Elegir y financiar



Por Josué Hernández

 
Elegir es una responsabilidad y un privilegio; y toda elección traerá consigo consecuencias. La iglesia local ha recibido del Señor la facultad de elegir, tomando sus propias decisiones. Si bien la iglesia no elige la doctrina, es decir, el área específica de la autoridad; la iglesia local si debe decidir dentro del área genérica de la autoridad, es decir, respecto a los recursos y conveniencias para obedecer de la mejor manera a Jesucristo.
 
La iglesia local elige, por ejemplo, a quienes son aptos para un ministerio particular:
  • “Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquía” (Hech. 6:5).
  • “Y cuando haya llegado, a quienes hubiereis designado por carta, a éstos enviaré para que lleven vuestro donativo a Jerusalén” (1 Cor. 16:3).
  • “Pero es necesario que el obispo sea… Los diáconos asimismo deben… Y éstos también sean sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el diaconado, si son irreprensibles” (1 Tim. 3:2,8.10).
 
La iglesia local podría elegir mal, y equivocarse en sus decisiones.
  • En cuanto a los necesitados, la iglesia no podrá ayudar a todos los santos necesitados del mundo, por lo tanto, he aquí una elección.
  • En cuanto a la evangelización, no podrá escoger todo medio, o recurso, lícito si no tiene la capacidad para financiarlo, por ejemplo, un programa de televisión o de radio puede escapar fácilmente de la capacidad financiera.
  • En cuando a predicadores, ¿quién? ¿por cuánto tiempo será apoyado? ¿Bajo qué acuerdo respecto a salir a predicar a otras congregaciones? ¿Qué hermanos de otras regiones o países serán sostenidos también?
  • En cuanto a los ancianos, ¿hay varones idóneos? ¿quiénes son? ¿Alguno será apoyado financieramente? ¿Cuál será su salario? 
 
La iglesia local es un grupo que financia
 
Hay sólo una manera para que la iglesia atesore dinero para hacer su obra y ésta es la colecta dominical que recoge de sus miembros según ellos han prosperado y propuesto (1 Cor. 16:2; cf. 4:17; 2 Cor. 9:6-11).
 
La iglesia local financia obreros: “evangelistas… pastores y maestros” (Ef. 4:11), obreros que se dedican a “perfeccionar a los santos” para “la obra del ministerio” y la “la edificación del cuerpo de Cristo” (Ef. 4:12). Estos obreros procuran “presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre” (Col. 1:28).
 
A Timoteo, un evangelista, Pablo escribió: “…haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (2 Tim. 4:2-5). En cuanto a los pastores de la congregación Pablo declaró: “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar” (1 Tim. 5:17).  
 
Recordamos el principio del Señor: “Digno es el obrero de su salario” (1 Tim. 5:18; cf. Luc. 10:7; Mat. 10:10). Una lectura cuidadosa revela que se indica a uno que primeramente es un “obrero”, debido a lo cual es “digno” de recibir salario (cf. 1 Cor. 9:1-14). Si deja de ser “obrero” ¿continuará siendo “digno” de recibir salario? El salario no le hace digno de ser obrero. El salario no le convierte en uno.
 
Conclusión
 
Cada iglesia del Señor ha recibido la capacidad, la responsabilidad, y el privilegio, de elegir. Pero, ¿qué hacemos con este regalo precioso de Dios?
 
La iglesia local es un conjunto organizado que elige y que paga un precio por lo que elige, sin embargo, ¿hemos elegido bien? ¿Podemos mejorar nuestra situación con mejores decisiones? ¿Cuál será nuestra elección respecto a estas cosas?