Crecimiento y autoestima


 
Por Josué Hernández

 
La información bíblica nos mueve a la convicción de que el crecimiento espiritual es una decisión. En otras palabras, el cristiano elige crecer, decide estirarse espiritualmente hacia la madurez y la salvación.
 
“Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor” (1 Ped. 2:1-3, énfasis mío, jh).
 
A la vez que el crecimiento espiritual es una decisión, aprendemos también de las sagradas Escrituras que es ordenado por Dios (2 Ped. 3:18), lo cual requiere esfuerzo y perseverancia diligente (Fil. 2:12), en lo cual el fiel cristiano no está sólo, porque es asistido por Dios (Fil. 2:13) y bendecido por él (2 Ped. 1:8-11).
 
Lamentablemente, por su propia decisión, algunos cristianos no alcanzan su potencial espiritual de crecimiento y manifiestan habilidades mínimas, consecuencia de la inmadurez y la atrofia espiritual.
 
Una razón por la cual algunos cristianos no crecen es la baja autoestima, es decir, la falta de respeto a sí mismos como hijos del Altísimo; y, pretendiendo servir a Jesucristo fracasan al subestimar su verdadero potencial, y poco se esfuerzan por crecer, si es que realmente se han esforzado por ello.
 
La autoestima y el cristiano
 
La autoestima es la valoración que hacemos de nosotros mismos según nos percibimos. Así, pues, creamos una autoimagen y conforme a ello nos comportamos y sentimos.
 
Gran parte de la estructura que forma la base de la autopercepción proviene de la infancia, específicamente de la familia. Esta autopercepción se fortalece con el diálogo interno a medida que pasa el tiempo. Obviamente, la autopercepción tiene consecuencias directas sobre la conducta.
 
La base cristiana para la autoestima es provista por Dios en su palabra. La Escritura nos informa sobre la dignidad que cada uno de nosotros gozamos en virtud de la generación divina (Gen. 1:26-28; Jn. 3:16; Rom. 5:8; 1 Jn. 4:10). Sin embargo, hay más que considerar. Los hijos de Dios pueden estar seguros de su dignidad en virtud de la regeneración espiritual (Tito 3:5; 1 Jn. 3:1), y a consecuencia de ello, de toda bendición espiritual en Cristo (Ef. 1:3; Col. 2:10).
 
Las bendiciones de Dios son suficientes para modificar la autopercepción de todo aquel que venga a beber de las ricas y frescas aguas de la fuente de su bendita palabra.
 
La autoestima y el crecimiento espiritual
 
La baja autoestima estorba el crecimiento espiritual porque hace del cristiano uno que desconfía en su capacidad para entender a Cristo y crecer en él, se dará por vencido demasiado pronto, y morirá espiritualmente si no detiene el cáncer espiritual que lo aqueja.
 
Por el contrario, la autoestima adecuada impulsa y mejora el crecimiento espiritual, por ejemplo, la autoestima de Pablo para sí mismo (Fil. 4:13), y para con otros (Fil. 1:6; 2:12,13). En fin, la autoestima adecuada es bendición (Rom. 12:3-8; 1 Ped. 4:10,11).
 
Pero, ¿cómo podríamos mejorar nuestra autoestima para crecer en Cristo? En primer lugar, hágase cristiano, y contemple el origen de su vida física y espiritual. Luego, recuerde que lo poco nuestro es mucho en las manos del Señor (cf. Ex. 4:2; Jn. 6:9).
 
Conclusión
 
La baja autoestima es gran estorbo al crecimiento espiritual. A su vez, el crecimiento espiritual progresa y aumenta con autoestima adecuada.
 
Cuando crecemos según la voluntad del Señor estamos más y más seguros de que estamos en el camino correcto (1 Jn. 3:18,19).
 
Dios nos ayude a mejorar nuestra autopercepción como sus hijos amados mediante su palabra.