De la sagrada Escritura, es
decir, la Biblia, aprendemos que el matrimonio no es una institución
creada y diseñada por la sociedad o el gobierno, y que esté sujeta a los
caprichos culturales. El matrimonio es una institución sagrada, instituida por
Dios en el principio, regulada por Jesús, y reservada para la intimidad sexual
entre el hombre y la mujer. El matrimonio es una institución
exitosa cuando, siguiendo la palabra de Cristo, cada cónyuge cumple sus deberes
divinamente asignados. En fin, tenemos en la palabra de Dios el modelo y
solución para evitar que el matrimonio sea una camisa de fuerza o cadena, la
fuente de dolor y decepción que algunos están experimentando. Entonces, ¿cuáles
son los deberes del marido?
Amar a su esposa
Como Cristo amó a la iglesia: “Maridos,
amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí
mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del
agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa,
que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin
mancha” (Ef. 5:25-27). “Todas las mujeres, en particular
las esposas, eran en la práctica bienes muebles de sus maridos, sin derechos
económicos ni de ningún tipo, sujetos a divorcios o abusos bajo cualquier
pretexto y sin recurso ni protección de ningún tipo” (J. B. Coffman). “Aunque la autoridad del esposo
ya ha quedado establecida, la atención se centra en la responsabilidad suprema
que los esposos tienen para con sus esposas, y que consiste en amarlas con el
mismo amor sin reservas, sin egoísmo y sacrificado que Cristo tiene por su iglesia.
Cristo dio todo lo que tenía, incluida su propia vida, por el bien de su iglesia.
Esa es la clase de amor sacrificado que un esposo debe tener por su esposa” (J.
MacArthur). De los escritos del apóstol
Pablo, un hombre inspirado, aprendemos que el marido debe amar a su esposa como
a su propio cuerpo (Ef. 5:28,29), sin aspereza (Col. 3:19; cf. Ef. 4:31), con
“buena voluntad activa” (gr. “agape”, cf. Ef. 5:25; 1 Cor. 13:4-8), con
“cariño, ternura” (Ef. 5:29), y con pasión (1 Cor. 7:2-5).
Respetar a su
esposa
“Y vosotros, maridos, igualmente,
convivid de manera comprensiva con vuestras mujeres, como con un vaso más
frágil, puesto que es mujer, dándole honor como a coheredera de la gracia de la
vida, para que vuestras oraciones no sean estorbadas” (1 Ped. 3:7, LBLA). El marido debe usar de comprensión,
consideración, entendimiento (gr. “gnosis”), y así, dar a su mujer “honor” (gr.
“time”, estima, valoración) “como con un vaso más frágil”. Esto no significa
que la esposa es más débil. Muchas esposas son espiritualmente más fuertes, y
algunas, físicamente más fuertes. El punto de Pedro es que ha de ser tratada
como porcelana no como si fuera de acero. Alguien dijo, “No seas como un toro
corriendo en una tienda de loza fina”. El marido debe tratar a su mujer “como
a coheredera de la gracia de la vida”. Aquí la "gracia de la vida" no
es la salvación, sino el matrimonio porque es la mejor relación que se puede
tener en la tierra. El esposo debe cultivar la intimidad y el compañerismo con
su esposa, sea cristiana o no (cf. Ecles. 9:9) -- J. MacArthur. El marido debe considerar que el
trato que da a su mujer afecta la eficacia de sus oraciones. Si la forma en que
tratamos a los demás influye en nuestras oraciones (cf. Mat. 6:15; 7:12).
¡Cuánto más influirá el trato del marido a su mujer! Simplemente, Dios no oye
las oraciones de aquellos que maltratan a sus esposas (cf. Mal. 2:13-16).
Sustentar a su
esposa
El hombre de familia tiene el
deber de mantener su casa (cf. Gen. 2:15; 3:17-19; 1 Tim. 5:8), dejando que su
esposa contribuya (cf. Prov. 31:16-19,24). El esposo sabio deja que su esposa le
apoye (ej. Prov. 31:31; Hech. 18:3), cuando ella no descuida sus deberes
familiares (cf. Prov. 31:21,27; 1 Tim. 5:14; Tito 2:4,5).
Conclusión
Los deberes del marido son amar,
respetar y sustentar a su mujer, apoyándola económica, emocional y
espiritualmente. Si el varón se ha subordinado a
Jesucristo haciéndole el Señor de su vida, será cristiano primero y esposo en
segundo lugar, y aceptará con gusto los deberes que le ha impuesto su Señor. Cuando un hombre se ha sometido a
Jesucristo es más probable que sea respetado por su esposa, porque será el
varón que su mujer necesita, y sus hijos serán más propensos a subordinarse y
obedecer a su autoridad.