Introducción al sermón del monte



Por Josué Hernández

 
“Y cuando vio las multitudes, subió al monte; y después de sentarse, sus discípulos se acercaron a Él. Y abriendo su boca, les enseñaba, diciendo” (Mat. 5:1,2, LBLA; cf. 4:25).
 
En Mateo capítulos 5 al 7 encontramos el sermón más famoso que haya sido predicado, comúnmente conocido como “El sermón del monte”. Este es el sermón que ha tocado más corazones y que, a su vez, ha provocado la predicación de más sermones que cualquier otro sermón. “…es probablemente la parte mejor conocida de las enseñanzas de Jesús, aunque se puede argumentar que es la menos entendida, y en verdad, la menos obedecida” (John R. W. Stott). “Delitzsch llama al Monte de las Bienaventuranzas el Sinaí del Nuevo Testamento” (Vincent). El sermón del monte ha sido llamado “La carta magna del reino de Cristo” y “El manifiesto del rey”.
 
Pero ¿de qué trata “El sermón del monte”? ¿Cuál es el tema de este sermón? ¿Cuál es el contenido de este sermón? Procuraremos responder estar preguntas en el presente estudio.
 
El tema de “El sermón del monte”
 
El contexto, es decir, entorno, del sermón, indica al “reino de los cielos” como su tema. Un concepto enfatizado por Juan el bautista (Mat. 3:1-3), y por Jesús (Mat. 4:17,23; cf. Mar. 1:14,15).
 
El concepto de “reino de los cielos” es reiterado en el sermón varias veces: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mat. 5:3). “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mat. 5:10). “De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos” (Mat. 5:19). “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mat. 6:10). “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mat. 6:33). “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mat. 7:21).
 
El contenido de “El sermón del monte”
 
Los ciudadanos del reino de los cielos: Su carácter y bienaventuranza (Mat. 5:3-12), y su relación con el mundo (Mat. 5:13-16).
 
La justicia del reino de los cielos: En contraste con las interpretaciones tradicionales y aplicaciones de la ley (Mat. 5:17-48), respecto a la relación con Dios (Mat. 6:1-33), y la relación con el prójimo (Mat. 7:1-12).
 
La invitación para entrar al reino de los cielos: El comienzo del camino (Mat. 7:13,14), el progreso en el camino (Mat. 7:15-20), y el fin del camino (Mat. 7:21-27). Indicándose al final, el contraste entre los que dicen y los que hacen (v.21-23), y entre los que oyen y los que hacen (v.24-27).
 
La definición de “reino de los cielos”
 
Algunos han intentado establecer una distinción entre “reino de los cielos” y “reino de Dios”, no obstante, son términos intercambiables. El estudiante de la Biblia querrá comparar pasajes tales como Mateo 4:17 y Marcos 1:14,15; Mateo 5:3 y Lucas 6:20; y, Mateo 13:31 y Marcos 4:30,31, entre otros.
 
Mateo, casi exclusivamente usa la expresión “reino de los cielos”, y los otros relatos del evangelio usan mayormente la frase “reino de Dios”. Es posible que el auditorio a quienes se escribió originalmente influyó en el registro de Mateo. Los judíos eran renuentes a mencionar a Dios, a menos que fuese necesario. Además, la idea judía del reino venidero era materialista, pero “reino de los cielos” enfatiza el aspecto espiritual, celestial, del reino.
 
El sustantivo “reino” se entiende perfectamente como “gobierno” (gr. “basilea”, 162 veces en el NT), enfatizando la idea abstracta, es decir, el concepto, de gobierno, reinado, o dominio, donde el aspecto físico, geográfico, fronterizo, no está involucrado (cf. Luc. 17:21; Mat. 6:10,33).
 
En consideración de lo anterior, el “reino de los cielos” estará presente donde el reinado, gobierno, soberanía, y dominio, de Dios se haya manifestado. Ahora bien, en un sentido, el reino de Dios siempre ha existido (cf. Sal. 47:2; 103:19). Sin embargo, fue manifestado con la venida de Jesucristo (Dan. 2:44,45; Mat. 3:1-3; 4:17; Mar. 1:14,15). Es en la persona de Jesucristo que “el reino de los cielos” se manifiesta expresamente hoy (cf. 1 Cor. 15:23-26; Ef. 1:20-22; 1 Ped. 3:22; Apoc. 1:5).
 
El reino de los cielos es de naturaleza espiritual. Por ejemplo, no se encuentra en forma física (Jn. 18:36), se manifiesta en la conducta (Rom. 14:17), y uno se acerca a él por la comprensión (Mar. 12:34).
 
La manifestación visible del reino de los cielos es la iglesia. Una comunidad de almas redimidas, en cuyos corazones Dios reina como soberano. Debido a esto “iglesia” y “reino” son intercambiables, tal como Cristo lo manifestó (Mat. 16:18,19), como Pablo lo enseñó (Col. 1:13; 1 Tes. 2:12), y como Juan lo indicó (Apoc. 1:6,9).
 
Una cosa importante respecto a la naturaleza del reino de los cielos es reconocer que este reino es tanto “presente” como también “futuro”. Es decir, es eterno en su aspecto futuro (Mat. 25:34; 1 Cor. 15:50; 2 Tim. 4:18; 2 Ped. 1:10,11; 3:10-13).
 
Conclusión
 
Con esta definición de “reino de los cielos” apreciamos el carácter y bendición de sus ciudadanos, comprendemos la justicia que se demanda de ellos, y apreciamos la invitación del Señor para hacernos súbditos de su reino.
 
Cristo indicó a Nicodemo la forma de ingreso a su reino. Es necesario nacer de nuevo, es decir, es necesario nacer del agua y del Espíritu (Jn. 3:3-5).