Tres respuestas a una pregunta

 
Por Josué Hernández

 
¿Es posible dar tres respuestas aparentemente diferentes a una misma pregunta, y ser todas las respuestas correctas? Parece poco probable. Es más, parece imposible. Sin embargo, este el caso en el libro Hechos cuando se preguntó sobre qué hacer para alcanzar la salvación.
 
La respuesta expresada al carcelero de Filipos fue, “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa” (Hech. 16:31). Debido a lo cual, algunos insisten en que la respuesta dada al carcelero indica la salvación por la fe sola, y, por lo tanto, esta es la clase de respuesta que debemos predicar hoy en día. No obstante, una consideración de las respuestas expresadas a esta pregunta muestra la falacia de semejante razonamiento.
 
La respuesta expresada el día de Pentecostés fue, “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hech. 2:38). Y, a Saulo le fue dicho, “Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hech. 22:16).
 
Si solo consideramos la respuesta al carcelero, sin estudiarla en su contexto, podríamos fácilmente concluir que el carcelero fue salvo solo por la fe y su familia fue salva por la fe de él. Luego, tendríamos que asumir que en el día de Pentecostés la salvación fue ofrecida de manera diferente, a saber, por el arrepentimiento y el bautismo, pero sin la fe; y, que Saulo fue salvo solamente por el bautismo, sin fe ni arrepentimiento. Obviamente, estas conclusiones no son válidas.
 
Un estudio imparcial del contexto muestra que los mismos elementos, es decir, la fe, el arrepentimiento y el bautismo, estaban presentes en cada caso de conversión. El pecador debe creer en Cristo para ser salvo, pero si su fe no le mueve a expresar la obediencia a los mandamientos de Dios será una fe cadáver (Sant. 2:24-26). Jesús no es salvador de los desobedientes (Heb. 5:9).
 
Entonces, ¿por qué difieren las respuestas?
 
Las respuestas fueron expresadas a personas en circunstancias diferentes. Un hombre que avanza raudo a la capital verá disminuir la distancia en los letreros de información en la carretera, aunque siempre se le indique precisamente la dirección para llegar a la capital. La distancia es menor a medida que se acerca, y antes, obviamente, era mayor. Sin embargo, siempre se dirige a la capital, y todos los datos en el camino son parte de la gran verdad: “La ubicación de la capital”.
 
No hay indicios de que el carcelero de Filipos tuviera mucho conocimiento del sistema de salvación en Cristo al momento de preguntar qué hacer para ser salvo. En semejante circunstancia, se le dijo “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa” (Hech. 16:31). Luego, leemos que urgentemente, a pesar de la hora de la noche, “le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa” (Hech. 16:32) informándole sobre cómo creer en el Señor Jesucristo. Sabemos que el carcelero se arrepintió, lo cual es indicado en que lavó las heridas de Pablo y Silas “y en seguida se bautizó él con todos los suyos” (Hech. 16:33). Así, pues, el carcelero y su familia llegaron a creer verdaderamente (Hech. 16:34) expresando su fe (Rom. 1:5; 16:26; Gal. 5:6). En fin, Pablo y Silas entendían el verbo creer en su sentido comprensivo, involucrando toda la obediencia al evangelio.
 
Los creyentes del día de Pentecostés ya habían oído y entendido el evangelio antes de preguntar: “Varones hermanos, ¿qué haremos?”. Esto es importante, ellos estaban en un punto de comprensión más alto que el carcelero al momento que éste dijo: “Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?” (Hech. 16:30). El evangelio había aguijoneado los corazones de los piadosos en el día de Pentecostés, es decir, ellos habían creído la predicación, debido a lo cual Pedro les dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hech. 2:38).
 
Saulo ya había oído y creído camino a Damasco (Hech. 9:1-6), había pasado tres días orando, sin duda, arrepentido (Hech. 9:9), cuando le fue dicho, “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hech. 22:16).
 
¿En qué punto del camino estás?
 
Cada cual está en cierta ubicación delante de Dios cuando pregunta sobre qué hacer para ser salvo. Tal vez, ya ha oído suficiente sobre Jesús y cree en él, y solo falta que se arrepienta para ser bautizado para el perdón de sus pecados (Hech. 2:38), o incluso, sólo falta levantarse para lavar sus pecados en la sangre de Cristo (Hech. 22:16; Apoc. 1:5).
 
Jesucristo “vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (Heb. 5:9) y ha dado un evangelio a todos (Gal. 1:8; Rom 2:11). La pregunta es, ¿ha expresado su fe mediante la total y completa obediencia al evangelio de Cristo (1 Ped. 4:17; 2 Tes. 1:8)?

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