”) de la muerte del Señor, un pronunciamiento público (cf. Hech. 3:24; 4:2; 13:5,38; 15:36; 16:17,21; 17:3,13,23; 26:23), pronunciamiento tal como el que se haría en las puertas del templo, sinagogas o lugares de acceso público. El uso de esta palabra nos indica que el plan de Dios no fue que la cena del Señor se comiera en la privacidad de la casa, en el cuarto de hotel, etc., sino en el contexto de la reunión dominical de la iglesia, espacio al cual visitantes podrían entrar y observar (cf. 1 Cor. 14:23-25).

Por lo tanto, el lector del Nuevo Testamento puede observar que, desde todo punto de vista conservador, contemplamos un patrón invariable, en cuando al escenario, o ambiente, para la cena del Señor, la reunión dominical de una iglesia de Cristo.

Enseñar que los cristianos pueden ausentarse de la reunión dominical de la iglesia local con tal que participen de la cena del Señor, es una enseñanza desconocida en el Nuevo Testamento. Quienes sostienen que se pueden hacer diversos arreglos privados para la observancia de la cena del Señor sobre la base de la inferencia, argumentan con suposiciones que contradicen el ejemplo aprobado, la declaración expresa y el mandamiento directo.

Si no se pueden sustituir el pan sin levadura ni el fruto de la vid, ¿por qué se puede sustituir el contexto de la iglesia local reunida para partir el pan?

La iglesia local 

Un argumento para justificar diversos arreglos sociales para pretender participar en privado de la cena del Señor es el siguiente: “dos o tres cristianos al reunirse son iglesia, porque iglesia es asamblea o reunión, y con eso ya pueden participar de la cena del Señor”. A simple vista parece un argumento poderoso, basado en la definición del sustantivo común iglesia (gr. “ekklesia”). Sin embargo, se desploma por su propio peso. Usar la palabra iglesia sin respetar su acepción en los contextos bíblicos donde se encuentra no es un enfoque conservador. Es sólo un juego de palabras. Es como si alguno dijera “Platón fue un griego, el griego es un idioma, por lo tanto, Platón fue un idioma”.

Ciertamente, dos o más cristianos pueden formar una iglesia local, o incluso, dos o más cristianos pueden reunirse con fines espirituales, como cantar himnos, orar y estudiar la Biblia. Sin embargo, el hecho de reunirse con fines espirituales, en sí mismo, no hace que los dos o más cristianos sean una iglesia local, a menos que acuerden serlo (Hech. 2:42; 9:26; 11:26-30; 14:27; 20:7).

Cuando Jesús enseñó el procedimiento disciplinario para un hermano que peca contra otro hermano (Mat. 18:15-20) distinguió entre una iglesia local, por un lado, y las reuniones de individuos que no son una iglesia local sino miembros de ella. Varias reuniones se presentan en el pasaje. La reprensión del ofendido con el ofensor es una primera reunión (v.15), otras reuniones son indicadas en los versículos 16, 17, 19. El versículo 20 nos indica la motivación que Cristo nos da para ejecutar el proceso con optimismo y confianza.

No es sabio el jugar con el sustantivo iglesia (1 Ped. 4:11). Hay diferencia entre la reunión dominical de la iglesia y la reunión de algunos miembros de ella.

Una definición común demasiado general, usada para la iglesia local es, “el grupo de cristianos”. Luego, incluso, se confunde a la iglesia local con la iglesia universal. No obstante, la iglesia local no es la iglesia universal, como tampoco la iglesia local es un grupo de cristianos que solamente se reúnen juntos. La iglesia local tiene una organización y una obra que cumplir, tiene una función y está organizada para ello. Cuando en las sagradas Escrituras se usa el término iglesia para indicar la iglesia local, siempre se usa de una de dos maneras: 1) El pueblo de Dios en su relación de salvación con Dios (ej. 1 Cor. 1:2; 4:17). 2) El pueblo de Dios haciendo la obra de Dios (ej. 1 Cor. 11:18; 14:23,26).

La iglesia local es una organización singular, colectiva, un conjunto, que podemos ilustrar pensando en una cadena. Los “eslabones de una cadena” no comprenden “una cadena” hasta que mantienen una “relación de funcionamiento” particular. Esta es la naturaleza misma del sustantivo singular, colectivo, “iglesia”. La iglesia local se compone de varios miembros que funcionan juntos de cierta manera. La iglesia local está compuesta de los cristianos que trabajan juntos en una función particular. La iglesia local reunida el primer día de la semana es el contexto en el cual está autorizado el partir el pan (Hech. 20:7).

Siete días 

Cuando Saúl fue ungido rey de Israel, Samuel le indicó que esperara siete días hasta que llegara para ofrecer holocaustos y sacrificar ofrendas de paz (1 Sam. 10:8). Sin embargo, mientras Saúl esperaba en Gilgal los filisteos se reunían como la arena que está a la orilla del mar (1 Sam. 13:5). Entonces, “Cuando los hombres de Israel vieron que estaban en un apuro (pues el pueblo estaba en gran aprieto), el pueblo se escondió en cuevas, en matorrales, en peñascos, en sótanos y en fosos. También algunos de los hebreos pasaron el Jordán a la tierra de Gad y de Galaad. Pero Saúl estaba todavía en Gilgal, y todo el pueblo le seguía tembloroso. El esperó siete días, conforme al tiempo que Samuel había señalado, pero Samuel no llegaba a Gilgal, y el pueblo se le dispersaba” (1 Sam. 13:6-8, LBLA).

Saúl estaba en una situación desesperante. Todo parecía justificar una desviación del arreglo de Dios. Debido a la presión de las circunstancias, y cediendo ante ellas, Saúl creyó que había una buena razón para ofrecer el holocausto (1 Sam. 13:9), y cuando terminó de ofrecer el holocausto llegó Samuel (v.10). Saúl se había desviado del mandamiento indicado (v.11-14). No esperó los siete días y se entrometió en el sacerdocio.

No hay razón, o circunstancias, que nos autoricen a desobedecer el modelo de Dios. No hay “buena razón” para ignorar el mandamiento de Dios. Más tarde, Samuel dijo a Saúl, “Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey” (1 Sam. 15:23).

El apóstol Pablo, junto a quienes le acompañaban, viajó de Filipos a Troas, permaneciendo en Troas siete días (Hech. 20:6) y partieron un lunes por la mañana (Hech. 20:7-11). Los siete días de Pablo en Troas es un dato particularmente significativo, si consideramos la prisa por llegar a Jerusalén en Pentecostés (Hech. 20:16). Tres veces Lucas registra que Pablo se quedó en un lugar “siete días”, siempre que esto ocurre había una iglesia local en el lugar (Hech. 20:6; 21:4; 28:14). En consideración de lo antes mencionado, ¿qué implica este registro de Lucas?

Conclusión 

Es peligroso que alguno presionado por las circunstancias piense que tendrá que desviarse del modelo de Dios. El peligro acecha cada vez que alguno sinceramente decide que puede adaptar el mandamiento del Señor, algo objetivo, a su caso privado e individual, una cosa subjetiva. Ninguno es juez de la palabra de Dios (Sant. 5:11).

La cena del Señor ha sido organizada por el Señor en el contexto de la reunión dominical de la iglesia local. Si la iglesia local no es esencial respecto a esto, se vuelve una conveniencia entre varias otras opciones, y los miembros pueden elegir en lugar de obedecer a la ordenanza del Señor.

La práctica sigue a la creencia. Si creemos que las circunstancias permiten desviarnos de la revelación, la práctica seguirá a esta doctrina.