Por qué creo en Dios

 


Por Josué Hernández

 
Estoy feliz de admitir que creo en Dios. A la vez, he podido experimentar el gran consuelo que esta fe provee (cf. Rom. 15:13; 2 Cor. 1:3,4). Además, es necesario creer en Dios para agradar a Dios (Heb. 11:6), es decir, no podemos agradar a quien negamos.
 
No puedo ver a Dios, nunca he oído la voz de Dios, sin embargo, creo que hay buenas razones para creer en Dios, y que no hay buenas razones para lo contrario. En el presente estudio, quiero indicar algunas buenas razones para creer en la existencia de Dios.
 
El argumento teleológico (del diseño y propósito)
 
El movimiento ordenado de los cuerpos celestes, haciendo posibles los viajes espaciales. El patrón en los instintos animales, como los patrones de migración en las aves o el salmón. El cuerpo humano en sí, por ejemplo, el ojo, o el corazón.
 
¿Qué sucedería si la tierra girara más lento sobre su eje? ¿Qué sucedería si la luna estuviese más lejos o más cerca de la tierra? ¿Qué sucedería si la tierra demorara más tiempo en dar la vuelta al sol? ¿Qué sucedería si la tierra estuviese más cerca o más lejos del sol? ¿No vivimos en un mundo ajustado finamente conforme a un diseño?
 
El diseño sugiere un diseñador. El diseño sugiere un ser con inteligencia y propósito. Por ejemplo, un reloj implica un relojero. Sólo imaginar que el diseño que observamos en la naturaleza es la obra de mecanismos ciegos, y de suerte, es un absurdo. Contemplar el universo, y el cuerpo humano, produce asombro y señala un creador (cf. Sal. 19:1,2; 139:14; Rom. 1:19,20).
 
El argumento axiológico (de ley o juicio moral)
 
En todas partes las personas asumen la existencia de un sentido de deber y de justicia conforme a una norma moral fija. Todos creemos que en determinadas circunstancias se deben hacer ciertas cosas. La gente se preocupa cuando algunos debieran actuar de cierta manera y no lo han hecho, o que una mayoría no vive como debiera. Incluso los ateos y agnósticos tienen un sentido de deber y de justicia, y se molestan cuando cosas malas se hacen (violaciones, asesinatos, etc.).
 
Esta naturaleza moral en el hombre sugiere un ser moral que ocasiona la moralidad, es decir, un Dios que es el punto de referencia moral. Si no hay Dios, entonces no existe el bien o el mal, lo bueno o lo malo. Si no hay Dios, ningún ateo puede oponerse a cierta cosa que no le guste y decir que es mala, porque sin Dios lo bueno y lo malo no existen.
 
El argumento general (del instinto religioso universal)
 
En todo el mundo, y en todo tiempo, el hombre cree en la deidad y participa en actos de adoración y devoción religiosa. El sentido religioso de la humanidad es tan potente, que ha dominado su pensamiento y su historia. En todas partes, el corazón humano tiene un anhelo por Dios. Habrá excepciones individuales, pero las excepciones no invalidan la regla. El ateo es una excepción en toda sociedad.
 
Por cada anhelo profundo en el hombre, hay algo que lo satisface. Por ejemplo, la comida satisface el hambre, y el agua satisface la sed. Ha de haber un Dios, que completa y cumple el anhelo universal por un ser supremo. El apóstol Pablo dice que este anhelo universal por Dios fue puesto en el hombre por Dios mismo (Hech. 17:26,27).
 
El argumento cosmológico (de la creación, orden, o cosmos)
 
Este argumento también se llama el argumento de la primera causa. Este argumento se basa en el hecho de que cada efecto debe tener una causa que lo ocasiona (cf. Heb. 3:4). El universo es un efecto que tiene una causa. La Biblia nos informa que aquella causa es Dios (cf. Gen. 1:1; Heb. 11:3).
 
