Preste atención a la palabra de Cristo


Por Josué Hernández

 
Cuando tenemos la oportunidad de escuchar o leer la palabra de Cristo, ¿somos conscientes de que seremos juzgados por la atención que dimos a ella? ¿Somos conscientes de que las bendiciones que recibamos de la palabra de Cristo son proporcionales a cómo atendamos a esa palabra? ¿Somos conscientes de que solamente el verdadero discípulo será bendecido en su aprendizaje?
 
Marcos nos informa que Jesús “Comenzó a enseñar de nuevo junto al mar; y se llegó a Él una multitud tan grande que tuvo que subirse a una barca que estaba en el mar, y se sentó; y toda la multitud estaba en tierra a la orilla del mar. Les enseñaba muchas cosas en parábolas; y les decía en su enseñanza” (Mar. 4:1,2, LBLA). No obstante, a sus discípulos les explicaba en privado todas las cosas (Mar. 4:10-12,33,34).
 
En la parábola de los cuatro suelos, Jesús enseñó como una mayoría no recibe, ni persevera, en la palabra como debería, y que cada cual es responsable de prestar atención (“El que tiene oídos para oír, que oiga”, Mar. 4:9).
 
En consideración de lo anterior, Jesús exhortaba a sus discípulos a que presten mucha atención a lo que estaban oyendo, lo cual es el tema de la presente lección.
 
El encargo a sus discípulos
 
Lo que estaba oculto debía salir a la luz: “Y les decía: ¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un almud o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero?” (Mar. 4:21, LBLA).
 
Sería revelado lo que estaba escondido: “Porque nada hay oculto, si no es para que sea manifestado; ni nada ha estado en secreto, sino para que salga a la luz” (Mar. 4:22, LBLA).
 
El contexto trata del uso que Cristo hacía de las parábolas (cf. Mar. 4:11), cuyo significado era explicado en privado (cf. Mar. 4:33,34), pero cuya explicación estaba destinada a ser proclamada a las naciones (Mar. 16:15-20). Por lo tanto, debían prestar atención a lo que oían. Jesús tenía la intención de que llegado el momento todos oyeran su enseñanza (cf. Mar. 4:23; Mat. 28:19,20).
 
Este fue el mandamiento, que prestasen atención debida: “También les decía: Cuidaos de lo que oís…” (Mar. 4:24, LBLA).
 
Habría consecuencias por su actitud: “Les dijo también: Mirad lo que oís; porque con la medida con que medís, os será medido, y aun se os añadirá a vosotros los que oís. Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará” (Mar. 4:24,25).
 
¿Recuerda la parábola de los talentos? La responsabilidad según la capacidad: “Y a uno le dio cinco talentos, a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y se fue de viaje” (Mat. 25:15). En fin, los productivos recibieron mayor responsabilidad (Mat. 25:20-23), la irresponsabilidad resultó en grave pérdida (Mat. 25:24-28).
 
“Porque a todo el que tiene, más se le dará, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará” (Mat. 25:29, LBLA).
 
Lo oculto ha sido expuesto
 
Este conocimiento privado se hizo público después de la resurrección del Señor: “Y descendiendo ellos del monte, les mandó que a nadie dijesen lo que habían visto, sino cuando el Hijo del Hombre hubiese resucitado de los muertos” (Mar. 9:9).  
 
Este conocimiento privado se hizo público específicamente desde que se estableció el reino con poder: “También les dijo: De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder” (Mar. 9:1).
 
Este conocimiento privado se hizo público cuando el Espíritu Santo recordaba a los apóstoles lo que Cristo les enseñó (Jn. 14:26) guiándoles a toda la verdad (Jn. 16:12,13). Los apóstoles predicaron el evangelio a toda criatura, a todas las naciones (Mat. 28:19,20; Mar. 16:15,16; Hech. 1:8) y fueron fieles a su cargo (Hech. 20:27). Lo que una vez fue oculto, y desconocido, ahora es un misterio revelado (Rom. 16:25,26; Ef. 3:3-9).
 
Todavía el Señor requiere nuestra atención
 
La necesidad de prestar atención a lo que oímos sigue siendo la misma. Considere la importancia de prestar atención para: 1) Ser bendecidos (Mat. 13:16,17). 2) Tener fe (Rom. 1:16,17; 10:17). 3) Dar fruto (Luc. 8:15; Col. 1:6). 4) Prevenir la apostasía (Heb. 2:1-3). 5) No ser condenados (Hech. 7:57; 13:44-49; Mat. 12:41,42; 13:14,15).
 
El principio sigue en vigencia: “Por lo cual, desechando toda inmundicia y todo resto de malicia, recibid con humildad la palabra implantada, que es poderosa para salvar vuestras almas… Pero el que mira atentamente a la ley perfecta, la ley de la libertad, y permanece en ella, no habiéndose vuelto un oidor olvidadizo sino un hacedor eficaz, éste será bienaventurado en lo que hace” (Sant. 1:21,25, LBLA).
 
Todo aquel que esté dispuesto a oír con atención la palabra de Dios será ricamente bendecido, no así con aquellos que no prestaron atención debida.
 
Conclusión
 
¿Por qué tanta gente lee la Biblia, pero no se beneficia de ella? ¿Cuántos están dispuestos a oír con atención y sin prejuicios? ¿Cuántos realmente tiene hambre y sed de justicia (Mat. 5:6)?
 
Por ejemplo, la Biblia se lee para fomentar intereses políticos y sociales, para confirmar la tradición, para confirmar los prejuicios, para apaciguar la conciencia, incluso, para legitimar algún pecado.
 
Sin embargo, Jesús promete para aquellos que estén dispuestos a prestar atención a su palabra, las más ricas bendiciones. Los tales nunca dejan de crecer y desarrollarse espiritualmente, y su fe se refresca y se renueva.
 
 
“Por tanto no desfallecemos, antes bien, aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo nuestro hombre interior se renueva de día en día” (2 Cor. 4:16, LBLA).


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