Por Josué Hernández
Parece una pregunta extraña, sumamente
rara, radicalmente extravagante. Sin embargo, por alguna razón, hacemos lo que
hacemos, y muchas veces sin pensar en esta razón, o razones, actuamos.
¿Tenemos la capacidad de cambiar
lo que pensamos y hacemos? Necesitamos detenernos a pensar en estas cosas, y determinar
la razón de nuestras acciones, y corregirnos si es necesario. El juicio nos
espera (Hech. 17:30,31; Rom. 14:12).
El libre albedrío
Lo que distingue al ser humano de
los animales es la “imagen y semejanza” que nosotros hemos recibido de Dios (Gen. 1:26; cf.
Sal. 32:9; 2 Ped. 2:12). Los animales se comportan a nivel instintivo, y
aprenden por causa y efecto. No tienen responsabilidad moral por sus acciones. Su
naturaleza determina su conducta. No obstante, el ser humano es la corona de la
creación (cf. Sal. 8:5,6). Tiene poder de elección, es decir, libre albedrío (cf.
Deut. 30:15,19).
Dios ha puesto en nosotros la
capacidad de discernir entre el bien y el mal, elegir entre los dos, y proceder
conforme a nuestra elección (cf. Gen. 2:16,17; Jos. 24:15). El libre albedrío
es, por lo tanto, la capacidad de hacer lo malo, si queremos, y de hacer lo
bueno si rehusamos hacer lo malo. A su vez, el libre albedrío da valor a las
cosas buenas en contraste con las malas, y hace de la persona que elige
perseverar en lo correcto una buena persona para con Dios (Rom. 2:7,10) y de la
persona que rehúsa obedecer el evangelio una persona mala que será condenada
por su propia elección (Rom. 2:8,9).
La Biblia nos enseña que el hijo
de un justo puede elegir el mal camino (Ez. 18:5-13) y el hijo de un impío
puede elegir el buen camino (Ez. 18:14-18). Cada persona cosechará lo que
sembró (Ez. 18:19,20) según su camino (Ez. 18:21-24).
El ser humano puede
inteligentemente buscar, conocer, servir y amar a Dios (1 Cron. 28:9; Hech.
17:27; Jn. 17:3; Mar. 12:30), y será responsable de lo que haya hecho mientras
estaba en el cuerpo (2 Cor. 5:10; Rom. 2:7-11). El destino, el karma, y la
predestinación calvinista, son conceptos desconocidos en las sagradas
Escrituras. Doctrinas que nos quitan la libre elección y la responsabilidad
personal, y que apagan la culpa personal por el pecado y responsabilizando a
Dios.
Lo que afecta nuestras
elecciones y decisiones
Una serie de cosas influyen en
nuestras decisiones cotidianas. No siempre somos conscientes de estas
influencias. Pero, hemos sido moldeados y condicionados por ellas de manera
poderosa.
Algunas influencias que afectan
nuestras decisiones y acciones son la predisposición genética respecto al
temperamento, el metabolismo, etc., la crianza, la familia y amigos, la cultura
y la moda, y los intereses personales, entre otras. Todas las influencias que
nos afecten gradualmente forjan nuestra mentalidad, o digamos, el conjunto de
actitudes que nos definen.
Ajustando nuestra
mentalidad
Cada cual debe examinar
honestamente su mentalidad (2 Cor. 13:5; Fil. 4:8). ¿Por qué creo lo que creo? ¿Cuáles
son mis motivaciones en mi diario vivir? ¿Cuáles son mis debilidades y
fortalezas?
Una cosa será reconocer porqué
hacemos lo que hacemos, otra cosa será aceptar que no puede haber corrección
sin la palabra de Dios (cf. Sal. 19:7; Jn. 8:32; 2 Tim. 3:16,17).
La palabra de Dios “es poderosa
para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón” (Heb. 4:12,13,
LBLA).
Discierne (gr. “kritikos”), “adecuado
para juzgar, habilidoso para ello (castellano, crítico). Se halla en Heb_4:12,
de la Palabra de Dios, que «discierne los pensamientos»; lit: «crítica de los
pensamientos»; esto es, que es discriminante y que pasa juicio sobre los
pensamientos y los sentimientos” (Vine).
Las sagradas Escrituras son un
testimonio sólido del análisis de Dios de la mente y motivaciones humanas y,
por lo tanto, la Biblia es la clave para entendernos a nosotros mismos.
La palabra de Dios refleja la
realidad de nuestra apariencia moral (Sant. 1:21-25). Nos permite hacer todo
arreglo en nuestra vida para obrar la justicia de Dios (v.20) y ser
bienaventurados (v.25). Esta es su capacidad para salvar nuestras almas (v.21).
Conclusión
A pesar de todas las influencias
que nos presionen, tenemos el poder de ejercer nuestra libre voluntad, nuestro
derecho soberano a elegir lo que seremos. Mientras haya vida, hay esperanza.
Hombres y mujeres de fe eligieron
ir contra todo tipo de influencias para agradar a Dios. Algunos ejemplos: Abraham
(Heb. 11:8-19). José (Heb. 11:22; Gen. 39:9). Moisés (Heb. 11:24,25). Daniel
(Dan. 1:8). Pablo (Fil. 3:4-14).
Elegimos someternos a influencias
diversas o a la palabra de Cristo (Jn. 12:48) quien es el Señor (Hech. 2:36; 1
Ped. 3:22). Todos los días, todo el mundo, se somete a la forma de doctrina que
lo liberta del pecado (Rom. 6:17,18; Jn. 8:32) o al pecado mismo como su amo
(Rom. 6:20-23).
“El fin de todo el
discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es
el todo del hombre” (Ecles. 12:13).
“Porque a los que
antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la
imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Rom.
8:29; cf. 2 Cor. 3:18).
“y vosotros estáis
completos en él” (Col. 2:10).