Diversidad de funciones en el cuerpo

 
Por Josué Hernández

 
Hasta el momento hemos aprendido que Cristo dio dones a su iglesia (Ef. 4:7-10), que estos dones incluyen funciones tales como evangelistas, pastores y maestros (Ef. 4:11), y que el objetivo del Señor es “capacitar a los santos para la obra del ministerio” (Ef. 4:12-16).
 
El Señor todavía está trabajando en la construcción de su iglesia, capacitando mediante su palabra (Ef. 4:11,12; cf. Hech. 20:32; Col. 3:16), y abriendo puertas a los que están equipados para servir (cf. Hech. 14:27; 1 Cor. 16:9; Col. 4:3). Siguiendo esta lógica, hay una necesidad evidentemente práctica, y también, está la parte providencial, porque es el Señor quien proporciona tanto la capacidad como la oportunidad. Por lo tanto, si deseamos que el Señor nos abra puertas en el ministerio, es decir, oportunidades de servicio, debemos ser aptos para trabajar (2 Tim. 2:20,21; 3:16,17; Apoc. 3:8).
 
Además, hemos enfatizado el cómo evitar “la puerta giratoria”, es decir, que los nuevos conversos que ingresan abandonen la fe. Además, hemos insistido que la necesaria capacitación “para la obra del ministerio” (Ef. 4:12) y el servicio resultante de cada miembro (Ef. 4:16) son parte integral del plan de Dios (Ef. 2:10; 3:11), lo cual da sentido y propósito a la vida de los miembros del cuerpo.
 
Una vida sin sentido de dirección, y propósito, produce frustración. Pero, Cristo no nos ha dado una vida sin sentido, hay plan y propósito para nosotros en él.
 
El cuerpo de Cristo tiene muchos miembros
 
Pablo indicó esto a los corintios: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo… Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos… Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular” (1 Cor. 12:12,14,27).
 
Pablo recordó lo mismo a los romanos: “Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros” (Rom. 12:4,5).
 
Cada miembro tiene su función en el cuerpo
 
Pablo enfatizó que cada miembro tiene su propia función cuando escribió a los santos en Roma (Rom. 12:5-8), e implicó lo mismo a los corintios (1 Cor. 12:29,30).
 
Pedro también destacó este punto: “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén” (1 Ped. 4:10,11).
 
No entender, y no aplicar, que “cada miembro tiene su propia función” es fatal. En primer lugar, es perjudicial para cada miembro que actúa pensando que todos los cristianos son de la misma clase, y que, procura ser lo que no es, ni podrá ser. ¿La tragedia? No realizará la actividad que es propia de él distraído por la función de otro (cf. Ef. 4:16), y, eventualmente, quedará frustrado y desanimado.
 
En segundo lugar, no entender, y no aplicar, que “cada miembro tiene su propia función” será perjudicial para el propio cuerpo. Pensémoslo por un momento, el cuerpo está diseñado para realizar una obra que abarca la adoración, la evangelización, la edificación, la benevolencia limitada, y si cada miembro debe ser igual que los demás en función, la obra del cuerpo se detendrá, perderá fuerza, y se deshará. Solo quedará la frustración y desánimo general.
 
Cada miembro es crucial para el funcionamiento del cuerpo de Cristo
 
Cada miembro tiene un funcionamiento importante: “Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo” (1 Cor. 12:15-20).
 
Ninguna función es menospreciable: “Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios” (1 Cor. 12:21,22).
 
Varios desafíos se presentan frente a semejante verdad bíblica:
  • Despertar a la realidad circundante en la cual cada miembro tiene una función específica.
  • Despertar a la realidad de la capacidad y oportunidad personal.
  • Alentar a los miembros a desarrollar las funciones que se adaptan a sus habilidades y oportunidades. 
  • Brindar orientación y facilitar los espacios de servicio a los miembros capacitados para ello.
 
Conclusión
 
Recordemos: El cuerpo de Cristo tiene muchos miembros (1 Cor. 12:14,27). Cada miembro tiene una función propia en el cuerpo (Ef. 4:16). Cada función es crucial para el funcionamiento del cuerpo de Cristo (1 Cor. 12:15-26; 1 Ped. 4:11).
 
Apliquemos: Cada uno de nosotros es un miembro en el cuerpo de Cristo. Cada uno de nosotros tiene una función específica que puede y debe realizar. Cada uno de nosotros es importante para el funcionamiento del cuerpo de Cristo
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