Nuestros cuerpos como instrumentos de justicia

 
Por Josué Hernández

 
Ya que la vida tiene un propósito espiritual (1 Corn. 28:9; Ecles. 12:13; Jn. 6:27; Hech. 17:27) no es sorprendente que nuestros cuerpos también lo tengan. El apóstol Pablo escribió, “Por tanto, no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal para que no obedezcáis sus lujurias; ni presentéis los miembros de vuestro cuerpo al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado no tendrá dominio sobre vosotros, pues no estáis bajo la ley sino bajo la gracia” (Rom. 6:12-14, LBLA).
 
Mente
 
Nuestra mente ha de enfocar los objetos correctos de pensamiento (Fil. 4:8), es decir, los intereses de Dios (Mat. 16:21-23; Col. 3:2). Ya que nuestro entendimiento nos permite comprender la revelación de Dios en su palabra (Luc. 24:44,45), debemos cuidar nuestro ejercicio mental para no ser extraviados de ella (1 Cor. 4:6; 2 Cor. 11:3). “Con toda diligencia guarda tu corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida” (Prov. 4:23, LBLA).
 
Oídos
 
Hemos recibido de Dios la capacidad de oír, y debemos prestar atención a su mensaje que oímos (Mar. 4:24) y como lo oímos (Luc. 8:18). Debemos oír con diligencia la verdad del evangelio (Hech. 17:11) y nunca cerrar nuestros oídos a ella (Hech 7:56,57; 2 Tim. 4:3,4). No hay fe sin retener la palabra oída (Luc. 8:15).
 
Ojos
 
La mayoría de las cosas que el mundo exhibe no las podemos controlar. Sin embargo, podemos enfocar lo correcto (Sal. 101:3) poniendo la vista en el galardón (Heb. 11:26) como viendo al Invisible (Heb. 11:27), “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Heb. 12:2), “buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios” (Col. 3:1).
 
Lengua
 
La historia humana ha sido marcada por el mal uso de la lengua. Para nuestra tragedia, la mayoría ha hecho mal uso de ella (Sant. 3:7-9; cf. Rom. 3:13,14). Sin embargo, una señal distintiva del fiel discípulo de Cristo es su habla: “Que vuestra conversación sea siempre con gracia, sazonada como con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada persona” (Col. 4:6, LBLA). Debemos hablar la verdad (Ef. 4:25), para edificar (Ef. 4:29), para alabar a Dios, y predicar su evangelio (Col. 3:16; Heb. 13:15; 1 Ped. 3:15).
 
Manos
 
Debemos usar nuestras manos para trabajar diligentemente (2 Tes. 3:7-10), sobre todo para ganar el pan que nos alimenta para vida eterna (Jn. 6:27). Es decir, debemos ocuparnos en nuestros negocios (cf. Ef. 4:28; 1 Tes. 4:11,12) poniendo el reino de Dios y su justicia primeramente (Mat. 6:33).
 
Pies
 
Mientras la mayoría corre hacia el mal (Prov. 1:16) por la vereda de los impíos (Prov. 4:14), debemos asegurarnos de ir en la dirección correcta (cf. Deut. 5:32; Mat. 7:13,14). Debemos andar en la luz (1 Jn. 1:7) “calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz” (Ef. 6:15).
 
 
“Y que el mismo Dios de paz os santifique por completo; y que todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tes. 5:23, LBLA).


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