¿Menosprecia usted a Dios?
Disculpe que hagamos una pregunta que a simple vista resulta tan absurda, e
incluso, ofensiva. Seguramente todos nosotros negaremos tal cosa. Es difícil
imaginar que alguno menosprecie a Dios, entendiendo que “menospreciar” es mirar
en menos, con desdén, tener en poco, despreciar, y de ahí, detestar. Un evento muy conocido en la vida
de David nos pone a prueba. Cierto día, al caer la tarde, cuando David caminaba
por el terrado de la casa real, logró ver a una hermosa mujer bañándose, y
motivado por su lujuria, envió por ella y cometió adulterio con ella, y su
aventura resultó en un embarazo. Cuando Betsabé informó a David del embarazo,
David procuró encubrirlo y no lográndolo, arregló la muerte de Urías el marido
de Betsabé (2 Sam. 11:1-26). Luego, se casó con Betsabé, aunque él ya tenía
media docena, sino más, esposas (cf. 2 Sam. 3:1-5). Dios envió al profeta Natán a
confrontar a David por su pecado, y usando de una inteligente historia sobre un
hombre rico que se llevó la corderita de un hombre pobre, David reaccionó de manera asombrosa: “Entonces se encendió el furor de David en gran
manera contra aquel hombre, y dijo a Natán: Vive Jehová, que el que tal hizo es
digno de muerte. Y debe pagar la cordera con cuatro tantos, porque hizo tal
cosa, y no tuvo misericordia” (2 Sam. 12:5,6). “Entonces dijo Natán a David: Tú
eres aquel hombre. Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: Yo te ungí por rey
sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl, y te di la casa de tu señor, y las
mujeres de tu señor en tu seno; además te di la casa de Israel y de Judá; y si
esto fuera poco, te habría añadido mucho más. ¿Por qué, pues, tuviste en
poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos? A Urías
heteo heriste a espada, y tomaste por mujer a su mujer, y a él lo mataste con
la espada de los hijos de Amón. Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu
casa la espada, por cuanto me menospreciaste, y tomaste la mujer de
Urías heteo para que fuese tu mujer” (2 Sam. 12:7-10, énfasis mío, jh). Dios acusó a David de tener “en
poco la palabra de Jehová”, mandamientos que incluyen “No matarás”, “No
cometerás adulterio”, “no codiciarás la mujer de tu prójimo”, y Dios agregó una
cosa muy importante aquí, aseverando que cuando David despreció la palabra de
Dios había despreciado a Dios mismo: “tuviste en poco la palabra de Jehová... me
menospreciaste” (2 Sam. 12:9,10). Algo similar sucedió a Elí: “Era,
pues, muy grande delante de Jehová el pecado de los jóvenes; porque los hombres
menospreciaban las ofrendas de Jehová… Por tanto, Jehová el Dios de Israel
dice: Yo había dicho que tu casa y la casa de tu padre andarían delante de mí
perpetuamente; mas ahora ha dicho Jehová: Nunca yo tal haga, porque yo honraré
a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco” (1 Sam.
2:17,30). La diferencia entre Elí y David
es evidente. David fue un hombre conforme al corazón de Dios (1 Sam. 13:14) y
su disposición general fue de amor y servicio a Jehová de los ejércitos, a
diferencia de Elí que toleraba la maldad de sus hijos. Sin embargo, a pesar de
toda la obediencia anterior, en la secuencia de eventos del pecado con Betsabé,
David había menospreciado a Dios por tener en poco su palabra. Entonces, sea cual fuere nuestra
actitud hacia la palabra de Dios, ésa será nuestra actitud hacia Dios. Y,por lo tanto, menospreciar la palabra de Dios
es menospreciar a Dios.