El matrimonio como institución sagrada une a un hombre y
a una mujer en santo matrimonio, con deberes indicados por Dios. Los deberes del
marido son: 1) Amar a su esposa. 2) Respetar a su esposa. 3) Sustentar a su
esposa. Y, los deberes de la esposa son: 1) Subordinarse a su marido. 2) Amar a
su marido. 3) Administrar el hogar. El propósito de Dios para el matrimonio es crear familias
en las que los hijos tienen el beneficio de padres que brindan la mejor
protección, provisión, y dirección, posibles; todo esto se materializa en una
maravillosa realidad cuando papá y mamá cumplen sus deberes.
Los deberes de los padres
En primer lugar, aprendemos de las sagradas Escrituras,
que el deber más básico del padre es sostener a su familia, “pues no deben
atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos” (2 Cor.
12:14). “porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su
casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo” (1 Tim. 5:8). Luego, encontramos en el registro sagrado una amonestación
frecuentemente olvidada. Dios prohíbe provocar a ira a los hijos,
exasperándoles, y desalentándoles: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a
vuestros hijos” (Ef. 6:4). “Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no
se desalienten” (Col. 3:21). “Es decir, no los irritéis con mandamientos humillantes,
culpándolos sin razón, o teniendo un temperamento inconstante” (Jamieson,
Fausset, Brown). “En el mundo pagano del tiempo de Pablo, e incluso en
muchos hogares judíos, la mayoría de los padres gobernaban el hogar de cada uno
de ellos con rigidez y autoridad dominante. Los deseos y el bienestar de la
esposa y los hijos eran considerados muy rara vez. El apóstol aclara que la
autoridad de un padre cristiano sobre sus hijos no da lugar a exigencias y
coacciones irrazonables que podrían despertar enojo, desesperación y
resentimiento en los hijos.” (J. MacArthur). “Hay muchas maneras de provocar a ira o exasperar a los
hijos : (1) abusar de la autoridad (ser crueles, abusivos tanto con palabras
como con hechos); (2) criticarles, y aun hacer burla de ellos; (3) ser injustos
en la disciplina (administrar castigo que no es apropiado, por ser excesivo o
inadecuado, o motivado por el enojo); (4) ser parciales (Gen. 37:3-4); (5) por
usar amenazas huecas; (6) humillarlos y avergonzarlos innecesariamente; (7)
usar medios necios para "castigar" (encerrarlos en un cuarto oscuro,
o asustarlos con mentiras); (8) no hacerles caso; (9) esperar demasiado de
ellos (como si fueran adultos); en fin, los padres mismos, si no son maduros,
pueden provocar a ira o exasperar a sus hijos. Muchas veces los padres son más
"niños" que los niños.” (Wayne Partain). “En Efesios 5:25, Pablo impuso a los esposos que debían
amar a sus esposas, ¡así como Cristo amó a la iglesia lo suficiente como para
morir por ella! Aquí confrontó a los padres, especialmente a los padres, con
sus obligaciones para con sus hijos. Deben instruirlos y disciplinarlos
"en el Señor", teniendo el más urgente respeto por los derechos y
sentimientos de los niños. Un momento después, él haría tronar las obligaciones
de los amos hacia sus esclavos (Ef. 6:9). La naturaleza épica de estas
amonestaciones se ve en el hecho de que, en la sociedad de la época de Pablo,
las esposas, los hijos y los esclavos no tenían derechos” (J. B. Coffman). En tercer lugar, encontramos en las sagradas Escrituras,
el deber de proporcionar entrenamiento espiritual a los hijos, “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos,
sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Ef. 6:4). Criar (gr. “ektrefo”), es entrenar, sustentar, instruir,
a la madurez. La disciplina (gr. “paideia”): “denota la formación dada a un
niño, incluyendo la instrucción; de ahí, disciplina, corrección… sugiriendo la
disciplina cristiana que regula el carácter” (Vine). “La palabra "disciplina" abarca todo el proceso
de criar y entrenar a los hijos. Los hijos consentidos tendrán una vida de
miseria. "El muchacho consentido avergonzará a su madre" (Prov. 29:15).
La palabra "consentido" en este texto significa "dejado
solo". Dice la Versión Moderna, "dejado al gobierno de sí
mismo". En Job 39:5 esta palabra se traduce "echar libre"
("¿Quién echó libre al asno montés, y quién soltó sus ataduras?") Los
hijos no deben andar libres como el "asno montés"; no les conviene.
