Mediante la información que proveen
las sagradas Escrituras Dios nos trae a Cristo (Jn. 6:44,45). Meditemos en esto,
¿cómo podría alguno conocer a Cristo sin informarse personalmente sobre
lo que la Biblia revela de él? Y, ¿cómo podría alguno amar a Cristo sin
conocerle? Y, ¿cómo podría alguno obedecer a Cristo si no le ama? La palabra de Cristo (Col. 3:16)
tiene la información necesaria para conocer a Cristo; y conociéndole más, y
mejor, amarle; y amándole, obedecerle. La desobediencia no solo puede ser
prevenida, sino también corregida con la palabra de Dios. Como vemos, el
estudio bíblico cotidiano tiene fines prácticos. Aparte de la Biblia no hay otra forma
de venir al conocimiento de la verdad (1 Tim. 2:4; Ef. 4:12; Col. 1:9-12; cf. 2
Tim. 3:7). En fin, esforzarnos por conocer más y mejor la revelación de Dios en
su palabra, la Biblia, demuestra nobleza de carácter y de corazón (cf. Hech. 8:28;
17:11). “La Biblia ha sido apreciada por
las edades. Al punto que nuestra civilización se basa en sus palabras. En
ningún otro libro hay tal colección de inspiración, sabiduría y esperanza”
(Dwight Einsenhower). “Tan grande es mi veneración por
la Biblia que cuanto antes los niños comienzan a leerla más segura es mi
esperanza que demostrarán ser ciudadanos útiles de su país y miembros
respetables de la sociedad. Lo he hecho por muchos años como una práctica común
el leer toda la Biblia una vez al año” (John Quincy Adams). “Si hay algo en mis pensamientos
o estándar para elogiar, el crédito se debe a mis padres por inculcarme un
profundo amor temprano por las Escrituras. Si cumplimos con los principios enseñados
en la Biblia, nuestro país seguirá prosperando y prosperando; pero, si nosotros
y nuestra posteridad descuidamos sus instrucciones y autoridad, nadie puede
decir que tan repentina será la catástrofe que nos abrume y entierre toda
nuestra gloria en la profunda oscuridad” (Daniel Webster). “Creo que la única razón por la
cual me he mantenido un útil y feliz servicio es que he sido un amante de las
sagradas Escrituras. Ha sido mi costumbre leer la Biblia cuatro veces al año,
en un espíritu de oración, para aplicarla a mi corazón, y practicar lo que
encuentro en ellas. Durante sesenta y nueve años he sido un hombre feliz,
feliz, feliz, feliz” (George Müller). “No podemos leer la historia de
nuestro ascenso y desarrollo como nación, sin tener en cuenta el lugar que ha
ocupado la Biblia dando forma a los avances de la República” (Franklin
Roosevelt). “La base fundamental de las leyes
de esta nación le fue dada a Moisés en el monte Sinaí. La base fundamental de
nuestro sistema judicial y de derecho proviene de las enseñanzas que recibimos
desde Éxodo a Mateo, desde Isaías a Pablo” (Harry Truman). “Creo que la Biblia es el mejor
regalo que Dios le ha dado al hombre. Todo el bien del Salvador del mundo nos
es comunicado a través de este libro” (Abraham Lincoln). “Dentro de las portadas de este
libro único, la Biblia, están todas las respuestas a todos los problemas que
enfrentamos hoy, si sólo la leyéramos y creyéramos” (Ronald Reagan). Estudiar la Biblia cotidianamente
ha sido un hábito que grandes personas practicaron regularmente, según los
ejemplos anteriores. Actualmente, fieles cristianos en todo el mundo estudian
la Biblia con perseverancia, mientras más y más personas, incluyendo a hermanos
en la fe, no estudian la Biblia cada día como debieran.
