La santidad del matrimonio

 

Por Josué Hernández

 
El matrimonio es una institución que está luchando por sobrevivir. Muchos buscan redefinir lo que es el matrimonio, y estamos oyendo acerca de matrimonios del mismo sexo, matrimonios abiertos, poligamia, poliandria, poliamor. Algunos simplemente condenan el matrimonio por completo, exaltando la convivencia.
 
Marido y mujer a menudo sufren relaciones tensas. Los padres y los hijos con frecuencia están en desacuerdo entre sí. Mucha miseria en la vida se debe a relaciones familiares disfuncionales. Algunos prefieren que el gobierno asuma el papel de criar a los hijos, sino, la iglesia.
 
Gran parte de los problemas matrimoniales y familiares se debe al egocentrismo en nuestra sociedad. Hemos sido enseñados a buscar el “número 1” y superar a los demás (cf. Mat. 12:25). Así, luego, muchos entran en el matrimonio con actitudes egoístas queriendo superarse mutuamente. Ninguna relación puede sobrevivir pacífica y amorosamente con miembros egoístas.
 
La Biblia tiene mucho que decir sobre el matrimonio y la familia, especialmente en las enseñanzas de Jesús y sus apóstoles. Esto ha ayudado a muchos a tener una experiencia satisfactoria y duradera, una experiencia que produce mucha felicidad.
 
Definiendo de la santidad del matrimonio
 
La santidad se define como la cualidad de ser apartado, dedicado, consagrado, o sencillamente, sagrado. Por lo tanto, es correcto hablar del “santo matrimonio” o “el sagrado vínculo del matrimonio” (cf. Heb. 13:4).
 
El matrimonio es una de las relaciones más sagradas en las cuales dos personas puedan participar, “sí que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mat. 19:6). El matrimonio es un vínculo creado por Dios mismo, por lo cual, no ha de ser tomado a la ligera.
 
Delineando la santidad del matrimonio
 
El matrimonio no es una creación del gobierno, sino de Dios mismo. Desde el principio de la creación (Gen. 2:18-25; Mat. 19:3-6). Diseñado para un hombre y una mujer (Mat. 19:4) cuya unión es “una sola carne” (Mat. 19:5,6).
 
El matrimonio es regulado por Jesús, porque a él le fue dada toda autoridad, y será nuestro juez (Mat. 28:18; Hech. 17:30,31; 2 Cor. 5:10). Jesús enseñó que el hombre puede separar lo que Dios juntó, pero no puede desligarse del pacto matrimonial (Mat. 19:7-9). Alguno puede divorciarse legalmente y llegar a vivir en un matrimonio adúltero (Mat. 5:31,32; 19:9). En fin, el Señor permite el repudio sólo por fornicación, y autoriza el nuevo matrimonio al inocente (Mat. 19:9).
 
Jesús enseñó que algunos podrían permanecer célibes por causa del reino de los cielos (Mat. 19:11,12). Al ser repudiados por adulterio, o por cualquier causa, no teniendo derecho a segundas nupcias. Tal vez, por arrepentirse de participar en un matrimonio adúltero, por elegir el celibato, o por no haber encontrado una persona adecuada.
 
El apóstol Pablo enseñaba que el matrimonio es de por vida (Rom. 7:1-4). Expuso que cada persona debe tener su propio cónyuge (1 Cor. 7:2), indicó la importancia del deber conyugal (1 Cor. 7:3-5), y que los cónyuges no se separen (1 Cor. 7:10,11). El apóstol Pablo dijo que, si el cónyuge incrédulo repudia al cristiano, lo cual no implica que el cristiano ya tiene la causa para contraer nuevas nupcias, el cristiano no está obligado a cumplir con sus deberes matrimoniales (cf. 1 Cor. 7:3-5,12-16).
 
En fin, el matrimonio es el lugar donde Dios autoriza la intimidad sexual. No hay otro tipo de relación que lo permita (Heb. 13:4). El sexo no ha sido autorizado antes de la boda, sino después de la boda.
 
El sexo fuera del matrimonio es fornicación. La fornicación es la inmoralidad sexual general. Tal conducta deja al fornicario fuera del reino de Dios (1 Cor. 6:9,10) y expuesto a problemas físicos y consecuencias psicológicas. Las relaciones casuales afectan al fornicario (1 Cor. 6:16).
 
El sexo prematrimonial pone en peligro el éxito del matrimonio. Aquellos que tienen más de alguna pareja sexual antes o fuera del matrimonio, constituyen la tasa más alta de divorcio. Sin embargo, las parejas que esperan hasta el matrimonio para practicar el sexo son más fieles, y tienen una tasa baja de divorcio.
 
Un matrimonio exitoso requiere respeto y confianza mutuos. El cortejo es el momento de generar respeto y la confianza que fortalecerán el futuro matrimonio. Si los novios fornicarán antes de casarse, ¿qué seguridad tienen de permanecer fieles después de casarse? La santidad del matrimonio se conserva cuando entendemos y aceptamos que el matrimonio es el único reino de la intimidad sexual.
 
Conclusión
 
El matrimonio no es una institución creada por la sociedad o el gobierno y sujeta a regulaciones o alteraciones de caprichos culturales.
 
El matrimonio es una institución sagrada. Instituido por Dios desde el principio de la creación. Regulado por Jesús. Reservado para la intimidad sexual entre un hombre y una mujer.
 
El matrimonio es una institución exitosa cuando los cónyuges siguen los mandamientos de Dios cumpliendo su función.