Homicidio y enojo


 
Por Josué Hernández

 
Comenzando a contrastar la justicia del reino de los cielos con la interpretación y aplicación tradicionales, Jesús dijo a sus discípulos: “Porque yo os digo, que si vuestra justicia no excediere a la justicia de los escribas y fariseos, de ninguna manera entraréis en el reino de los cielos” (Mat. 5:20, VM).
 
Preguntamos, ¿de qué manera nuestra justicia excederá, o superará, a la justicia de los escribas y fariseos? Jesucristo ilustra la justicia del reino de los cielos con una serie de contrastes, estableciendo, primeramente, que no basta con no matar. Es decir, el homicidio al ser prohibido señalaba como pecaminoso el enojo como raíz de él (Mat. 5:21-26).
 
La interpretación y aplicación tradicionales respecto al sexto mandamiento
 
Jesús señaló la insuficiencia de la tradición de los ancianos (cf. Mat. 15:2; Mar. 7:3), diciendo: “Oísteis que fue dicho a los antiguos”, indicando la interpretación tradicional aceptada por los escribas y fariseos.
 
“Jesús no estaba alterando los términos de la ley en ninguno de estos pasajes. Por el contrario, Él estaba corrigiendo lo que ellos habían "oído" decir, la comprensión rabínica de la ley” (J. B. Coffman).
 
“No se opuso a la ley de Moisés, sino a las falsas y perniciosas interpretaciones de la ley que prevalecían en su tiempo” (Albert Barnes).
 
“A nosotros nos parece muy claro que el objeto del Señor es el de contrastar las perversiones tradicionales de la ley con el verdadero sentido de la misma, como él la exponía.” (Jamieson, Fausset, Brown).
 
La interpretación y aplicación tradicional del sexto mandamiento simple y llanamente fue: “No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio”. El “juicio” (gr. “krisis”) indicado aquí fue la corte del pueblo, como traduce La Biblia de las Américas, “ante la corte”, es decir, el tribunal local establecido en cada pueblo (cf. Deut. 16:18). Algo que suena bien, y parece una aplicación estricta, pero evidentemente no fue lo suficientemente lejos como debió interpretarse y aplicarse la ley.
 
“Este era el tribunal que conocía de los casos de asesinato, etc. Era un tribunal que se sentaba en cada ciudad o pueblo, y estaba compuesto comúnmente por siete miembros. Era el tribunal más bajo entre los judíos, y de él se podía apelar al Sanedrín” (Albert Barnes).
 
La enseñanza de Jesús y la justicia del reino de los cielos
 
Jesús aplica el sexto mandamiento según el propósito original. No solo el homicidio está mal, sino también las emociones que a menudo conducen a él (cf. Prov. 6:16-19). Siendo así el caso, la ley debió interpretarse y aplicarse en consecuencia, “Pero yo os digo que todo aquel que esté enojado con su hermano será culpable ante la corte; y cualquiera que diga: "Raca" a su hermano, será culpable delante de la corte suprema; y cualquiera que diga: "Idiota", será reo del infierno de fuego” (Mat. 5:22, LBLA).
 
Detengámonos a considerar esto: “cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio”, es decir, los tribunales locales a través de Palestina, que normalmente estaban destinados a los delincuentes comunes, debieron juzgar este delito. Si alguno, motivado por el enojo, llegase a decir a su hermano “Necio” (gr. “raká”, “cabeza hueca”), era culpable ante el concilio, es decir, el Sanedrín, el tribunal reservado normalmente para los criminales. Y, si alguno, motivado por el enojo, llegase a decir a su hermano “Fatuo” (gr. “moré”, “estúpido, ignorante, insensato”), quedaba expuesto al infierno de fuego (cf. Mar. 9:43-48).
 
De esta manera, la interpretación y aplicación tradicional de la ley quedó muy por debajo de lo que fue su intención original. La justicia de los escribas y fariseos (Mat. 5:20) sólo condenaba los asesinatos, dejando impunes las emociones y expresiones verbales de odio. En cambio, la justicia del reino de los cielos está en armonía con la intención original de la ley (cf. Rom. 13:8-10; Gal. 519-21).
 
Luego, el Señor Jesús expuso la grave naturaleza de las emociones y expresiones verbales de odio, ilustrando como afectan nuestras relaciones con Dios y el hombre (Mat. 5:23-26). Especificando que no debemos tratar de adorar a Dios cuando estamos en desacuerdo con un hermano. Y, que la relación tensa debe ser reparada cuanto antes (cf. Mat. 5:23,24; 1 Cor. 1:10), de lo contrario, la adoración será en vano (cf. Sant. 2:10; 3:9,10;1 Jn. 4:20,21).
 
Debemos apresurarnos para “hacer las paces”, no sea que terminemos en la corte, e incluso, en la cárcel (Mat. 5:25,26). La ira de muchos los ha llevado a los tribunales y luego a la cárcel. En cambio, los ciudadanos del reino de los cielos procederán de manera diferente (cf. Rom. 12:18-21).
 
Conclusión
 
En el primer contraste entre la justicia del reino de los cielos y el tratamiento tradicional de la ley, Jesús enseñó que los antiguos no fueron lo suficientemente lejos en la aplicación de la ley, exponiendo como debe ser aplicada la ley por quienes buscan superar la justicia de los escribas y fariseos.
Además, con esta enseñanza de Jesús aprendemos como la justicia del reino de los cielos está en armonía con la ley y los profetas.