Condenamos el robo, no queremos
ser ladrones. Sin embargo, podemos robar de muchas maneras, por ejemplo,
quitando a nuestro cónyuge el amor y respeto que merece (Ef. 5:33), incumpliendo
el deber conyugal (1 Cor. 7:3-5), quitando a nuestro prójimo el conocimiento de
Cristo (Rom. 1:14,15), el amor que merece (Rom. 13:8-10) y la verdad que
necesita (Ef. 4:25). Nuestra sociedad está impregnada
de robo ya sea en la política, y centros educacionales, el trabajo o el vecindario.
Sin embargo, hay un robo mucho más serio, mucho más grave, y por lo general
ignorado, y éste es el "robar a Dios". Los judíos del Antiguo Testamento
debían diezmar cada año (Lev. 27:30-34; Num 18:21; Deut. 14:22 y sig.). No
obstante, Israel robó a Dios: “¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me
habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y
ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me
habéis robado” (Mal. 3:8,9).
Formas de robar a
Dios
Tratando las oportunidades y
talentos como si fueran nuestros: “De Jehová es la tierra y su plenitud; El
mundo, y los que en él habitan” (Sal. 24:1). ¿Recuerda la parábola de los
talentos (Mat. 25:14-30)? Considerando nuestro ser como
propio: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma,
y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento”
(Mar. 12:30). “Porque habrá hombres amadores de sí mismos… amadores de los
deleites más que de Dios” (2 Tim. 3:2,4). “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es
templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y
que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad,
pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1
Cor. 6:19,20). Menospreciando a Dios: “Y
cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo? Asimismo
cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo, pues, a tu
príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto? dice Jehová de los
ejércitos” (Mal. 1:8; cf. Deut. 5:9). Sirviendo a “las riquezas” (Mat. 6:24). Motivados
por la “avaricia” (Col. 3:5). Tomando venganza: “No os
venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios;
porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Rom. 12:19).
“Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no
juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?” (Apoc. 6:10). Incumpliendo en el día del
Señor: “El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el
pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el
discurso hasta la medianoche” (Hech. 20:7).“Cuando, pues, os reunís
vosotros, esto no es comer la cena del Señor” (1 Cor. 11:20; 14:23; Apoc. 1:10). Abandonando las reuniones de
la iglesia local: “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por
costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se
acerca”. Incumpliendo en la colecta
dominical: “En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también
de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la
semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado,
guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas” (1 Cor.
16:1,2).“Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará
escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada
uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque
Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros
toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo
suficiente, abundéis para toda buena obra” (2 Cor. 9:6-8; cf. Mar. 12:41-44). Incumpliendo nuestros votos: “Cuando
a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se complace en los
insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas
y no cumplas” (Ecles. 5:4,5). “Maldito el que engaña, el que teniendo
machos en su rebaño, promete, y sacrifica a Jehová lo dañado. Porque yo soy
Gran Rey, dice Jehová de los ejércitos, y mi nombre es temible entre las
naciones” (Mal. 1:14). Hemos entonado cánticos de
compromiso y fe: “Salvador a ti me rindo, y obedezco solo a ti. Mi guiador, mi fortaleza,
todo encuentra mi alma en ti. Yo me rindo a ti, yo me rindo a ti. Mis flaquezas
y pecados, todo traigo a ti”. “A cualquiera parte sin temor iré, si Jesús
dirige mi inseguro pie. Sin su compañía todo es pavor, más si él me guía no
tendré temor. Con Jesús por doquier, sin temor iré. Si Jesús me guía nada
temeré”.
Conclusión
Si usted ha robado a Dios, ahora puede arrepentirse y
buscar el perdón de Aquel a quien ha defraudado. Dios está dispuesto a perdonar.