Los deberes de papá y mamá



Por Josué Hernández

 
El matrimonio como institución sagrada une a un hombre y a una mujer en santo matrimonio, con deberes indicados por Dios. Los deberes del marido son: 1) Amar a su esposa. 2) Respetar a su esposa. 3) Sustentar a su esposa. Y, los deberes de la esposa son: 1) Subordinarse a su marido. 2) Amar a su marido. 3) Administrar el hogar.
 
El propósito de Dios para el matrimonio es crear familias en las que los hijos tienen el beneficio de padres que brindan la mejor protección, provisión, y dirección, posibles; todo esto se materializa en una maravillosa realidad cuando papá y mamá cumplen sus deberes.
 
Los deberes de los padres
 
En primer lugar, aprendemos de las sagradas Escrituras, que el deber más básico del padre es sostener a su familia, “pues no deben atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos” (2 Cor. 12:14). “porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo” (1 Tim. 5:8).
 
Luego, encontramos en el registro sagrado una amonestación frecuentemente olvidada. Dios prohíbe provocar a ira a los hijos, exasperándoles, y desalentándoles: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos” (Ef. 6:4). “Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten” (Col. 3:21).
 
“Es decir, no los irritéis con mandamientos humillantes, culpándolos sin razón, o teniendo un temperamento inconstante” (Jamieson, Fausset, Brown).
 
“En el mundo pagano del tiempo de Pablo, e incluso en muchos hogares judíos, la mayoría de los padres gobernaban el hogar de cada uno de ellos con rigidez y autoridad dominante. Los deseos y el bienestar de la esposa y los hijos eran considerados muy rara vez. El apóstol aclara que la autoridad de un padre cristiano sobre sus hijos no da lugar a exigencias y coacciones irrazonables que podrían despertar enojo, desesperación y resentimiento en los hijos.” (J. MacArthur).
 
“Hay muchas maneras de provocar a ira o exasperar a los hijos : (1) abusar de la autoridad (ser crueles, abusivos tanto con palabras como con hechos); (2) criticarles, y aun hacer burla de ellos; (3) ser injustos en la disciplina (administrar castigo que no es apropiado, por ser excesivo o inadecuado, o motivado por el enojo); (4) ser parciales (Gen. 37:3-4); (5) por usar amenazas huecas; (6) humillarlos y avergonzarlos innecesariamente; (7) usar medios necios para "castigar" (encerrarlos en un cuarto oscuro, o asustarlos con mentiras); (8) no hacerles caso; (9) esperar demasiado de ellos (como si fueran adultos); en fin, los padres mismos, si no son maduros, pueden provocar a ira o exasperar a sus hijos. Muchas veces los padres son más "niños" que los niños.” (Wayne Partain).
 
“En Efesios 5:25, Pablo impuso a los esposos que debían amar a sus esposas, ¡así como Cristo amó a la iglesia lo suficiente como para morir por ella! Aquí confrontó a los padres, especialmente a los padres, con sus obligaciones para con sus hijos. Deben instruirlos y disciplinarlos "en el Señor", teniendo el más urgente respeto por los derechos y sentimientos de los niños. Un momento después, él haría tronar las obligaciones de los amos hacia sus esclavos (Ef. 6:9). La naturaleza épica de estas amonestaciones se ve en el hecho de que, en la sociedad de la época de Pablo, las esposas, los hijos y los esclavos no tenían derechos” (J. B. Coffman).
 
En tercer lugar, encontramos en las sagradas Escrituras, el deber de proporcionar entrenamiento espiritual a los hijos, “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Ef. 6:4).
 
Criar (gr. “ektrefo”), es entrenar, sustentar, instruir, a la madurez. La disciplina (gr. “paideia”): “denota la formación dada a un niño, incluyendo la instrucción; de ahí, disciplina, corrección… sugiriendo la disciplina cristiana que regula el carácter” (Vine).
 
“La palabra "disciplina" abarca todo el proceso de criar y entrenar a los hijos. Los hijos consentidos tendrán una vida de miseria. "El muchacho consentido avergonzará a su madre" (Prov. 29:15). La palabra "consentido" en este texto significa "dejado solo". Dice la Versión Moderna, "dejado al gobierno de sí mismo". En Job 39:5 esta palabra se traduce "echar libre" ("¿Quién echó libre al asno montés, y quién soltó sus ataduras?") Los hijos no deben andar libres como el "asno montés"; no les conviene. Pues no es para su bienestar, sino para su ruina.” (Wayne Partain).
 
