Los efectos del divorcio

 


Por Josué Hernández

 
Cuando avanzamos en el estudio de “El sermón del monte”, vemos a Jesús señalando la justicia del reino de los cielos como el estándar para sus discípulos (Mat. 5:20). Habiendo enseñado sobre el homicidio (5:21-26) y el adulterio (5:27-30), ahora aborda el tema del divorcio, es decir, el repudio (5:31,32).
 
El divorcio es el repudio o separación (Mat. 19:3,6), es decir, el abandono (1 Cor. 7:10,11). El proceso legal (abogados, juez, documentos) no está involucrado en la enseñanza.
 
El efecto de lo que Jesús enseña sobre este tema es aún más desafiante que su doctrina sobre el adulterio. Sin embargo, no nos sorprendemos porque Jesús advirtió que la justicia de los ciudadanos del reino de los cielos es mayor que la de los escribas y fariseos (Mat. 5:20). Por lo tanto, si realmente queremos ser ciudadanos del reino de los cielos debemos aceptar de todo corazón lo que Jesús requiere de nosotros. Por supuesto, no estamos solos en nuestros esfuerzos (Fil. 1:6; 2:12,13; 4:13).
 
La interpretación y aplicación tradicionales respecto al divorcio
 
“También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio” (Mat. 5:31). Esta fue la interpretación tradicional de Deuteronomio 24:1-4, según la cual, para nuestro asombro, al aplicar la ley se enfocaron en la entrega del certificado de divorcio. En otras palabras, concluyeron que el divorcio estaba permitido si se entregaba el certificado de divorcio a la esposa.
 
Pero, ¿qué decía la ley?
 
1Cuando alguno toma una mujer y se casa con ella, si sucede que no le es agradable porque ha encontrado algo reprochable en ella, y le escribe certificado de divorcio, lo pone en su mano y la despide de su casa, 2y ella sale de su casa y llega a ser mujer de otro hombre; 3si el segundo marido la aborrece y le escribe certificado de divorcio, lo pone en su mano y la despide de su casa, o si muere este último marido que la tomó para ser su mujer, 4al primer marido que la despidió no le es permitido tomarla nuevamente como mujer, porque ha sido menospreciada; pues eso es abominación ante el SEÑOR. No traerás pecado sobre la tierra que el SEÑOR tu Dios te da por heredad” (Deut. 24:1-4, LBLA).
 
Según leemos, los tres primeros versículos describen una situación particular, y el versículo cuatro simplemente indica lo que no se debía realizar en tal caso. Por lo tanto, el pasaje no permitía las segundas nupcias, así como prohibía a quien repudió a su esposa el volverla a tomar por mujer si ella estuvo casada con otro (cf. Jer. 3:1).
 
Dios aborrece el repudio (Mal. 2:16). No obstante, los escribas y fariseos interpretaban Deuteronomio 24 como una licencia, y aceptaban el repudio siempre que se entregase un certificado de divorcio a la esposa.
 
La interpretación y enseñanza de Jesús
 
“Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio” (Mat. 5:32)
 
Jesús enseñó que la única causa aceptable para divorciarse es la fornicación. De otro modo, al repudiar por cualquier causa “hace que ella adultere”.
 
¿Cómo haría “que ella adultere”? Al colocarla en una posición en la que es probable que se vuelva a casar (cf. Deut. 24:4; Jer. 3:1). Por tal razón, su primer marido no pudo recuperarla. Incluso, si su segundo marido hubiera muerto. ¿Por qué? Porque la esposa se había contaminado.
 
Cristo señaló claramente lo que la ley implicaba: Repudiar a la esposa de uno por cualquier causa haría que ella se volviera a casar. Luego, no nos sorprende que la enseñanza de Pablo coincida con la doctrina de Cristo: “¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive? Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido. Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera” (Rom. 7:1-3).
 
El apóstol Pablo enseña que la mujer casada está obligada por la ley a su marido mientras él viva. Por consiguiente, si se casa con otro hombre mientras su primer marido aún vive, ella es llamada por Dios “adúltera”, debido a que fue envilecida, profanada.
 
Cristo dijo: “Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio”.
 
Jesús continúa diciendo que cualquiera que se case con una persona que ha sido repudiada comete adulterio. Jesús no usa el artículo definido, por lo tanto, él habló de una “repudiada”, es decir, una persona que se ha separado por motivos distintos al adulterio no se puede volver a casar (cf. 1 Cor. 7:10,11). En tal caso, la persona sigue ligada a su cónyuge original, aunque no exista el matrimonio con él (cf. Mar. 10:11; Rom. 7:3). Por lo tanto, el que se casa con tal “persona separada” llega a formar parte de una relación adúltera.
 
Conclusión
 
Más adelante, Jesús explicó quién es el que tiene derecho a divorciarse de su cónyuge y ser libre para volver a casarse (Mat. 19:3-12). Sin embargo, en nuestro texto, Jesús enseñó que la justicia del reino de los cielos demanda: 1) Que un hombre no puede repudiar a su mujer sin que ella sea colocada en situación de unirse a otro varón. 2) Quien se casa con persona separada comete adulterio. 3) Es importante indicar aquí que la enseñanza de Cristo acerca de un hombre repudiando a su mujer también se aplica a una mujer repudiando a su marido (Mar. 10:11,12).
 
Nuevamente, el estudio cuidadoso de la ley sobre el repudio revela que la enseñanza de Jesús estaba en armonía con la ley misma. No obstante, la interpretación y aplicación tradicionales de la ley habían errado el blanco al poner el énfasis en el certificado de divorcio. Con su enseñanza Jesús nos lleva al principio (Mat. 19:4,8).