El matrimonio, como institución divina, une a un hombre y
a una mujer (Mat. 19:4) en el santo matrimonio (Mat. 19:5,6), cada uno con
deberes para con el otro. Hemos considerado los deberes que Dios ha asignado al
marido, ahora veremos los deberes de la esposa, y para ello, citaremos como
autoridad la sagrada Escritura, es decir, la Biblia.
Subordinarse a su marido (Ef. 5:22-24;
1 Ped. 3:1)
Los autores inspirados escribieron que la mujer esté “sujeta”
(gr. “jupotasso”), esto es “principalmente término militar, ordenar abajo
(jupo, debajo; tasso, ordenar)… someterse uno, obedecer, estar sujeto” (Vine). La sujeción indicada es de obediencia por subordinación,
y tenemos ejemplos elocuentes del concepto de sujeción en la Biblia, por
ejemplo: Sujetarse a Dios (Sant. 4:17). Sujetarse a los amos (1 Ped. 2:18). Sujetarse
al gobierno (1 Ped. 2:13-15; cf. Rom. 13:1-5). Sujetarse a los ancianos de la
congregación local (1 Ped. 5:5). Sujetarse los unos a los otros (1 Ped. 5:5;
cf. Ef. 5:21). Y, sobre todas las cosas, tenemos el ejemplo de sujeción de Cristo
(Jn. 6:38; cf. 1 Ped. 2:21-25). Inequívocamente, el deber de la esposa es sujetarse a las
órdenes y directivas de su marido. Sin embargo, el texto no dice que el marido
la sujete, sino que ella voluntariamente se sujete. Este detalle es crucial. Ella
debe subordinarse a su marido conforme a la voluntad de Dios (cf. Hech. 5:29).
Pero, ¿cómo ha de sujetarse a su marido? El apóstol Pedro indicó la forma: Con
espíritu tierno y sereno (1 Ped. 3:1-4), y con respeto (1 Ped. 3:5,6; cf. Ef.
5:33). “El mandato no tiene excepciones y se aplica a toda
esposa cristiana sin consideración a sus propias capacidades, educación,
conocimiento de las Escrituras, madurez espiritual o cualquier otra cualidad
que pueda compararse a las de su esposo. La sumisión no es para que el esposo
la demande, sino que la esposa debe ofrecerla de forma voluntaria y amorosa”
(J. MacArthur). “Nuestro Dios es Dios de orden. En todo arreglo de El hay
orden, y en el hogar el marido es cabeza de la mujer. Los que se oponen a este
orden se oponen a Dios, y darán cuenta a Dios. La palabra "cabeza"
significa autoridad. El marido es el director, el superintendente de la familia”
(Bill H. Reeves). Los maridos no pueden abusar de su autoridad como cabeza (1
Ped. 3:7), sino que deben amar a sus esposas como Cristo amó a la iglesia (Ef.
5:25-27). Cuando las esposas no se sujetan a sus maridos hacen lo
que no conviene (gr. “aneko”) en el Señor (Col. 3:18). Lo que conviene es “lo
que es debido a una persona, el deber de uno, lo que es adecuado, conveniente”
(Vine). La esposa insubordinada contradice el ejemplo y enseñanza
de Cristo (cf. Mat. 20:25-28). La armonía familiar estará en crisis por la
rotura en la cadena de autoridad, la familia será disfuncional (cf. 1 Cor.
11:3), Dios no tendrá misericordia (1 Ped. 5:5) y las oraciones de la
insubordinada esposa serán obstaculizadas (1 Ped. 3:7).
Amar a su marido
“Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no
calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las
mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos” (Tito 2:3,4) “Como las otras virtudes mencionadas aquí, esta es
incondicional. Se basa en la voluntad de Dios y no en la dignidad del marido.
La palabra griega phileô hace hincapié en el afecto” (J. MacArthur). “Pero eso significa más que simplemente besarle cuando se
va a trabajar. Incluye la multitud de maneras en que le puede mostrar que de
verdad lo respeta -reconociendo su puesto de cabeza en el hogar, no tomando
ninguna decisión importante sin él, manteniendo un hogar ordenado, prestando
atención a la apariencia personal, confesando con presteza, perdonando con
gracia, manteniendo las líneas de comunicación siempre abiertas, refrenándose
de criticar o contradecir a su marido delante de otros, y prestando su apoyo
cuando las cosas no vayan bien” (W. MacDonald). Además del afecto, la mujer debe expresar pasión a su
marido. Previniendo la infidelidad (1 Cor. 7:2). Recreándose sexualmente con su
marido (1 Cor. 7:3,4). Y, absteniéndose del sexo por mutuo acuerdo (1 Cor.
7:5).
Administrar el hogar
“prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables,
sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada” (Tito 2:5,
LBLA). “Deberían darse cuenta de que es un servicio divino que
puede llevarse a cabo para la gloria de Dios. Las mujeres mayores deberían
intentar inculcar el alto honor de servir al Señor en el hogar como esposa y
madre en lugar de trabajar en la industria o en los negocios, descuidando el
hogar y la familia” (W. MacDonald). “Mantener con excelencia un hogar piadoso para el esposo
y los hijos es una responsabilidad de la mujer cristiana que no es susceptible
de negociación” (J. MacArthur). El apóstol Pablo también escribió por el Espíritu: “Por
tanto, quiero que las viudas más jóvenes se casen, que tengan hijos, que cuiden
su casa y no den al adversario ocasión de reproche” (1 Tim. 5:14, LBLA). “El dominio de la mujer es su casa. Debe encargarse de
ella. Tal es el papel que Dios le ha dado, y el hombre no puede tomar su lugar.
Ella pasa más tiempo con los hijos que el padre, por estar él trabajando fuera
de la casa, y por eso la disciplina de ellos es una de sus responsabilidades
mayores, al gobernar su casa” (Bill H. Reeves). “El término griego denota todos los aspectos de la administración
de un hogar y no solo la crianza de los hijos. El hogar es el dominio donde una
mujer casada vive en satisfacción en el diseño perfecto de Dios” (J.
MacArthur). La esposa debe enfocarse en su rol de madre: “Pero se
salvará engendrando hijos, si permanece en fe, amor y santidad, con modestia… Por
tanto, quiero que las viudas más jóvenes se casen, que tengan hijos” (1 Tim.
2:15; 5:14). “Las viudas más jóvenes todavía estaban en edad de tener
hijos. Aunque habían perdido a su primer marido, todavía tenían acceso al
privilegio y la bendición de volverse a casar y tener hijos” (J. MacArthur). El diseño principal del matrimonio es formar una familia,
si una joven esposa no puede tener hijos, la adopción es una maravillosa
bendición.
Conclusión
Los deberes de la esposa son: subordinarse a su marido, amar
a su marido y administrar el hogar. Si la esposa se ha subordinado a
Jesucristo haciéndole el Señor de su vida, será cristiana primero y esposa en
segundo lugar, y aceptará con gusto los deberes que le ha impuesto su Señor. Cuando una mujer se ha sometido a
Jesucristo, es más probable que sea respetada por su marido, porque será la
mujer que su esposo necesita, y sus hijos serán más propensos a subordinarse y
obedecer en el hogar.