¿Es posible dar tres respuestas aparentemente diferentes
a una misma pregunta, y ser todas las respuestas correctas? Parece poco probable.
Es más, parece imposible. Sin embargo, este el caso en el libro Hechos cuando
se preguntó sobre qué hacer para alcanzar la salvación. La respuesta expresada al carcelero de Filipos fue, “Cree
en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa” (Hech. 16:31). Debido a lo
cual, algunos insisten en que la respuesta dada al carcelero indica la
salvación por la fe sola, y, por lo tanto, esta es la clase de respuesta que
debemos predicar hoy en día. No obstante, una consideración de las respuestas expresadas
a esta pregunta muestra la falacia de semejante razonamiento. La respuesta expresada el día de Pentecostés fue, “Arrepentíos,
y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los
pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hech. 2:38). Y, a Saulo le
fue dicho, “Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre”
(Hech. 22:16). Si solo consideramos la respuesta al carcelero, sin
estudiarla en su contexto, podríamos fácilmente concluir que el carcelero fue
salvo solo por la fe y su familia fue salva por la fe de él. Luego, tendríamos
que asumir que en el día de Pentecostés la salvación fue ofrecida de manera
diferente, a saber, por el arrepentimiento y el bautismo, pero sin la fe; y,
que Saulo fue salvo solamente por el bautismo, sin fe ni arrepentimiento. Obviamente,
estas conclusiones no son válidas. Un estudio imparcial del contexto muestra que los mismos
elementos, es decir, la fe, el arrepentimiento y el bautismo, estaban presentes
en cada caso de conversión. El pecador debe creer en Cristo para ser salvo, pero
si su fe no le mueve a expresar la obediencia a los mandamientos de Dios será
una fe cadáver (Sant. 2:24-26). Jesús no es salvador de los desobedientes (Heb.
5:9).
Entonces, ¿por qué difieren las
respuestas?
Las respuestas fueron expresadas a personas en circunstancias
diferentes. Un hombre que avanza raudo a la capital verá disminuir la distancia
en los letreros de información en la carretera, aunque siempre se le indique
precisamente la dirección para llegar a la capital. La distancia es menor a medida
que se acerca, y antes, obviamente, era mayor. Sin embargo, siempre se dirige a
la capital, y todos los datos en el camino son parte de la gran verdad: “La
ubicación de la capital”. No hay indicios de que el carcelero de Filipos tuviera
mucho conocimiento del sistema de salvación en Cristo al momento de preguntar
qué hacer para ser salvo. En semejante circunstancia, se le dijo “Cree en el
Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa” (Hech. 16:31). Luego, leemos que
urgentemente, a pesar de la hora de la noche, “le hablaron la palabra del Señor
a él y a todos los que estaban en su casa” (Hech. 16:32) informándole sobre
cómo creer en el Señor Jesucristo. Sabemos que el carcelero se arrepintió, lo
cual es indicado en que lavó las heridas de Pablo y Silas “y en seguida se
bautizó él con todos los suyos” (Hech. 16:33). Así, pues, el carcelero y su familia
llegaron a creer verdaderamente (Hech. 16:34) expresando su fe (Rom. 1:5; 16:26;
Gal. 5:6). En fin, Pablo y Silas entendían el verbo creer en su sentido
comprensivo, involucrando toda la obediencia al evangelio. Los creyentes del día de Pentecostés ya habían oído y
entendido el evangelio antes de preguntar: “Varones hermanos, ¿qué haremos?”.
Esto es importante, ellos estaban en un punto de comprensión más alto que el
carcelero al momento que éste dijo: “Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?”
(Hech. 16:30). El evangelio había aguijoneado los corazones de los piadosos en
el día de Pentecostés, es decir, ellos habían creído la predicación, debido a
lo cual Pedro les dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el
nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del
Espíritu Santo” (Hech. 2:38). Saulo ya había oído y creído camino a Damasco (Hech. 9:1-6),
había pasado tres días orando, sin duda, arrepentido (Hech. 9:9), cuando le fue
dicho, “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus
pecados, invocando su nombre” (Hech. 22:16).
¿En qué punto del camino estás?
Cada cual está en cierta ubicación delante de Dios cuando
pregunta sobre qué hacer para ser salvo. Tal vez, ya ha oído suficiente sobre
Jesús y cree en él, y solo falta que se arrepienta para ser bautizado para el
perdón de sus pecados (Hech. 2:38), o incluso, sólo falta levantarse para lavar
sus pecados en la sangre de Cristo (Hech. 22:16; Apoc. 1:5). Jesucristo “vino a ser autor de eterna salvación para
todos los que le obedecen” (Heb. 5:9) y ha dado un evangelio a todos (Gal. 1:8;
Rom 2:11). La pregunta es, ¿ha expresado su fe mediante la total y completa
obediencia al evangelio de Cristo (1 Ped. 4:17; 2 Tes. 1:8)?