Por Josué Hernández
“Desechando, pues,
toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead,
como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella
crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor” (1
Ped. 2:1-3, énfasis mío, jh).
La autoestima y el cristiano
La autoestima y el crecimiento espiritual
Conclusión