Por Josué Hernández
Enfocando nuestra atención en la
gloria futura, o venidera, que en el pueblo de Dios ha de manifestarse (Rom.
8:18), dos gemidos se producen al unísono. En primer lugar, Pablo indica el
gemido de la creación (v.22), y luego, el gemido de los cristianos (v.23).
Pablo señala que la
creación aguarda la manifestación (gr. “apokalupsis”, es decir, “revelación”)
de los hijos de Dios (Rom. 8:19), en otras palabras, la libertad gloriosa de
los hijos de Dios (v.21).
Varias preguntas surgen, por
ejemplo, ¿cuál es la “creación” a la cual Pablo hace referencia? ¿Por qué gimen
la creación y los cristianos? ¿Cuál es el plan de Dios en todo esto? ¿Hay
lecciones prácticas para nosotros aquí?
El anhelo de la
creación
“Porque el anhelo
ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque
la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa
del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada
de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque
sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto
hasta ahora” (Rom. 8:19-22).
Varias opciones se han propuesto
sobre la naturaleza de la “creación” referida por Pablo. Algunos dicen que ésta es la creación material (animal y vegetal,
animada e inanimada), otros afirman que es la iglesia (la nueva creación),
también hay quienes opinan que es la humanidad en general.
Creemos que Pablo señala a la
humanidad inconversa, en primer lugar, por las declaraciones respecto a esta
“creación”, la cual “será libertada” (Rom. 8:21) por medio del evangelio (Rom.
1:16,17; 6:17,18), que está sujeta a vanidad (Rom. 8:20), que no tiene “las
primicias del Espíritu” (Rom. 8:23), que anhela profundamente y gime por lo
eterno (8:19,22).
En segundo lugar, el sustantivo
“creación” (gr. “ktisis”) puede entenderse fácilmente como “humanidad inconversa
o no regenerada” en pasajes tales como: “predicad el evangelio a toda criatura”
(Mar. 16:15). “el evangelio… el cual se predica en toda la creación”
(Col. 1:23).
“Qué bendición es la resurrección
a la inmortalidad, puede entenderse por esto, que el deseo más ferviente de la
humanidad ha sido siempre obtener esa gloriosa vida eterna en el cuerpo, por la
cual los hijos de Dios serán dados a conocer” (Macknight).
“no se puede negar que hay
anhelos profundos e incontenibles en el corazón humano por algo mejor que los
pobres años de agonía y frustración en la tierra. Cuán ansiosamente buscan los
hombres de ciencia derribar las fronteras de la muerte; con qué perseverancia
se esfuerzan por extender la duración de la vida humana; ¡Y qué lamentable es
la reacción de todo hombre ante las inevitables demandas de la tumba! Que toda
esa agonía de frustración sea de hecho una “expectativa” mirando hacia la
revelación de los hijos de Dios parece bastante razonable, siendo la tragedia
más grande que, para los miles de millones no redimidos de la Tierra, esa
expectativa no es más que una cosa subconsciente, que los lleva a buscar su
fruto, no en el Señor Jesucristo, a través de quien sus esperanzas más
atrevidas pueden convertirse en realidad, sino en los dispositivos inútiles e
ineficaces que ellos mismos han ideado. Tal es la oscuridad de la tragedia
épica de la humanidad, perdida en el pecado, sin Dios y sin esperanza en el
mundo, hasta que se vuelvan al Señor Jesucristo” (J. B. Coffman).
“Pablo habla del “anhelo
ardiente” de la humanidad inconversa de ser inmortales, el deseo, por lo menos
subconsciente, de tener algo mejor que esta vida con sus frustraciones,
sufrimientos y miseria en general. Todas las naciones han tenido sus teorías de
cierta clase de existencia sublime más allá de la tumba. Por ejemplo, los
indios de Oklahoma hablaban del “Happy Hunting Ground” (el Campo Feliz de
Casería). Desde luego, los medios para lograr tal vida inmortal y sublime son
sueños vacíos de la decepción” (W. Partain).
El anhelo de los
hijos de Dios
El anhelo
de los hijos de Dios es por “la gloria venidera que en nosotros ha de
manifestarse” (Rom. 8:18). Anhelo por herencia, redención y salvación.
Herencia: “Y si hijos,
también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que
padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”
(v.17).
“Bendito el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer
para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para
una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los
cielos para vosotros” (1 Ped. 1:3,4).
“Porque esta leve tribulación
momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de
gloria” (2 Cor. 4:17).
Redención: “la redención
de nuestro cuerpo” (v.23).
“Mas nuestra ciudadanía está en
los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el
cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante
al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a
sí mismo todas las cosas” (Fil. 3:20,21).
“Amados, ahora somos hijos de
Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando
él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1
Jn. 3:2).
Salvación: “Porque en
esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque
lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con
paciencia lo aguardamos” (v.24,25).
El anhelo de los hijos de Dios
les mueve a gemir y perseverar con paciencia mientras sufre con Cristo en la
espera de aquel gran día.
Gemir: “gemimos” (v.23).
“Por supuesto, ya nos hemos
convertido en hijos de Dios; pero el efecto de la redención y la plena
realización de la filiación aún están pendientes. Tenemos sólo las
"primicias" del Espíritu, la prenda de vida en la gloria de Dios,
pero la gloria misma en su plenitud aún no está aquí” (Emil Brunner).
“A pesar de la naturaleza parcial
e incompleta de la salvación de la que disfrutan los cristianos durante la vida
presente, es sin embargo el fin y la totalidad de la vida. La palabra del
Creador mismo está firmada en los títulos de propiedad de nuestra esperanza. La
sangre de Cristo es suficiente para redimir; el amor de Dios por sus hijos
finalmente prevalecerá; y la antigua promesa de Dios se cumplirá cuando
"los redimidos del Señor" entren en su presencia "con cánticos
de gozo eterno sobre sus cabezas, y la tristeza y el gemido huirán" (Is.
35:10)” (J. B. Coffman).
Esperar: “con paciencia lo
aguardamos” (v.25).
“Hermanos míos, tened por sumo
gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra
fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis
perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Sant. 1:2-4).
“Por tanto, hermanos, tened
paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso
fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia
temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros
corazones; porque la venida del Señor se acerca” (Sant. 5:7,8).
Padecer: “si es que
padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”
(v.17).
“Pues para esto fuisteis
llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para
que sigáis sus pisadas” (1 Ped. 2:21; cf. 4:13).
“Es necesario que a través de
muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hech. 14:22).
Conclusión
“Lo que la humanidad inconversa
desea es la inmortalidad, aunque sean ignorantes del medio de obtenerla. Es el
objeto de su gemir como una mujer en el proceso de dar a luz. Anhelan lo que
Cristo ofrece: la libertad de la esclavitud al pecado y de la corrupción al
resucitarnos del sepulcro. Pero lamentablemente la gran mayoría de ellos nunca
lo hallan porque solamente se obtiene por medio del evangelio de Cristo” (W.
Partain).
¿Tiene usted
esperanza de vida eterna con Dios?