Por Josué Hernández
Unos 600 años antes de Cristo, Judá fue llevada cautiva a Babilonia, Jerusalén y su templo fueron destruidos y saqueados, luego de setenta años ocurrió el retorno.
Entonces, Jehová Dios les habló mediante Hageo con un
mensaje directo y sencillo: “¡Reconstruyan el templo!”.
El problema básico fue la actitud de los judíos. Hageo
les profetizó: “Así ha hablado Jehová de los ejércitos, diciendo: Este pueblo
dice: No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea
reedificada” (Hag. 1:2). Ciertamente, habían estado muy ocupados construyendo y
disfrutando sus propias casas (Hag. 1:3,4,9).
Entonces, la solución vino mediante la palabra de Dios: “¿Es
para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras casas artesonadas,
y esta casa está desierta? Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad
bien sobre vuestros caminos. Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os
saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el
que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto. Así ha dicho Jehová de los
ejércitos: Meditad sobre vuestros caminos. Subid al monte, y traed madera, y
reedificad la casa; y pondré en ella mi voluntad, y seré glorificado, ha dicho
Jehová” (Hag. 1:4-8).
Dios les hizo ver la disciplina que habían estado sufriendo:
“Buscáis mucho, y halláis poco; y encerráis en casa, y yo lo disiparé en un
soplo. ¿Por qué? dice Jehová de los ejércitos. Por cuanto mi casa está
desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa. Por eso se detuvo de
los cielos sobre vosotros la lluvia, y la tierra detuvo sus frutos. Y llamé la
sequía sobre esta tierra, y sobre los montes, sobre el trigo, sobre el vino,
sobre el aceite, sobre todo lo que la tierra produce, sobre los hombres y sobre
las bestias, y sobre todo trabajo de manos” (Hag. 1:9-11).
Para nuestro gozo, la reacción del pueblo fue una de
temor y acción diligente: “Y oyó… todo el resto del pueblo, la voz de Jehová su
Dios… y temió el pueblo delante de Jehová” (Hag. 1:12). “y vinieron y
trabajaron en la casa de Jehová de los ejércitos, su Dios” (Hag. 1:14).
La bendición de Dios fue una de aliento y vivificación: “Yo
estoy con vosotros, dice Jehová” (Hag. 1:13). “Y despertó Jehová… el espíritu
de todo el resto del pueblo” (Hag. 1:14).
En la actualidad, enfrentamos una tarea similar que no es
la construcción de un edificio físico, porque Dios no habita en templos hechos
por manos humanas (Hech. 17:24), y el templo de Dios es su iglesia (1 Cor. 1:2;
3:16,17).
Todavía, el templo de Dios está en proceso de
construcción. Por supuesto, el fundamento está puesto (cf. 1 Cor. 3:10,11; cf. Ef.
2:19-22). Sin embargo, el edificio continúa creciendo a medida que almas se
someten a Cristo (1 Cor. 3:5-9), y crece internamente a medida que los santos
hacen su parte (Ef. 4:15,16; 1 Ped. 2:5).
El mensaje de Hageo sigue pertinente: ¿Está la casa del
Señor a medio terminar mientras nosotros corremos a nuestra casa?
La iglesia del Señor estará a medio terminar si permitimos que otras cosas nos quiten de nuestra responsabilidad evangelística, si es que descuidamos nuestra responsabilidad en edificar a nuestros hermanos (Heb. 10:24,25), o descuidamos la obra del ministerio (cf. Ef. 4:12; Gal. 6:9,10; Tito 2:14; 3:14; Sant. 1:27).
Simplemente, todos los miembros deben hacer su parte (cf.
1 Cor. 12:14-27), enseñar o servir (Rom. 12:3-8; 1 Ped. 4:10,11), enviar o ir
(Rom. 10:14,15).
¿Estamos descuidando la casa del Señor? Tal vez, alguno
dirá: “Yo serviré al Señor tan pronto que… termine mis estudios… me cambie de trabajo…
termine de criar a mis hijos… mi esposo me deje congregarme… me sienta mejor…
me jubile”.
Postergar el trabajo en la casa del Señor produce el
mismo resultado: La casa del Señor estará a medio terminar, y la obra del Señor
estará debilitada, y tal vez, paralizada.
“Meditad bien sobre vuestros caminos” (Hag. 1:5,7). ¿No
van las cosas como deberían? ¿Querrá el Señor que despertemos del sueño de la
indiferencia?
“Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no
seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que
no seamos condenados con el mundo” (1 Cor. 11:31,32; cf. 2 Cor. 13:5).
“Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo
contra el pecado; y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os
dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni
desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina,
y azota a todo el que recibe por hijo” (Heb. 12:4-6).
Así como en el tiempo de Hageo, Dios y las cosas de Dios
son primero: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas
estas cosas os serán añadidas” (Mat. 6:33).
El mensaje de Hageo
La aplicación del mensaje de Hageo
La iglesia del Señor estará a medio terminar si permitimos que otras cosas nos quiten de nuestra responsabilidad evangelística, si es que descuidamos nuestra responsabilidad en edificar a nuestros hermanos (Heb. 10:24,25), o descuidamos la obra del ministerio (cf. Ef. 4:12; Gal. 6:9,10; Tito 2:14; 3:14; Sant. 1:27).
Conclusión