Un buen sermón

 
Por Josué Hernández

 
Un buen sermón no es necesariamente un largo sermón, ni tampoco un breve sermón. El tiempo no hace al sermón. Hemos oído buenos sermones largos, y buenos sermones cortos. Pero, no se trata del tiempo ocupado para el sermón, sino del uso del tiempo en el sermón. En fin, es cosa de usar bien el tiempo, no de usar tiempo en sí.

Nos asombramos de quien dijo que era un gran predicador por el tiempo que usaba para sus sermones. No se trata de tener que decir algo, sino de tener algo que decir. Ese algo es un mensaje bíblico pertinente a la ocasión en su mejor medida posible, para la salvación y edificación de las almas y la gloria de Dios.

Hablar acerca de la Biblia no es predicar lo que dice la Biblia. Lo que dice la Biblia tiene un contexto, y por lo tanto, tiene una explicación y una aplicación. He ahí la tarea más difícil que alguno pudiese imaginar, comunicar un mensaje bíblico a una audiencia determinada, mensaje bíblico que es vital para ella, y con un propósito definido a ella. Lo demás es sermonear, no predicar la palabra definiéndola correctamente (2 Tim. 2:15; 4:2).

Cuando mis pequeñas hijas han dejado sus juguetes tirados por la casa, todos ellos esparcidos ocupan mucho espacio, pero al recogerlos y organizarlos ocupan el espacio necesario. El buen sermón usa el tiempo necesario para exponer organizadamente un par de puntos urgentes a las almas necesitadas de la palabra de Dios.

Un mensaje bíblico bien organizado y aplicado a la ocasión, es sin duda, un buen sermón.


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