Por Josué Hernández
La mayoría de nosotros somos
diestros, como la mayoría de la humanidad lo ha sido. La mano derecha se ha
convertido en sinónimo de fuerza y habilidad eficiente. Ser “mano derecha” significa
ser un ayudante indispensable o invaluable. La Biblia a menudo menciona la
diestra de Dios, veamos algunos ejemplos:
“Tu diestra, oh Jehová, ha sido
magnificada en poder; tu diestra, oh Jehová, ha quebrantado al enemigo” (Ex.
15:6).
“Me mostrarás la senda de la
vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre”
(Sal. 16:11).
“Muestra tus maravillosas
misericordias, tú que salvas a los que se refugian a tu diestra, de los que se
levantan contra ellos” (Sal. 17:7).
“Ahora conozco que Jehová salva a
su ungido; lo oirá desde sus santos cielos con la potencia salvadora de su
diestra” (Sal. 20:6).
“Alcanzará tu mano a todos tus
enemigos; tu diestra alcanzará a los que te aborrecen” (Sal. 21:8).
“Conforme a tu nombre, oh Dios, así
es tu loor hasta los fines de la tierra; de justicia está llena tu diestra”
(Sal. 48:10).
“Cantad a Jehová cántico nuevo, porque
ha hecho maravillas; su diestra lo ha salvado, y su santo brazo” (Sal. 98:1).
La Biblia identifica la diestra
de Dios como el lugar desde el cual Cristo reina: “Jehová dijo a mi Señor: siéntate
a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies” (Sal.
110:1; cf. 16:11).
Jesucristo entendió el lugar de
su reinado, y cuando respondía públicamente al sumo sacerdote dijo: “Tú lo has dicho;
y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la
diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo” (Mat. 26:64).
Según la interpretación del
apóstol Pedro, quien citó el salmo 110, Jesús ha sido “exaltado por la diestra
de Dios” (Hech. 2:30-33). El autor a los hebreos escribió sobre la exaltación
de Cristo a la diestra de Dios y su ejercicio sumo sacerdotal: “En esa voluntad
somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez
para siempre. Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y
ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los
pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio
por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios” (Heb. 10:10-13).
El punto de todo esto es
sencillo. Jesucristo está reinando ahora, en cumplimiento de las profecías del
Antiguo Testamento. El apóstol Pablo escribió, “la cual operó en Cristo,
resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales,
sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se
nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero” (Ef. 1:20,21).
Necesitamos morir y ser
resucitados con Cristo en el bautismo, mediante la fe en el poder de Dios (Col.
2:12), y luego, buscar “las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la
diestra de Dios” (Col. 3:1).