El calvinismo y la parábola del sembrador

 

Por Josué Hernández

 
Con la parábola del sembrador (Mat. 13:3-9; Mar. 4:1-9; Luc. 8:4-8) aprendemos a escuchar y responsabilizarnos de someternos, o no, al reino de los cielos. Aunque el propósito de esta parábola no es refutar el calvinismo, expone sus errores de manera contundente.
 
Las confesiones calvinistas, por ejemplo, la Confesión de Westminster, indican que nacemos manchados de pecado, hereditaria y totalmente corruptos, e inclinados al mal. Sin embargo, Jesús habló de aquel que con un “corazón bueno y recto” recibe la palabra y da fruto con perseverancia. Este corazón no es diferente a los demás por alguna operación directa del Espíritu Santo. Es el individuo que decide ser receptivo a la verdad. La parábola no enseña, ni implica, alguna operación directa del Espíritu Santo en el corazón.
 
El calvinismo afirma que Dios decretó todo lo que ha de suceder, eligiendo a los individuos que serán salvos y desechando a los que no lo serán, sin importar lo que alguno haga o deje de hacer. Si tal cosa es así, ¿por qué Jesucristo llamaba a la multitud a oír con atención? ¿Por qué cada uno fue responsabilizado cuando el Señor les dijo, “El que tiene oídos, que oiga” (Mat. 13:9, LBLA)?
 
El calvinismo afirma que si alguno está entre los elegidos, Dios le atraerá a la salvación de manera irresistible con la fuerza de su gracia poniendo fe en su corazón y haciéndole creyente. Sin embargo, Jesús dijo que la semilla, la palabra de Dios, es el instrumento por el cual viene la fe (cf. Hech. 15:7; Rom. 10:17). Si la fe es implantada directamente, ¿para qué esforzarnos por sembrar la palabra de Dios? Piénselo detenidamente, si la fe no viene por la palabra de Dios, ¿por qué “viene el diablo y arrebata la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven” (Luc. 8:12, LBLA)?
 
La perseverancia de los santos afirmada por el calvinismo indica que el creyente no puede caer de la gracia, que “una vez salvo, siempre salvo”. Sin embargo, la parábola del sembrador no apoya esa doctrina. Los de corazón pedregoso son aquellos que “reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíz profunda; creen por algún tiempo, y en el momento de la tentación sucumben” (Luc. 8:13, LBLA). El texto griego dice “desertan”, es decir, se apartan. El calvinista afirma que éstos nunca creyeron realmente, que el verbo “creer” usado aquí no indica la fe salvadora. Por un momento, el argumento calvinista suena bien, pero es una mala interpretación. El verbo creer en el contexto siempre indica la fe salvadora (Luc. 8:12,13,15). Sencillamente, los que se apartan son contrastados con los que retienen la palabra y dan fruto con perseverancia.
 
Cada uno de nosotros puede elegir ser de corazón bueno y recto. Todos podemos esforzarnos por oír y entender la palabra de Dios y dar fruto con perseverancia. La pregunta es, ¿qué clase de persona somos?