No suponga


Por Josué Hernández

 
Cuando Jesús tenía doce años fue llevado por sus padres a Jerusalén por la fiesta de la pascua. De vuelta a casa, José y María suponían que Jesús estaba entre la caravana, y habiendo recorrido un día de viaje notaron su ausencia y volvieron a Jerusalén buscándole. Habían asumido que Jesús iba con ellos hasta que notaron lo contrario (Luc. 2:41-51).
 
El domingo en que resucitó el Señor (Mar. 16:9), María y algunas otras mujeres fueron al sepulcro suponiendo que el cuerpo del Señor estaría allí, sin embargo, encontraron la tumba vacía. María supuso que alguien se habría llevado el cuerpo, y cuando vio a un hombre cerca supuso que era el hortelano y le preguntó al respecto. María se había equivocado, no era el jardinero, era Jesús (Jn. 20:1-18).
 
En el día de Pentecostés, registrado en Hechos 2, los apóstoles hablaron varios idiomas extranjeros por el poder del Espíritu Santo. Algunos curiosos supusieron que estaban borrachos, lo cual tenía poco sentido. Los borrachos luchan por hablar su idioma nativo, mucho menos sin haberlo estudiado. Los apóstoles no estaban ebrios como suponían, una profecía se había cumplido, y un mensaje celestial sería predicado (Hech. 2:1-42).
 
Pablo y Silas fueron golpeados y encarcelados en Filipos. A medianoche un terremoto sacudió la prisión de tal manera que se abrieron las puertas y se desataron las cadenas de todos. El carcelero supuso que los prisioneros habrían aprovechado la oportunidad para huir, y sabiendo lo que le esperaba, sacó la espada para quitarse la vida. Pablo le detuvo, y antes de que terminara la noche el carcelero y su familia se hicieron cristianos (Hech. 16:25-40).
 
Algunos de los enemigos de Pablo lo vieron en el templo de Jerusalén, y como antes, en la ciuad, habían visto a Pablo con Trófimo, un gentil de Éfeso, supusieron que Pablo había introducido a Trófimo en el templo y aprovecharon la ocasión. Motivados por una conveniente suposición intentaron matar a Pablo (Hech. 21:27-31).
 
No hay cosa más fácil que suponer, es decir, considerar como cierto algo sin que lo sea o se tenga la certeza de ello. Algunas suposiciones tienen muchos elementos de verdad, otras no. Algunas suposiciones son malintencionadas y otras por descuido. Sin embargo, la palabra de Cristo nos enseña a que actuemos sobre la base de pruebas, no suposiciones. 
 
 
“Por eso, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, así también haced vosotros con ellos, porque esta es la ley y los profetas” (Mat. 7:12, LBLA).
 
“Antes bien, examinadlo todo cuidadosamente, retened lo bueno; absteneos de toda forma de mal” (1 Tes. 5:21,22, LBLA).


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