No busco mi propio beneficio

 
Por Josué Hernández

 
A menudo el apóstol Pablo se ofrecía a sí mismo como ejemplo: Escribiendo a los filipenses dijo: “Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros” (Fil. 3:17), “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros” (Fil. 4:9).  A los corintios escribió: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Cor. 11:1).
 
Su llamado a seguir su ejemplo es doctrina de Cristo (1 Cor. 11:1). Hacer todas las cosas para la gloria de Dios (1 Cor. 10:31). No ocasionar tropiezo a ninguno (1 Cor. 10:32). No buscar el beneficio propio sino la salvación de los demás (1 Cor. 10:33).
 
La obsesión de Pablo
 
La obsesión, es decir, la idea fija que cautivaba la mente del apóstol Pablo era que todos sean salvos. Debido a ello, Pablo decía: “No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios; como también yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos” (1 Cor. 10:32,33). Algo que también indicó a los hermanos en Colosas (Col. 1:28,29; cf. 2:1-7).
 
Ciertamente, este intenso anhelo lo aprendió de su Salvador: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal. 2:20).
 
El principio de Pablo
 
El principio de vida de Pablo, y antes de él, de Cristo, es la renuncia a sus derechos y libertades: “como también yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos” (1 Cor. 10:33). Este principio lo vemos en la enseñanza respecto a lo sacrificado a los ídolos (1 Cor. 8:7-13; cf. Rom. 14:13-23), y en la manera de alcanzar a los perdidos (1 Cor. 9:19-22).
 
Lo anterior no quiere decir que Pablo no se comprometiera con la verdad. Sabemos que él fue intransigente respecto a la división (1 Cor. 1:10-13), la carnalidad (1 Cor. 3:1-4), la fornicación (1 Cor. 5:1:13; 6:15-20), la cena del Señor (1 Cor. 11:17-34), y la resurrección (1 Cor. 15:1-58), entre otras cosas.
 
Volviendo al “principio de renuncia”. Pablo decía a los corintios: “Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica. Ninguno busque su propio bien, sino el del otro” (1 Cor. 10:23,24)
 
A los romanos escribió: “Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación. Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: Los vituperios de los que te vituperaban, cayeron sobre mí” (Rom. 15:1-3)
 
La enseñanza es sencilla. El fuerte debe soportar los escrúpulos del débil. Cada cual debe agradar a su prójimo para su bien. Cada cual debe seguir el ejemplo de Cristo.
 
A los gálatas Pablo escribió: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud… Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros” (Gal. 5:1,13).
 
Y, a los filipenses dijo: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Fil. 2:3-5).
 
Conclusión
 
“Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios; como también yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos. Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Cor. 10:31-11:1).
 
Preguntas podemos hacer llegando a este punto: ¿Manifestamos la misma obsesión de Cristo y su apóstol? ¿Hacemos todas las cosas para la gloria de Dios? ¿Procuramos no ocasionar tropiezo a ninguno? ¿Renunciamos al beneficio propio para la salvación de los demás?
 
Cristo Jesús, procurando la gloria del Padre, se dio a sí mismo para nuestra salvación, ¿cómo responderá usted a su gran amor?

Entradas que pueden interesarte