Fallando el penal


Por Josué Hernández 

 
Nos gusta el futbol, y reconocemos los nombres de profesionales, por ejemplo, de la liga europea, y sabemos que los mejores jugadores alguna vez hay fallado un penal. Incluso, los mejores no logran cumplir siempre, a pesar de lo cual no se desmoralizan, sino que continúan adelante. Esto es algo que debemos recordar en nuestro servicio a Cristo.
 
¿Ha fallado al procurar anotar un gol en la evangelización? Si esto no es así, probablemente usted nunca lo ha intentado. Si usted es activo en su esfuerzo por sembrar la buena semilla y últimamente no recibe más que rechazo, no se desespere ni se deprima, y aproveche las próximas ocasiones en las cuales tenga la portería frente a sus ojos. Si velamos en oración apreciaremos otras oportunidades para anotar para la gloria del Señor. Ciertamente, cada persona decidirá qué hará con la palabra de Dios. No todos serán de buena tierra (Luc. 8:15). Recordemos, ni Jesús, ni sus apóstoles, alcanzaron a todos a quienes les enseñaron.
 
¿Ha fallado al procurar anotar un gol procurando restaurar a un hermano sorprendido en alguna falta? Usted se esforzó por indicarle el peligro de seguir en tal camino y le animó a levantar los ojos a Cristo, pero en lugar de agradecer el amor demostrado tal hermano se enojó contra usted. ¿Qué haremos? ¿Dejaremos de amonestar a los hermanos en falta? ¡Jamás tal cosa hagamos! “antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado” (Heb. 3:13).
 
¿Ha fallado al procurar anotar un gol predicando un sermón? Seamos realistas, no todo sermón es un “golazo”. Además, debemos reconocer que hay una disparidad tremenda entre el trabajo invertido en la preparación y predicación del sermón y la respuesta del auditorio al mensaje de Dios. Sumado a lo anterior, debemos aceptar que un buen predicador es aquel que constantemente tiene lecciones bíblicas útiles, fáciles de entender; no necesariamente uno que nos hace llorar o reír. Sin embargo, ¿qué haremos frente a la falta de los resultados esperados con nuestros sermones? ¿Estudiaremos menos o dejaremos de intentarlo? ¡Jamás tal cosa hagamos! Seguiremos preparándonos (1 Tim. 4:12-16) para usar bien la palabra de verdad (2 Tim. 2:15) a tiempo y fuera de tiempo (2 Tim. 4:2) la reciban o no (2 Tim. 4:5).
 
Nuestro Dios juzga la obra de cada uno sobre la base de la intención y el esfuerzo, no sobre la base de los resultados. Si trabajamos como debemos nuestro Señor estará complacido (Col. 3:17; cf. Ez. 2:3-5) a pesar de que a nosotros nos pareció que fallamos un penal.
 
 
“No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gal. 6:9).


Entradas que pueden interesarte