¿Quién es el responsable de que tengamos ancianos?



Por Josué Hernández

 
“Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé” (Tito 1:5). Por una lectura desprejuiciada, entendemos que una iglesia sin ancianos es deficiente, y que el plan de Dios es “ancianos en cada iglesia” (Hech. 14:23).
 
Cuando vamos a la Biblia, y para sorpresa de algunos, aprendemos que no hay ninguna iglesia en el Nuevo Testamento que haya tenido un sólo “pastor”. Esta práctica de tener un solo pastor fue desarrollada por la apostasía de iglesias locales que comenzaron a exaltar a un pastor por encima de los demás etiquetándolo como el “obispo principal”.  Esto eventualmente condujo a la existencia de los obispos regionales o diocesanos, y finalmente al Papa.
 
La Biblia enseña que “los pastores” son los “ancianos” y son también los “obispos” (Hech. 20:17 y 28; 1 Ped. 5:1,2). Según ha revelado el Espíritu Santo, cada congregación local ha de tener una pluralidad de varones designados por tres términos; a saber, ancianos, pastores, y obispos. No son tres oficios diferentes, sino el mismo grupo de hombres designados así para subrayar la diferencia de cualidades o de responsabilidades. Son ancianos porque son de edad y experiencia, y no novatos en Cristo (Tito 1:5; 1 Tim. 3:6). Son obispos (supervisores) porque miran por la grey, o sea, la congregación (1 Tim. 3:1,5; Heb. 13:17). Son pastores, porque pastorean las ovejas de la congregación (Hech. 20:28; Heb. 13:17; 1 Ped. 5:2), dándoles comida espiritual.
 
Un problema común que impide que una iglesia del Señor tenga ancianos es, simplemente, el no anhelar ancianos. Si una iglesia no quiere ancianos jamás los tendrá. Tal vez, se acostumbraron a la “reunión de varones” o al “predicador-pastor”. Es posible, que no aprecien la necesidad ni el beneficio. Incluso, podrían haber perdido la esperanza, y se rindieron. O, sencillamente, no hablan del asunto, no hay acuerdo, no hay plan, y por lo tanto, no hay meta.
 
La solución a semejante problemática es sencilla: Reconocer al que califica, ayudar al que puede calificar, y designarles como ancianos.
 
El problema de la responsabilidad
 
Es fácil buscar responsables particulares, tales como, los varones, los más antiguos, el predicador, etc. A la vez que alguno dirá yo no soy responsable porque soy mujer, nuevo en la fe, muy joven, etc.
 
Incluso, alguno dirá, “así estamos bien”. Y podría estar muy contento con la presente situación, evitando así la responsabilidad (solemos estar contentos con lo que acostumbramos). La pregunta es, ¿está contento el Señor?
 
La solución: La responsabilidad colectiva
 
Según las sagradas Escrituras, cada miembro es responsable de lograr ancianos en la iglesia. Por ejemplo, los padres pueden preparar a los futuros ancianos y esposas de ancianos (cf. Ef. 6:4). Los hijos pueden ayudar a su padre para que califique (cf. 1 Tim. 3:4,5). Las esposas pueden ayudar a que su esposo califique (cf. 1 Tim. 3:4,11). Los varones jóvenes pueden comenzar a prepararse (cf. 1 Tim. 3:1). La joven soltera puede buscar un futuro esposo que califique. Los que podrían calificar pueden trabajar para perfeccionar algún requisito, aceptando toda ayuda y consejo (cf. 1 Tim. 3:10). Incluso los que no podrían calificar siempre pueden brindar aliento y apoyo.
 
En resumen, nadie está excluido (1 Cor. 12:14-27). Cada miembro debe informarse (1 Tim. 3:1-7; Tito 1:5-9). Y, cada miembro participará de la selección (cf. Hech. 6:3-6). Buscando: “es necesario que el obispo sea…” (1 Tim. 3:2). Sometiendo a prueba: “sean sometidos a prueba primero” (1 Tim. 3:10). Exponiendo su razón ordenadamente (cf. 1 Cor. 14:40; 2 Cor. 8:21).
 
Conclusión
 
“Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído” (Hech. 14:23).
 
Hablamos mucho de ser como los cristianos del primer siglo. Pero, ¿lo seremos en esto?