“Este es un llamado a la disciplina y la instrucción sistemáticas que capacitan a los hijos para respetar los mandatos del Señor como el fundamento firme para llevar una vida piadosa y bendecida” (J. MacArthur).
 
Amonestar (gr. “nouthesia”): “un poner en mente (nous, mente; tithemi, poner)… es la «instrucción de palabra», tanto si es de aliento como, en caso necesario, de reprensión o reproche. En contraste con esto, la palabra sinónima paideia acentúa la instrucción con acción, aunque se usen ambas palabras en ambos sentidos” (Vine).
 
El entrenamiento es posible por la buena instrucción y el ejemplo perseverante (Deut. 6:6,7; 32:46; Sal. 78:4-6). Es imprescindible que la palabra de Dios debe more en el corazón del padre, para que así, el padre guie a los suyos como Josué (cf. Jos. 24:14,15).
 
Se ha dicho que un padre que es creyente activo proporciona un 75% de probabilidades de que sus hijos también lo sean. Sin embargo, si solamente la madre es creyente activa, la probabilidad es de un 15%. Sin embargo, Timoteo es una excepción a la estadística a pesar de contar con un padre que, según sabemos, no abrazó la fe (2 Tim. 1:5; Hech. 16:1).
 
“Observemos que se dice que en Loida y Eunice habitaba la fe. No estaba allí como un visitante ocasional, sino como una presencia permanente en ellas. Pablo estaba seguro de que así sucedía también en Timoteo. Era una fe genuina que Timoteo mantendría a pesar de todas las pruebas que tuviese que afrontar a causa de ella” (W. MacDonald).
 
En cuarto lugar, aprendemos que el deber del padres es proporcionar disciplina adecuada, “criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Ef. 6:4). Como nuestro Padre celestial nos disciplina (Heb. 12:6-10). Aunque es desagradable experiencia (cf. Heb. 12:11; Prov. 13:24).
 
Los deberes de las madres
 
En primer lugar, el deber de toda madre es amar a sus hijos, “que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos” (Tito 2:4). Cuidando que la abundancia de maldad no altere su corazón (cf. Rom. 1:31; Mat. 24:12). “Aproximadamente 121 millones de embarazos no planeados ocurrieron cada año entre 2015 y 2019. De estos embarazos no planeados, el 61% terminó en aborto. Esto se traduce en 73 millones de abortos por año” (Guttmacher Institute).
 
En segundo lugar, la madre debe administrar su hogar: “que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada” (Tito 2:4,5). “Quiero, pues, que las viudas jóvenes se casen, críen hijos, gobiernen su casa; que no den al adversario ninguna ocasión de maledicencia” (1 Tim. 5:14). Una cualidad importante que bien ilustra la mujer virtuosa (Prov. 31:10-31).
 
El trabajo más creativo del mundo tiene que ver con la moda, decoración, recreación, educación, transporte, psicología, romance, cocina, literatura, arte, economía, gobierno, pediatría, geriatría, entretenimiento, mantenimiento, compras, derecho, religión, energía y gestión. Cualquiera que pueda manejar todo esto tiene que ser una persona especial, ella es la dueña de casa” (Richard Kerr citado en Homemade).
 
En tercer lugar, la madre debe ocuparse en proporcionar entrenamiento a sus hijos. Nunca debe olvidar esta cotidiana ocupación, especialmente cuando falta el liderazgo masculino, como fue el caso de Timoteo (Hech. 16:1-3; 2 Tim. 1:5). Para desgracia de nuestra generación, con demasiada frecuencia los padres descuidan la formación de sus hijos, dejando todo el trabajo a las madres, e incluso, al gobierno, y si no, a la iglesia.
 
Conclusión
 
Bienaventurados los hogares donde los padres y madres cumplen con sus deberes asignados por Dios.
 
Ningún hogar es perfecto, y habrá errores y falencias, pero con la dirección y poder de Dios todo hogar puede superar los obstáculos y glorificar al Señor.
 
Cómo enseñar la fe a sus hijos: 1) Hable de Dios y de las cosas de Dios en las conversaciones normales. 2) Comunique el amor de Dios a sus hijos. 3) Viva con fe, sufra con fe.  4) Viva con esperanza, sufra con esperanza. 5) Ore con sus hijos. 6) Sirva a Dios con sus hijos. 7) Sea un auténtico y completo cristiano.