Ansiedad

 


Por Josué Hernández

 
Al llegar a este punto del sermón del monte (Mateo 6:25-34), aprendemos que Jesús continúa exponiendo sobre la justicia del reino de los cielos respecto a la relación del hombre con Dios. 

En esta sección del sermón aprendemos que la ansiedad por las cosas de esta vida no refleja una relación de dependencia confiada para con el Padre celestial.
 
Luego de contemplar la severa denuncia del Señor contra el materialismo (Mat. 6:19-24), los discípulos fácilmente se preguntarían, “¿qué de las cosas de esta vida que necesitamos para subsistir?”. La presente lección responde esta pregunta.
 
“¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” (v.25).
 
La prohibición es inequívoca, “No os afanéis” (v.25,31,34). Luego, el afán por las cosas de esta vida es una cosa indebida a los ciudadanos del reino de los cielos.
 
Afanarse (gr. “merimna”): “probablemente relacionado con “merizo”, atraer en diferentes direcciones, distraer, y por ello significa aquello que causa esto, un afán, especialmente ansioso” (Vine). La palabra indica a un distraído por las preocupaciones, y de ahí, ansioso y lleno de cuitas. Es decir, y parafraseando, “no dejes que la ansiedad por la comida y la ropa te distraiga de lo realmente necesario en la vida (cf. Luc. 10:38-42)”.
 
Somos dueños de nuestro corazón, y podemos decidir obedecer esta enseñanza (cf. Fil. 4:8). No debemos dejar que el afán nos distraiga, y las emociones nos impidan razonar. La razón para semejante prohibición es simple. El afán no sólo es indebido, también es infructífero y, por lo tanto, es innecesario.
 
“En este pasaje Jesús ataca la tendencia de centrar nuestras vidas en torno a los alimentos y al vestido, perdiendo así de vista el verdadero sentido de la vida. El problema no es tanto qué comemos y vestimos hoy, sino qué comeremos y vestiremos de aquí a diez, veinte o treinta años. Una preocupación así acerca del futuro es pecado, porque niega el amor, la sabiduría y el poder de Dios. Niega el amor de Dios al implicar que Él no se cuida de nosotros. Niega Su sabiduría al implicar que no sabe lo que está haciendo. Y niega Su poder al implicar que Él no es capaz de proveer a nuestras necesidades. Esta clase de preocupación ansiosa nos hace dedicar nuestras mejores energías a asegurar que tendremos suficiente con qué vivir. Luego, y antes de que nos enteremos, hemos malgastado nuestras vidas, y hemos perdido el propósito central para el que fuimos creados. Dios no nos creó a Su imagen con el único destino que el de consumir alimentos. Estamos aquí para amarle, adorarle y servirle y para representar Sus intereses en la tierra. Nuestros cuerpos nos han sido dados para ser nuestros siervos, no nuestros dueños” (W. MacDonald). 
 
Reflexionemos, ¿qué es más importante? Preguntó Jesús. Un argumento de mayor a menor (cf. Rom. 8:32). La vida y el cuerpo son más importantes que la comida y la ropa. Piénselo detenidamente, ¿quién da vida a nuestros cuerpos? ¡Dios! Si Dios es lo suficientemente poderoso para darnos vida, ¿no podrá también proporcionarnos comida y ropa para sustentar la vida que nos da?
 
“Mirad las aves del cielo” (v.26).
 
He aquí un argumento a favor del cuidado providencial de Dios. Contemple y reflexione, es decir, “mirad” (gr. “emblepo”), “mirar con concentración… expresando una intensa contemplación” (Vine).
 
Las aves son ejemplo elocuente de la capacidad de Dios para cubrir sus necesidades. Esto no significa que las aves no trabajen para cubrir sus necesidades (a menudo se muestran ocupadas conforme a su capacidad y oportunidades). Pero, las aves no son culpables de exagerar como el rico necio (Luc. 12:16-21).
 
El punto de Jesús es tremendo. Si sus discípulos e hijos del Altísimo, que valen más que las aves, usan sus oportunidades y talentos para trabajar (cf. Ef. 4:28; 1 Tes. 4:11,12), cosa que las aves no hacen, ¿cómo podrían dudar que Dios no bendecirá la obra de sus manos (cf. Sal. 90:17)?
 
“¡Seguramente, Dios no podría ser acusado de cuidar a los gorriones y descuidar a sus hijos! El misterio de cómo Dios se preocupa por las miríadas de sus criaturas, tanto grandes como pequeñas, es una maravilla infalible. Cualquiera que esté familiarizado con la vida salvaje es consciente de la notable continuación de todas las especies de una época a otra. Que Dios realmente hace esto es una certeza. El peso del argumento de nuestro Señor aquí es abrumador cuando se recuerda que, de todas las criaturas de Dios, desde los insectos hasta los grandes animales del bosque, solo el hombre está constantemente ansioso por su supervivencia en el planeta. Qué vislumbre da esto de la ruina y la miseria que han resultado del pecado y la rebelión del hombre contra su Hacedor. La ansiedad, corolario seguro del pecado cometido, ha invadido cada pensamiento del hombre, ha destruido su serenidad y lo ha hecho correr en todas direcciones” (J. B. Coffman).
 