A veces leemos de la objeción burlesca de escépticos: “si todo efecto requiere una causa, entonces quien creó a Dios”. Sin embargo, no estamos hablando de dioses creados, es decir, ídolos.
 
Si el ateo cree que la energía y la materia son eternos, ¿por qué se escandaliza si creemos en una persona eterna? Si el ateo cree que la energía y la materia son finitas, entonces ¿quién las creó? Si la causa primera requiere una anterior, entonces habrá una regresión eterna, a menos que concedamos que hubo un punto en el cual el proceso de creación comenzó. En fin, la mejor explicación no necesita una explicación de sí misma para convencernos de que es la explicación más adecuada, sencilla y lógica.
 
El argumento estético
 
Este argumento se basa en la presencia de la belleza y sublimidad en el universo, y la reacción del hombre a ello. Tanto las obras en la naturaleza, como las obras humanas, manifiestan un nivel estético que apreciamos y disfrutamos.
 
¿Cómo es posible que la belleza del mundo y la capacidad para disfrutarla se desarrollaron? ¿Son el resultado del azar o son el resultado de Dios?
 
Creemos que la estética proviene de un ser supremo inteligente (argumento del diseño), moral (argumento general), estético (argumento que asume la existencia de la belleza y la sublimidad; cf. Sal. 96:4-6).
 
¿Crees en Dios?
 
Estos argumentos deductivos son en cierta manera filosóficos, y demandan una meditación profunda. No obstante, se basan en lo que la Biblia dice, cuando ella afirma que podemos aprender estas cosas desde la propia naturaleza (cf. Sal. 19:1,2; Rom. 1:20).
 
Se pueden presentar muchos argumentos para la existencia de Dios, por ejemplo, las profecías cumplidas, el conocimiento precientífico en las Escrituras, la uniformidad de las Escrituras, y las evidencias de la resurrección de Cristo.
 
La fe en Dios es la elección que hacemos entre dos alternativas. El río de la realidad de Dios es fuerte y profundo, pero su corriente no es irresistible, y mucha gente nada contra la corriente. Elegir creer en Dios es un acto voluntario de confianza. Creemos no porque la realidad de Dios es absolutamente inequívoca y está comprobada. Creemos porque juzgamos que la evidencia está a favor de la existencia de Dios al pensarlo detenidamente, y reaccionamos con fe ante el peso de la evidencia frente a la última bifurcación del camino. La fe demanda una decisión responsable, y decidimos por la evidencia. Sin embargo, la decisión de creer no es simplemente la adopción de una posición intelectual, sino la valiente decisión de una posición definida. Toda convicción tiene sus consecuencias, y la fe acepta esas consecuencias.
 
¿Estás dispuesto a creer en Dios?
 
Llegará el día en que la realidad de Dios no será una cuestión de fe, sino un hecho abrumador, imposible de negar, y por lo tanto, incluso, aterrador. Aterrador para aquellos que se esforzaron tanto por negarlo.
 
“Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, Y toda lengua confesará a Dios. De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí” (Rom. 14:11,12)
 
Porque desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que no tienen excusa” (Rom. 1:20, LBLA).
 
“Dice el necio en su corazón: No hay Dios” (Sal. 14:1).
 
En la persona de Dios podemos hallar lo que necesitamos
 
Su santidad y justicia perfectas, nos moverán a temerle y buscar su perdón. Su eterno poder, nos moverá a buscar en él aquel refugio que tanto necesitamos. Su infinita sabiduría, nos moverá a buscar en él la orientación. Su divino amor, nos moverá a servirle de todo corazón.
 
Aplicaciones prácticas
 
Debido a que Dios es la fuente de la vida y la realidad final, Dios debe ser nuestra preocupación definitiva. Dios debe excluir nuestro egoísmo. Dios es independiente de todo lo que existe, pero el egoísmo desafía la independencia de Dios. El egoísta se opone procurando independencia personal al “Yo soy” de Dios.
 
Somos valiosos para Dios (cf. Jn. 3:16; Rom. 5:6-8).