Por Josué Hernández
“Porque si en vuestra
congregación entra un hombre con anillo de oro y vestido de ropa lujosa, y
también entra un pobre con ropa sucia, y dais atención especial al que lleva la
ropa lujosa, y decís: Tú siéntate aquí, en un buen lugar; y al pobre decís: Tú
estate allí de pie, o siéntate junto a mi estrado; ¿no habéis hecho
distinciones entre vosotros mismos, y habéis venido a ser jueces con malos
pensamientos?... Si en verdad cumplís la ley real conforme a la Escritura: AMARAS
A TU PROJIMO COMO A TI MISMO, bien hacéis. Pero si mostráis favoritismo,
cometéis pecado y sois hallados culpables por la ley como transgresores” (Sant.
2:2-9, LBLA).
“Porque cualquiera
que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de
todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No
matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho
transgresor de la ley. Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser
juzgados por la ley de la libertad. Porque juicio sin misericordia se hará con
aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio”
(Sant. 2:10-13).