Razones para
estudiar cotidianamente la Biblia
El nuevo nacimiento es una
primera gran razón para estudiar la Biblia cada día. Dicho de otro modo, si
alguno preguntara, “¿por qué debemos estudiar la Biblia cada día?”, Santiago
nos responde: “El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad,
para que seamos primicias de sus criaturas” (Sant. 1:18). Santiago nos recuerda
de Dios provienen cosas buenas (Sant. 1:17), entre ellas, el nuevo nacimiento
por su bendita palabra. Jesús enfatizó la necesidad de
nacer de nuevo para entrar en el reino como un ciudadano de él (Jn. 3:3-5), y
escudriñando las Escrituras aprendemos que el nuevo nacimiento se produce por
el evangelio (Jn. 1:12,13; 1 Ped. 1:23-25), lo cual se observa claramente en
los casos bíblicos de conversión en el libro Hechos. ¿Ha prestado suficiente
atención al método de salvación especificado por Dios? La salvación en sí misma es
una tremenda gran razón para motivarnos a estudiar la Biblia cada día. El
evangelio contenido en nuestras Biblias provee la salvación en sus tres etapas;
a saber, la salvación pasada, por la obediencia inicial al evangelio (Mar.
16:15,16; Rom. 1:16,17; Hech. 2:40); la salvación presente, de aquellos que se
están ocupando de su salvación cada día (Fil. 2:12; 1 Ped. 1:5; Jud. 1:21; cf.
Os. 4:6); y, la salvación futura con Dios en los cielos, la cual es la promesa
que motiva el corazón del fiel discípulo (Sant. 1:21; Hech. 20:29-32; Heb. 5:9).
La santificación es otra
gran razón para motivarnos a estudiar la Biblia cada día. Dios nos consagra a
su servicio mediante su palabra, es decir, nos santifica y hace aceptos a él
(Jn. 17:17; 1 Cor. 6:11). El consuelo que tanto
necesitamos por la esperanza del evangelio es provisto por el estudio bíblico
del carácter de Dios y del trato de él en la historia sagrada. No hay mejor
consuelo que aquel que Dios provee por su palabra (Rom. 15:4; cf. Sal.
119:81,114). El crecimiento, o
desarrollo espiritual, es conferido por Dios mediante su palabra. Dicho de otro
modo, no sólo el nuevo nacimiento, o regeneración, es dado por Dios mediante su
palabra, sino que también la maduración de las nuevas criaturas es conferida
mediante el divino mensaje bíblico (Ef. 4:12,16; 1 Ped. 2:1,2; 2 Ped. 3:18;
1:5-11).
Formando el hábito
del estudio bíblico cotidiano
Manifestamos todos los días
prácticas habituales, es decir, costumbres, rutinas, hábitos, los cuales hemos
formado en el tiempo. Y tenemos por Dios la capacidad de cultivar buenos
hábitos o malos hábitos en el ejercicio de nuestro libre albedrío. Luego, si
queremos, podemos formar el hábito de estudiar cada día el bendito mensaje de
Dios en su palabra. Desde un ángulo negativo,
sencillamente, si no hemos desarrollado el buen hábito de estudiar la Biblia
cotidianamente, habremos desarrollado el mal hábito de no hacerlo. Como criaturas de tiempo, vivimos
sujetos a las limitaciones que el tiempo nos impone, y, nuestro tiempo de vida
es breve (Sant. 4:14). Siendo, por lo tanto, criaturas de hábito y tiempo, si desarrollamos
el buen hábito de estudiar la Biblia cada día, aprovecharemos una de las
posesiones más importantes que tenemos (Ef. 5:16) para ganar el “conocimiento
de la verdad”.
Conclusión
Habiendo comenzado un nuevo año
de vida por la generosidad de Dios, preguntamos, ¿qué hábitos hemos traído con
nosotros a este nuevo año?¿Estamos practicando el hábito de estudiar la
Biblia cada día?Si no, ¿qué hábitos deberíamos modificar para hacerlo?
¿Puede identificar el problema que le impide estudiar la Biblia cada día?
¿Puede identificar la solución para crecer en el conocimiento de Cristo (Col.
3:16; 2 Ped. 1:8)? Tal vez, reconocemos, e incluso,
recomendamos el estudio bíblico perseverante. Sin embargo, ¿practicamos lo que recomendamos?