Con la parábola del sembrador (Mat.
13:3-9; Mar. 4:1-9; Luc. 8:4-8) aprendemos a escuchar y responsabilizarnos de
someternos, o no, al reino de los cielos. Aunque el propósito de esta parábola
no es refutar el calvinismo, expone sus errores de manera contundente. Las confesiones calvinistas, por ejemplo, la Confesión de
Westminster, indican que nacemos manchados de pecado, hereditaria y totalmente
corruptos, e inclinados al mal. Sin embargo, Jesús habló de aquel que con un “corazón
bueno y recto” recibe la palabra y da fruto con perseverancia. Este corazón no
es diferente a los demás por alguna operación directa del Espíritu Santo. Es el
individuo que decide ser receptivo a la verdad. La parábola no enseña, ni
implica, alguna operación directa del Espíritu Santo en el corazón. El calvinismo afirma que Dios decretó todo lo que ha de
suceder, eligiendo a los individuos que serán salvos y desechando a los que no
lo serán, sin importar lo que alguno haga o deje de hacer. Si tal cosa es así,
¿por qué Jesucristo llamaba a la multitud a oír con atención? ¿Por qué cada uno
fue responsabilizado cuando el Señor les dijo, “El que tiene oídos, que oiga”
(Mat. 13:9, LBLA)? El calvinismo afirma que si alguno está entre los
elegidos, Dios le atraerá a la salvación de manera irresistible con la fuerza
de su gracia poniendo fe en su corazón y haciéndole creyente. Sin embargo,
Jesús dijo que la semilla, la palabra de Dios, es el instrumento por el cual
viene la fe (cf. Hech. 15:7; Rom. 10:17). Si la fe es implantada directamente,
¿para qué esforzarnos por sembrar la palabra de Dios? Piénselo detenidamente, si la
fe no viene por la palabra de Dios, ¿por qué “viene el diablo y arrebata la
palabra de sus corazones, para que no crean y se salven” (Luc. 8:12, LBLA)? La perseverancia de los santos afirmada por el calvinismo
indica que el creyente no puede caer de la gracia, que “una vez salvo, siempre
salvo”. Sin embargo, la parábola del sembrador no apoya esa doctrina. Los de corazón pedregoso son aquellos que “reciben la palabra con
gozo; pero éstos no tienen raíz profunda; creen por algún tiempo, y en el
momento de la tentación sucumben” (Luc. 8:13, LBLA). El texto griego dice “desertan”,
es decir, se apartan. El calvinista afirma que éstos nunca creyeron realmente,
que el verbo “creer” usado aquí no indica la fe salvadora. Por un momento, el argumento calvinista suena bien, pero es una mala interpretación. El verbo creer en el contexto siempre
indica la fe salvadora (Luc. 8:12,13,15). Sencillamente, los que se apartan son
contrastados con los que retienen la palabra y dan fruto con perseverancia. Cada uno de nosotros puede elegir ser de corazón bueno y
recto. Todos podemos esforzarnos por oír y entender la palabra de Dios y dar
fruto con perseverancia. La pregunta es, ¿qué clase de persona somos?