El principio básico que rige los actos
de justicia
- de todo aquello que es recto o justo en sí mismo, de todo lo que se conforma a la voluntad revelada de Dios (Mat. 5:6; 5:10; 5:20);
- de todo aquello que ha sido señalado por Dios para que sea reconocido y obedecido por el hombre (Mat. 3:15; 21:32);
- de la totalidad de las demandas de Dios (Mat. 6:33);
- de los deberes religiosos (Mat. 6:1), distinguidos como el dar limosnas, el deber del hombre hacia su prójimo (Mat. 6:2-4), la oración, su deber para con Dios (Mat. 6:5-15), el ayuno, el deber del dominio propio (Mat. 6:16-18)” (W. E. Vine).
- “relacionado con eleemon, misericordioso; significa: misericordia, piedad, particularmente al dar limosna… el beneficio mismo, la limosna; el efecto por la causa” (W. E. Vine).
- “Misericordia, compasión, especialmente como se exhibe en dar limosnas, caridad. La obra de beneficencia misma, una donación a los pobres, dádivas” (J. H. Thayer).
- Todo acto de justicia debe quedar supeditado por el mandamiento expresado aquí.
- No se prohíbe que los hombres nos vean haciendo lo bueno (Mat. 5:16), más bien, queda prohibido que hagamos lo bueno con un espíritu publicitario.
- Es apropiado hacer lo bueno delante de los hombres cuando buscamos la gloria de Dios (Ef. 1:6,12,14).
- Si decidimos ignorar este mandato de Cristo, seremos privados de las bendiciones de Dios (cf. Mt 6:2,4,5,6,16).
- Se vuelve como los hipócritas, que tocan trompeta y buscan el aplauso de los hombres.
- Busca la recompensa de los hipócritas, el aplauso, olvidando la recompensa de nuestro Padre celestial.
El principio aplicado a los actos de
caridad
- No usar la justicia del reino para promoción personal.
- Evitar seguir la corriente de hipocresía religiosa general.
- Los hipócritas tienen su recompensa, pero esta no es la recompensa de Dios, sino la que dan los hombres.
- Los hipócritas han perdido la recompensa del Padre celestial, ahora, y en el futuro.
- Cuando somos enseñado a dar “en secreto”, Jesús señaló que la benevolencia la hagamos pasar desapercibida a nosotros mismos: “Pero tú, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha, para que tu limosna sea en secreto” (Mat. 6:3,4, LBLA).
- En fin, al verdadero cristiano no le importa cuánto oyen los hombres de su benevolencia pública, ni lo poco que oyen de su benevolencia privada.
- Esta recompensa comienza a disfrutarse en esta vida (cf. Sal, 41:1-3; 2 Cor. 9:9-11; 3 Jn. 1:3).
- Sin duda, la recompensa final y definitiva será entregada por Dios mismo en aquel día (Ecles. 12:14; 2 Cor. 5:10; 1 Tim. 6:17-19).
Conclusión
¿Procuramos la publicidad cuando hacemos lo correcto, o procuramos sobre todas la gloria de Dios y el bien de las almas? Nuestra respuesta indica si somos, o no, verdaderos discípulos de Cristo.