El trato hacia los enemigos

 
Por Josué Hernández

 
En la última lección sobre el tema de la venganza (Mateo 5:38-42) Jesús presentó un gran desafío, el cual demanda una conducta radical de parte de los ciudadanos del reino de los cielos.
 
En la presente lección aprenderemos por qué debemos actuar de tal manera hacia aquellos que nos hacen mal, en otras palabras, queremos aprender cuál es la razón subyacente en esta enseñanza de Cristo:
 
“Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mat. 5:43-48).
 
La ley de Moisés, y la interpretación y aplicación tradicionales
 
El Antiguo Testamento no dijo: “odiad a vuestros enemigos”, claramente Dios enseñó el amor al prójimo: “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová”, Lev. 19:18)

Dios demandó el mostrar misericordia al enemigo: “Si encontrares el buey de tu enemigo o su asno extraviado, vuelve a llevárselo. Si vieres el asno del que te aborrece caído debajo de su carga, ¿le dejarás sin ayuda? Antes bien le ayudarás a levantarlo” (Ex. 23:4,5). 

“Si el que te aborrece tuviere hambre, dale de comer pan, y si tuviere sed, dale de beber agua; porque ascuas amontonarás sobre su cabeza, y Jehová te lo pagará” (Prov. 25:21,22). 
 
La interpretación y aplicación tradicionales eran, sencillamente, ilegales: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo” (Mat. 5:43). Sencillamente, Dios no autorizó el vivir odiando a los enemigos.
 
La justicia del reino enseñada por Jesús
 
“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mat. 5:44).
 
“La gente ya sabía y usaba la palabra "amar", pero su concepto del amor era muy limitado. Jesús da un significado nuevo a la palabra. Sin duda, el pueblo quedó asombrado por esta enseñanza, tan distinta de lo que los escribas y fariseos enseñaban (Mat. 5:20)” (W. Partain).  
 
W. E, Vine, en su Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento, hace un comentario muy instructivo sobre el amor (gr. “agape”): “sea que se ejercite hacia los hermanos, o hacia hombres en general, no es un impulso que provenga de los sentimientos, no siempre concuerda con la general inclinación de los sentimientos, ni se derrama solo sobre aquellos con los que se descubre una cierta afinidad”.
 
En otras palabras, el amor requerido por Cristo no es uno de simpatía y amistad cariñosa, sino la “buena voluntad activa” hacia los enemigos, procurando su bien. Este amor es una decisión perseverante por el valor que Dios enseña que tiene el ser amado.
 
“El tipo de mansedumbre sumisa ordenada por Cristo en estos versículos parece tan difícil a las personas que nunca la han probado; pero, en realidad, presenta el enfoque más emocionante de la vida y sus problemas que posiblemente alguno se pueda imaginar. Quienes lo han probado afirman unánimemente que funciona” (J. B. Coffman).
 
“Cuando uno se esfuerza honesta y fielmente por vivir a la altura de las enseñanzas de Jesús en este asunto, o en cualquier otro, fuerzas mucho más allá del conocimiento de cualquier hombre están trabajando a favor del seguidor obediente del Señor” (Ibid.).
 
Con total claridad, Jesucristo manda a bendecir (gr. “euloguéo”), en otras palabras, elogiar a los enemigos, hacer el bien a quienes nos odian (no sólo evitar hacerles un mal), y orar “por” ellos (no sólo “acerca” de ellos). Esta es una expansión del principio ilustrado en Mateo 5:39-42. En resumen, Jesús demanda dos cosas: 
  • ¡No busques venganza! 
  • ¡Se agresivo con tu amor!
“El principio de amar a los enemigos es válido y obligatorio para todos los que quieran seguir a Cristo. No hay lugar en el corazón cristiano, purificado del pecado y perdonado de todas las transgresiones, para albergar algo tan sofocante y escalofriante como el odio hacia alguien” (J. B. Coffman).
 
La razón subyacente para amar a los enemigos
 
La razón para proceder con semejante trato para con los enemigos es evidente a todas luces, Jesús quiere que sus discípulos demuestren su íntima filiación con el Padre celestial: “para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (Mat. 5:45).

Tal vez necesitamos conocer mejor a nuestro Padre celestial, y nuestra situación no sea de una mejor comprensión de aquellos que por primera vez oyeron este sermón de Cristo. ¿Cómo es, respecto al amor, nuestro Padre celestial?
 
“hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (Mat. 5:45). 

“…él es benigno para con los ingratos y malos. Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso” (Luc. 6:35,36). 

“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros… Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (Rom. 5:8,10). 

“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1 Jn. 4:10). 

“Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros” (1 Jn. 4:11).

“Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante” (Ef. 4:31-5:2).

La justicia del reino de los cielos
 
La justicia del reino es superior a la práctica general: “Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mat. 5:46-48).
 
Ser perfecto (gr. “téleios”), “significa habiendo alcanzado su fin (telos), acabado, completo, perfecto. Se traduce «maduro» en 1Cor. 14:20” (Vine). 

Debido a que el contexto trata del amor, y la misericordia (cf. Luc. 6:36), la “perfección” indicada por Cristo es una perfección en el amor, un amor maduro y completo, como el amor de Dios.
 
Conclusión
 
Esta sección de la enseñanza de Cristo es otra demostración vívida de cómo la justicia del reino de los cielos excede la justicia de los escribas y fariseos (Mat. 5:20). Indudablemente, tenemos la opción de seguir la corriente de la mayoría, y la opción de aceptar y obedecer la palabra de Cristo.
 
Los principios expuestos en el presente sermón son ciertamente un desafío para nuestro entendimiento y nuestro ego. Pero, los pondremos en práctica para ser verdaderos:
  • “hijos de vuestro Padre que está en los cielos”.
  • “perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. 

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