Orando a Jesús

 


Por Josué Hernández

 
¿Podemos, o no, orar a Jesús? Esta pregunta nos dirige a discernir, primeramente, sobre la definición bíblica de lo que es una “oración”, y luego, el buscar en las sagradas Escrituras si hay un patrón que nos impida el dirigir algunas palabras a nuestro mediador, Jesucristo. La cuestión es la siguiente, ¿está prohibido por Dios el que nosotros los cristianos dirijamos alguna palabra a Jesús nuestro Señor y mediador?
 
Sin duda existe el patrón normal de dirigirnos al Padre mediante Jesucristo, es decir, bajo la autoridad y por la mediación de él (cf. Mat. 6:9 Jn. 14:13; 15:16; 16:23; 1 Tim. 2:5). Sin embargo, la pregunta indica si este patrón normativo es tan restrictivo al punto de prohibirnos el dirigir alguna alabanza, alguna palabra de gratitud, alguna palabra de adoración, a Jesús nuestro Señor.
 
Pablo dijo, “Doy gracias a Cristo Jesús nuestro Señor, que me ha fortalecido, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio” (1 Tim. 1:12, LBLA).
 
Al considerar con cuidado esta expresión de gratitud, vemos que Pablo se dirigió directamente a Cristo, no al Padre. Es decir, Pablo no dijo “estoy agradecido…”, ni tampoco dijo, “Doy gracias al Padre mediante Cristo, por lo que Cristo hizo por mí…”. Evidentemente, Pablo dirigió estas palabras a Cristo Jesús, y, por lo tanto, el apóstol Pablo no creía que hubiese un patrón restrictivo que impidiera decir alguna palabra a Jesús.
 
Al final del Apocalipsis leemos, “El que testifica de estas cosas dice: Sí, vengo pronto. Amén. Ven, Señor Jesús” (Apoc. 22:20). Cristo dijo que vendría en breve (cf. Apoc. 1:1,3), y antes de tal intervención de Cristo, según leemos que sucedería en el libro, el apóstol Juan dijo: “Ven, Señor Jesús”.
 
Luego del suicidio de Judas, los once discípulos se reunieron para encontrar un reemplazo para él, y buscaron, y dieron con dos que podrían reemplazar a Judas. Sabiendo que la elección del sucesor dependía del Señor, dijeron: “Tú, Señor, que conoces el corazón de todos, muéstranos a cuál de estos dos has escogido para ocupar este ministerio y apostolado, del cual Judas se desvió para irse al lugar que le correspondía” (Hech. 1:24,25, LBLA). Preguntamos, ¿a quién dirigieron sus palabras? ¿Al Padre celestial o a Jesús el mediador? Si Jesús fue quien escogió a los doce, ¿no fue Jesús quien eligió al reemplazo de Judas? ¿Quién es el “Señor” en el contexto (Hech. 1:21-26)?
 
Al terminar su epístola a los corintios, Pablo dijo: “Si alguno no ama al Señor, que sea anatema. ¡Maranata!” (1 Cor. 16:22, LBLA). Entendiendo que “Maranata” significa “Oh, ven Señor”, y sabiendo que Jesús es quien vendrá, no el Padre (cf. 1 Cor. 15:23), nuevamente aprendemos que Pablo oró a Jesús.
 
Antes de morir Esteban dijo, “Señor Jesús, recibe mi espíritu” (Hech. 7:59). La pregunta es obvia, ¿a quién se dirigió Esteban con esta oración? ¿Se dirigió al Padre o a Jesús? Sabemos que Esteban no dijo: “Padre, dile a Jesús que reciba mi espíritu”, sino que a Jesús dirigió su petición antes de morir. Así también, el apóstol Pablo no dijo, “Padre, dile a Jesús que le agradezco” (1 Tim. 1:12).
 
Varios de nuestros himnos y cánticos espirituales se dirigen a Cristo, y aunque hay diferencia entre cantar y orar, sabemos que tales expresiones de alabanza y gratitud que dirigimos a Jesús, son aprobadas por Dios según aprendemos en el Nuevo Testamento.
 
Reiteramos, el patrón habitual es dirigirse al Padre en el nombre de Jesús en nuestras oraciones formales, pero este paradigma, o dechado, no es un patrón restrictivo, y esto lo sabemos por las excepciones aprobadas respecto a este modelo, lo cual, en consecuencia, nos permite dirigir a Jesús alguna palabra de gratitud o de alabaza, por ejemplo.
 
 
“El que testifica de estas cosas dice: Sí, vengo pronto. Amén. Ven, Señor Jesús. La gracia del Señor Jesús sea con todos. Amén” (Apoc. 22:20,21, LBLA).