“por cuanto me menospreciaste”

 
Por Josué Hernández

 
¿Menosprecia usted a Dios? Disculpe que hagamos una pregunta que a simple vista resulta tan absurda, e incluso, ofensiva. Seguramente todos nosotros negaremos tal cosa. Es difícil imaginar que alguno menosprecie a Dios, entendiendo que “menospreciar” es mirar en menos, con desdén, tener en poco, despreciar, y de ahí, detestar.
 
Un evento muy conocido en la vida de David nos pone a prueba. Cierto día, al caer la tarde, cuando David caminaba por el terrado de la casa real, logró ver a una hermosa mujer bañándose, y motivado por su lujuria, envió por ella y cometió adulterio con ella, y su aventura resultó en un embarazo. Cuando Betsabé informó a David del embarazo, David procuró encubrirlo y no lográndolo, arregló la muerte de Urías el marido de Betsabé (2 Sam. 11:1-26). Luego, se casó con Betsabé, aunque él ya tenía media docena, sino más, esposas (cf. 2 Sam. 3:1-5).
 
Dios envió al profeta Natán a confrontar a David por su pecado, y usando de una inteligente historia sobre un hombre rico que se llevó la corderita de un hombre pobre, David reaccionó de manera asombrosa: “Entonces se encendió el furor de David en gran manera contra aquel hombre, y dijo a Natán: Vive Jehová, que el que tal hizo es digno de muerte. Y debe pagar la cordera con cuatro tantos, porque hizo tal cosa, y no tuvo misericordia” (2 Sam. 12:5,6).
 
“Entonces dijo Natán a David: Tú eres aquel hombre. Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: Yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl, y te di la casa de tu señor, y las mujeres de tu señor en tu seno; además te di la casa de Israel y de Judá; y si esto fuera poco, te habría añadido mucho más. ¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos? A Urías heteo heriste a espada, y tomaste por mujer a su mujer, y a él lo mataste con la espada de los hijos de Amón. Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste, y tomaste la mujer de Urías heteo para que fuese tu mujer” (2 Sam. 12:7-10, énfasis mío, jh).
 
Dios acusó a David de tener “en poco la palabra de Jehová”, mandamientos que incluyen “No matarás”, “No cometerás adulterio”, “no codiciarás la mujer de tu prójimo”, y Dios agregó una cosa muy importante aquí, aseverando que cuando David despreció la palabra de Dios había despreciado a Dios mismo: “tuviste en poco la palabra de Jehová... me menospreciaste” (2 Sam. 12:9,10).
 
Algo similar sucedió a Elí: “Era, pues, muy grande delante de Jehová el pecado de los jóvenes; porque los hombres menospreciaban las ofrendas de Jehová… Por tanto, Jehová el Dios de Israel dice: Yo había dicho que tu casa y la casa de tu padre andarían delante de mí perpetuamente; mas ahora ha dicho Jehová: Nunca yo tal haga, porque yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco” (1 Sam. 2:17,30).
 
La diferencia entre Elí y David es evidente. David fue un hombre conforme al corazón de Dios (1 Sam. 13:14) y su disposición general fue de amor y servicio a Jehová de los ejércitos, a diferencia de Elí que toleraba la maldad de sus hijos. Sin embargo, a pesar de toda la obediencia anterior, en la secuencia de eventos del pecado con Betsabé, David había menospreciado a Dios por tener en poco su palabra.
 
Entonces, sea cual fuere nuestra actitud hacia la palabra de Dios, ésa será nuestra actitud hacia Dios. Y,  por lo tanto, menospreciar la palabra de Dios es menospreciar a Dios.

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