Consejos para una congregación que crece

 
Por Josué Hernández

 
A medida que una congregación de Cristo crece, es probable que se enfrente a varios desafíos. Satanás querrá obstaculizar su trabajo (ej. “pero Satanás nos estorbó”, 1 Tes. 2:18). No siempre es evidente cómo Satanás hace esto, porque Satanás es un gran engañador, “Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (2 Cor. 11:3).
 
Debemos aceptar la amonestación, “retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” (Apoc. 3:11), y enfrentar cualquier ataque que Satanás pueda lanzarnos, sabiendo que nuestros esfuerzos por continuar firmes no son en vano (1 Cor. 15:58).
 
Debemos recordar cuál es nuestro trabajo
 
Edificación: “a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Ef. 4:12, LBLA). Así es como el Señor dará el crecimiento (Ef. 4:15,16; cf. 1 Cor. 3:6,7). Debemos enfocarnos los unos en los otros al congregarnos para la mutua edificación (Heb. 10:24,25).
 
Evangelismo: “para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad” (1 Tim. 3:15). Como la iglesia en Tesalónica, “Porque partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor, no sólo en Macedonia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido, de modo que nosotros no tenemos necesidad de hablar nada” (1 Tes. 1:8).
 
Mediante esfuerzos individuales, es decir, evangelismo personal; y, mediante el esfuerzo conjunto o colectivo. A medida que el edificio se llena, debemos orar y ayudar para que otras congregaciones se establezcan.
 
Benevolencia: “a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Ef. 4:12, LBLA). Un propósito primordial para la colecta dominical (1 Cor. 16:1,2). Incluso, si no hay necesitados en la localidad, los hay en otros lugares del mundo.
 
Nunca debemos gastar tanto dinero en el edificio que no tengamos fondos suficientes para ayudar a los santos necesitados. La “obra del ministerio” no sólo es colectiva, o conjunta, también es personal, individual (Gal. 6:10; 1 Tim. 5:4,16).
 
Debemos vivir por encima de la mezquindad
 
Un peligro para toda congregación es la tentación de la mezquindad por la falta de amor. Note la preocupación de Pablo por la dificultad entre Evodia y Síntique: “Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor. Asimismo te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes a éstas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida” (Fil. 4:2,3).
 
Preste atención al llamado de Pablo hacia el sentir de Cristo: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Fil. 2:3-5).
 
Cuando una iglesia pierde de vista el sentir de Cristo, será destrozada por el egoísmo, los chismes y las facciones. No hay obstáculo tan pesado para una congregación que la propia mezquindad de sus miembros. Cada iglesia tiene sus problemas, y la razón es obvia, somos personas imperfectas y con temperamentos diferentes. Sin embargo, el amor de Cristo será siempre solución frente a tales dificultades (cf. Jn. 13:34,35; 1 Cor. 13:4-7).
 
Debemos mantenernos agradecidos
 
Son demasiadas las razones para vivir agradecidos, ¿necesita una lista? ¿está tan distraído que ha olvidado las muchas bendiciones que Dios ha derramado sobre su vida? ¿Podría identificar las bendiciones personales que está recibiendo? ¿Podría identificar las bendiciones congregacionales que tenemos?
 
Pablo animó una y otra vez a los colosenses a vivir agradecidos:
  • “con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz” (1:12).
  • “arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias” (2:7).
  • “Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos” (3:15).
  • “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (3:17).
  • “Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias” (4:2).
La ingratitud es descenso seguro a la depravación (Rom. 1:21) y es señal evidente de tiempos peligrosos (2 Tim. 3:1-5).  
 
Conclusión
 
Hagamos lo que funciona: Recordar cuál es nuestro trabajo, viviendo por encima de la mezquindad, manteniéndonos agradecidos.
 
Si esto hacemos, Dios será glorificado en la iglesia y por la iglesia, y muchas almas serán salvas.


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