Pues no es para su bienestar, sino para su ruina.” (Wayne Partain). “Este es un llamado a la disciplina y la instrucción
sistemáticas que capacitan a los hijos para respetar los mandatos del Señor
como el fundamento firme para llevar una vida piadosa y bendecida” (J.
MacArthur). Amonestar (gr. “nouthesia”): “un poner en mente (nous,
mente; tithemi, poner)… es la «instrucción de palabra», tanto si es de aliento
como, en caso necesario, de reprensión o reproche. En contraste con esto, la
palabra sinónima paideia acentúa la instrucción con acción, aunque se usen
ambas palabras en ambos sentidos” (Vine). El entrenamiento es posible por la buena instrucción y el
ejemplo perseverante (Deut. 6:6,7; 32:46; Sal. 78:4-6). Es imprescindible que la
palabra de Dios debe more en el corazón del padre, para que así, el padre guie
a los suyos como Josué (cf. Jos. 24:14,15). Se ha dicho que un padre que es creyente activo
proporciona un 75% de probabilidades de que sus hijos también lo sean. Sin
embargo, si solamente la madre es creyente activa, la probabilidad es de un
15%. Sin embargo, Timoteo es una excepción a la estadística a pesar de contar
con un padre que, según sabemos, no abrazó la fe (2 Tim. 1:5; Hech. 16:1). “Observemos que se dice que en Loida y Eunice habitaba la
fe. No estaba allí como un visitante ocasional, sino como una presencia
permanente en ellas. Pablo estaba seguro de que así sucedía también en Timoteo.
Era una fe genuina que Timoteo mantendría a pesar de todas las pruebas que
tuviese que afrontar a causa de ella” (W. MacDonald). En cuarto lugar, aprendemos que el deber del padres es proporcionar
disciplina adecuada, “criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Ef.
6:4). Como nuestro Padre celestial nos disciplina (Heb. 12:6-10). Aunque es
desagradable experiencia (cf. Heb. 12:11; Prov. 13:24).
Los deberes de las madres
En primer lugar, el deber de toda madre es amar a sus
hijos, “que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos”
(Tito 2:4). Cuidando que la abundancia de maldad no altere su corazón (cf. Rom.
1:31; Mat. 24:12). “Aproximadamente 121 millones de embarazos no planeados
ocurrieron cada año entre 2015 y 2019. De estos embarazos no planeados, el 61%
terminó en aborto. Esto se traduce en 73 millones de abortos por año”
(Guttmacher Institute). En segundo lugar, la madre debe administrar su hogar: “que
enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser
prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para
que la palabra de Dios no sea blasfemada” (Tito 2:4,5). “Quiero, pues, que las
viudas jóvenes se casen, críen hijos, gobiernen su casa; que no den al
adversario ninguna ocasión de maledicencia” (1 Tim. 5:14). Una cualidad
importante que bien ilustra la mujer virtuosa (Prov. 31:10-31). El trabajo más creativo del mundo tiene que ver con la
moda, decoración, recreación, educación, transporte, psicología, romance,
cocina, literatura, arte, economía, gobierno, pediatría, geriatría,
entretenimiento, mantenimiento, compras, derecho, religión, energía y gestión.
Cualquiera que pueda manejar todo esto tiene que ser una persona especial, ella
es la dueña de casa” (Richard Kerr citado en Homemade). En tercer lugar, la madre debe ocuparse en proporcionar
entrenamiento a sus hijos. Nunca debe olvidar esta cotidiana ocupación, especialmente
cuando falta el liderazgo masculino, como fue el caso de Timoteo (Hech. 16:1-3;
2 Tim. 1:5). Para desgracia de nuestra generación, con demasiada frecuencia los
padres descuidan la formación de sus hijos, dejando todo el trabajo a las madres,
e incluso, al gobierno, y si no, a la iglesia.
Conclusión
Bienaventurados los hogares donde los padres y madres cumplen
con sus deberes asignados por Dios. Ningún hogar es perfecto, y habrá errores y falencias,
pero con la dirección y poder de Dios todo hogar puede superar los obstáculos y
glorificar al Señor. Cómo enseñar la fe a sus hijos: 1) Hable de Dios y de las
cosas de Dios en las conversaciones normales. 2) Comunique el amor de Dios a
sus hijos. 3) Viva con fe, sufra con fe. 4) Viva con esperanza, sufra con esperanza. 5)
Ore con sus hijos. 6) Sirva a Dios con sus hijos. 7) Sea un auténtico y
completo cristiano.