Reflexionemos, “¿No valéis vosotros mucho más que ellas?”, un argumento de menor a mayor (cf. Mat. 10:29-31). Es decir, si el Padre celestial provee para seres de menor valor, ¿no proveerá para ti? Si somos imagen y semejanza de Dios, y si fuimos redimidos por la sangre de Cristo. ¿Por qué dejar que las necesidades físicas nos distraigan de lo más importante en la vida (cf. Mar. 4:18,19)?
 
“¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?” (v.27).
 
Un argumento que ilustra lo infructífero que resulta ser el afán en sí. ¿Alguna cosa cambiará simplemente porque nos afanemos? El afán, por sí mismo, no cambiará nuestro cuerpo, ya sea de estatura, ya sea de contextura.
 
“Considere cuán miserable es la vida que hace que comer y vestirse sea el pensamiento principal. La vida de un hombre está destinada a ser mucho más segura que esto; y, sin embargo, ¿no hay algunos que no piensen más allá de esto? El peso de la ansiedad es puramente secular y físico. Los devotos de la mesa y de la moda hacen que comer y beber sea todo. Ahora, la idea del pasaje es que nadie está tan circunstanciado como para verse obligado a pensar solo, o principalmente, en comida y vestimenta. No hay un hombre pobre que no pueda percibir que nació para pensamientos y cosas más altas que ‘mantener la olla hirviendo’.” (R.M. Edgar).
 
El afán por la comida y la ropa no garantiza que las cosas necesarias para nuestra subsistencia las tendremos mañana, como las víctimas de huracanes, terremotos, robos, etc., se han percatado. Debemos aprender a depender de Dios: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” (Mat. 6:11).
 
“Considerad los lirios del campo” (v.28-30).
 
Otro argumento a favor del cuidado providencial de Dios. Jesús dijo, “considerad” (gr. “katamanthano”), “aprender totalmente (kata, abajo, intensivo; manthano, aprender), de ahí, notar con exactitud, considerar bien” (Vine). Otro argumento de menor a mayor (cf. Mat. 6:26).
 
“como crecen” sin el trabajo sosegado que nos caracteriza (cf. 2 Tes. 3:12), sin embargo, la gloria de los lirios supera la gloria de Salomón. ¿Cómo es posible esto?  Por el cuidado providencial de Dios quien ordena los asuntos de esta vida para asegurar que se logren sus propósitos.
 
Reflexionemos, “¿no hará mucho más a vosotros…?”. En otras palabras, si Dios puede vestir así la hierba del campo, que hoy está aquí y mañana ya no, ¿no es capaz Dios de hacerlo por ti? ¿No estará dispuesto el Padre celestial? ¿No somos sus hijos? ¿No estamos diseñados a pasar la eternidad con Dios?
 
“¿…hombres de poca fe?” (cf. Mat 8:26; Mat 14:31; Mat 16:8; Mat 17:20). He aquí la señal distintiva que fácilmente podemos rastrear en nuestro corazón. Si nos afanamos por la comida y la ropa, ¿qué somos sino “hombres de poca fe”?
 
Cuando falta la fe hay duda (Mat. 14:31), y cuando hay duda, hay miedo (Mat. 14:30). Los “cobardes e incrédulos” siempre van juntos (Apoc. 21:8; cf. Am. 3:3), tienen mucho en común.
 
Resumen del argumento de Jesús (v.31-34).
 
La prohibición: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?”.
 
La razón: “Porque los gentiles buscan todas estas cosas”, “pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas”.
 
El enfoque: “Mas buscad primeramente”, “el reino de Dios”, “y su justicia”
 
La bendición: “y todas estas cosas os serán añadidas”.
 
La enseñanza: “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal”.
 
Nada debe distraernos del reino de Dios y su justicia (v.33). Las necesidades físicas no deben distraernos del gobierno de Dios y su voluntad para con nosotros. Pero, ¿cómo podemos lograr esto?
  • Acumulando tesoros en el cielo, usando nuestro tesoro terrenal para ayudar a otros (Mat. 6:19-21; 19:21; Luc. 12:33,34; 1 Tim. 6:17-19).
  • Enfocando nuestro corazón en lo que realmente es bueno, verdadero y justo (Mat. 6:22,23).
  • Sirviendo a Dios en lugar de servir a las riquezas (Mat. 6:24).
 
Dejémosle el mañana a Dios. Obedezcamos a Cristo y el Padre celestial proveerá para nuestras necesidades físicas, no sólo porque él es capaz, sino que también porque él está dispuesto. No nos angustiemos por el mañana, hoy tenemos suficientes problemas en los cuales ocuparnos.
 
Conclusión
 
Cristo dice, “no te afanes, haz la voluntad de Dios, y serás feliz”. Si ponemos en práctica lo que Jesús ha enseñado nuestras vidas serán una casa edificada sobre la roca (cf. Mat. 7:24,25).