Capacitándonos para servir

 
Por Josué Hernández

 
En Efesios 4:7-16 leemos de los dones que Cristo ha dado a su iglesia, y aprendemos que estos dones son funciones u oficios: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros” (Ef. 4:11).
 
Algunos de estos dones, o regalos, fueron temporales. Los apóstoles y los profetas no están en ejercicio personal hoy en día. Sin embargo, su obra forma el cimiento (Ef. 2:19-22). Otros dones, u obsequios, son permanentes: Evangelistas, pastores y maestros, cuyo trabajo de ampliar y edificar el cuerpo de Cristo continúa (cf. 1 Cor. 3:9-11).
 
El propósito de estos dones de Cristo fue definido por Pablo en Efesios 4:12: “a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (LBLA).
 
Entonces, “capacitar a los santos para la obra del ministerio” es objetivo importante para aquellos que sirven como evangelistas, pastores y maestros. De hecho, es una de las principales razones por las que nos reunimos (Heb. 10:24,25; cf. 1 Cor. 14:26; Col. 3:16).
 
Por ejemplo, el evangelista Tito fue instruido una y otra vez para lograr este fin: “Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra” (Tito 3:1). “Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres” (Tito 3:8). “Y aprendan también los nuestros a ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad, para que no sean sin fruto” (Tito 3:14).
 
El Señor está construyendo su iglesia
 
Cristo dijo: “edificaré mi iglesia” (Mat. 16:18). Esta promesa, que se refiere al “establecimiento” de la iglesia, fue cumplida. Sin embargo, el Señor continúa construyendo su iglesia. Como cabeza sobre todas las cosas a la iglesia (Ef. 1:22,23), está muy involucrado en la expansión de ella, y en el libro Hechos vemos el interés del Señor para que almas fueran agregadas a su iglesia.
 
Por ejemplo, el Señor esperó el día de Pentecostés para derramar su Espíritu y muchos oyeran el evangelio (Hech. 2:17,33,47). El Señor envió un ángel para que Felipe se encontrara con el etíope (Hech. 8:26). El Señor mandó a Ananías para que se reuniera con Saulo (Hech. 9:10-15). ¿Recuerda otros casos?
 
Así como ayer, también hoy, el Señor está interesado en la salvación del hombre (cf. 1 Tim. 2:4; 2 Ped. 3:9), y este interés lo ejerce activamente mediante su providencia: “Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él” (2 Cron. 16:9). El Señor prometió a los que tienen “hambre y sed de justicia” el ser “saciados” (Mat. 5:6; Jn. 6:35).
 
Si alguno, en algún lugar, está buscando hacer la voluntad de Dios, el Señor le dará la oportunidad de encontrar la enseñanza necesaria. Los predicadores son “colaboradores de Dios” en esta tarea (cf. 1 Cor. 3:5-9). Los predicadores son “servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios” (1 Cor. 4:1).
 
El Señor “abre las puertas” para los que están capacitados para servir
 
Una “puerta abierta” es una oportunidad: Pablo escribió a los corintios: “porque se me ha abierto puerta grande y eficaz, y muchos son los adversarios” (1 Cor. 16:9). “Cuando llegué a Troas para predicar el evangelio de Cristo, aunque se me abrió puerta en el Señor, no tuve reposo en mi espíritu, por no haber hallado a mi hermano Tito; así, despidiéndome de ellos, partí para Macedonia” (2 Cor. 2:12,13).
 
No obstante, la puerta es abierta a los que están preparados, es decir, capacitados: “Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre” (Apoc. 3:8).
 
Por lo tanto, si deseamos que el Señor nos abra la puerta debemos prepararnos (2 Tim. 2:20-22; 3:16,17). Capacitarnos para enseñar la palabra eficientemente al mundo, y así también “capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Ef. 4:12, LBLA).
 
Piense en lo siguiente: ¿Si no nos preparamos para la obra del ministerio? ¿Quién será instrumento útil para enseñar? ¿Quién será instrumento útil para animar? ¿Quién será instrumento útil para servir? Sencillamente, el Señor no abrirá puerta a una congregación, o individuo, que no se ha capacitado.
 
Conclusión
 
Dios obra en su providencia para llenar la necesidad, cuando anhelamos ser una lumbrera en el mundo, anhelamos que Cristo sea glorificado, anhelamos que almas sean salvas, y nos capacitamos para todo ello.
 
La pregunta es, ¿estás haciendo todo lo posible capacitándote para ser más útil a Cristo?

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