El derramamiento del Espíritu Santo

 


Por Josué Hernández


Hemos leído acerca de la promesa que Jesús hizo “a los apóstoles que había escogido” (Hech. 1:2), mandándoles que no se fueran de Jerusalén, “sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí” (Hech. 1:4; cf. Luc. 24:49). Ellos serían bautizados en el Espíritu Santo:
  • “Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hech, 1:5),
  • “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hech. 1:8).

Hemos leído de aquellos discípulos, reunidos unánimes, que esperaban en oración que tal promesa se cumpliese en los apóstoles (Hech. 1:12-14), instancia en la cual el Señor escogió al sucesor de Judas, a Matías, quien fue contado con los once apóstoles (Hech. 1:26).

En Hechos 2 leemos sobre eventos importantes que ocurrieron en un sólo día, y este fue el día de Pentecostés:
  • El derramamiento del Espíritu Santo.
  • El primer sermón que abrió las puertas del reino.
  • El establecimiento de la iglesia del Señor.

Las circunstancias del derramamiento del Espíritu Santo

El día en que el derramamiento del Espíritu Santo ocurrió fue el día de Pentecostés (Hech. 2:1), una fiesta llamada “La fiesta de las semanas” en el Antiguo Testamento, la cual celebraba la cosecha del trigo (Ex. 34:22).

“Pentecostés” significa “quincuagésimo”, debido a que ocurría cincuenta días después de la Pascua (Lev. 23:15,16). Este día fue un domingo, es decir, un primer día de la semana. Jesús había ascendido al cielo diez días antes (cf. Hech. 1:3,9-11).

Leemos que “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos” (Hech. 2:1), pero, ¿quiénes son estos “todos”? ¿Son los 120 discípulos o son los apóstoles? El antecedente más cercano al que se hace alusión son los “apóstoles” (Hech. 1:26), lo cual no es extrañó porque a ellos se hizo la promesa (Hech. 1:4,5,8). Ellos estaban sentados en la casa (Hech. 2:2). Ellos eran galileos (Hech. 2:7). Los que se pusieron de pie fueron Pedro con los once (2:14). La multitud se dirigió a Pedro y a los otros apóstoles como “varones hermanos” (2:37).

“Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos” (Hech. 2:2,3).

Hablando de los apóstoles, Lucas dijo: “Y fueron todos llenos del Espíritu Santo” (Hech. 2:4-11), y comenzaron a hablar en idiomas extranjeros, lo cual llamó la atención de los judíos devotos que se habían reunidos para el Pentecostés. La multitud les oyó hablar de las maravillas de Dios en sus propios idiomas (cf. 2:6,11). Entonces, los que entendieron quedaron asombrados y maravillados, aunque perplejos (Hech. 2:7,8,12), y los que no entendieron simplemente se burlaron (Hech. 2:13; cf. 17:32; 26:24). Pedro sencillamente indicó que era demasiado temprano para que estuviesen borrachos (Hech. 2:14,15; cf. Rom. 13:13; 1 Tes. 5:7).

El significado del derramamiento del Espíritu Santo

El derramamiento del Espíritu Santo fue proclamado por Juan el bautista (Mat. 3:11,12), anunciado por Jesús a sus apóstoles (Hech. 1:4-8; cf. Luc. 24:49), y explicado por Pedro en el día de Pentecostés:
  • Los eventos fueron profetizados por Joel (Hech. 2:16; cf. Jl. 2:28-32).
  • Quien profetizó sobre el derramamiento del Espíritu Santo (Hech. 2:17,18).
  • Una instancia de juicio, pero también de salvación (Hech. 2:19-21).
  • Lo que vieron y oyeron también fue evidencia de la resurrección y exaltación de Jesús de Nazaret como Señor y Cristo (Hech. 2:32-36).

El derramamiento del Espíritu Santo fue mencionado por Pablo. Él apóstol escribió sobre “el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador” (Tito 3:5-7), indicando “el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (cf. Jn. 3:3,5,7; cf. Rom. 5:5; 8:11-13).

Dirigiéndose a los corintios, Pablo escribió: “Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Cor. 6:11). “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Cor. 12:13):
  • Este cuerpo “es la iglesia (Col. 1:18).
  • Este cuerpo ha bebido del mismo Espíritu: “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado” (Jn. 7:37-39).

Conclusión

Con el derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés:
  • La promesa del Padre, tantas veces anunciada, se cumplió.
  • Se demostró que Jesús se levantó de entre los muertos y fue exaltado a la diestra de Dios.
  • Llegaba un tiempo de juicio pero también de salvación.

Algunos beneficios fueron temporales, como la investidura de poder sobre los apóstoles, para revelar y confirmar su testimonio al mundo. Sin embargo, otros beneficios son duraderos, ofrecen salvación y santificación a todos los que obedecen. Es decir, la consecuencia del bautismo en el Espíritu Santo, sigue bendiciendo al mundo, y esta consecuencia es la doctrina de los apóstoles de Cristo.

Recuerde lo que Pedro dijo al auditorio ese día: “...Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación” (Hech. 2:38-40).


Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas” (Hech. 2:41).

Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hech. 2:47).