Por
Josué Hernández
En
Mateo 7:1-12 estamos aprendiendo acerca de “la justicia del reino
de los cielos” respecto a “la relación del hombre con el
hombre”, y son tres los temas que Jesús expone en esta sección:
- El juzgar a otros (7:1-6).
- Pedid, buscad, llamad (7:7-11).
- La regla de oro (7:12).
La
enseñanza de Jesús sobre “el juicio temerario e hipócrita” nos
indica que debemos restringirnos de:
- La tendencia a juzgar tan rápidamente, a la vez que debemos juzgar a los “perros” y los “cerdos”.
- Ser hipercríticos, a la vez que debemos ser críticos.
- Arrojar nuestras perlas a los cerdos, mientras mantenemos la humildad y la paciencia.
El
estudiante concienzudo se preguntará, ¿cómo discernir
correctamente en casos semejantes? Santiago nos indica que Dios
provee sabiduría a los que la piden a Dios (Sant. 1:5-8). No es de
extrañar, por lo tanto, que junto a la cuestión de “juzgar a los
demás” el Señor Jesús nos enseñe sobre “la persistencia en la
oración”.
El
principio de la perseverancia
“Pedid,
y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque
todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama,
se le abrirá” (Mat. 7:7,8).
El
principio de la perseverancia está implícito en la acción continua
del tiempo presente en el texto griego, según lo cual, Jesús dice:
- “persevera pidiendo” y se te dará.
- “persevera buscando” y encontrarás.
- “sigue llamando” y se te abrirá.
A
menudo Jesús aplicó “el principio de la perseverancia” a la
oración. Por ejemplo, en la parábola del “Amigo a la medianoche”,
o “El amigo persistente” (Luc. 11:5-8), y en la parábola de “La
viuda y el juez injusto”, o “La viuda persistente” (Luc.
18:1-8).
Ciertamente,
el principio de la perseverancia se puede aplicar a otras áreas, por
ejemplo, el estudio bíblico, frente al cual muchos se rinden y pocos
perseveran (cf. Sal. 1:1-3; 119:97-104; Hech. 17:11; Ef. 3:4), o el
evangelismo, frente al cual algunos se han rendido demasiado pronto
(cf. Hech. 8:4; 11:19-21; 1 Tes. 1:8).
La
razón de la perseverancia
“¿Qué
hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una
piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si
vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos,
¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas
cosas a los que le pidan?” (Mat. 7:9-11).
El
Padre celestial se complace en dar buenas cosas a sus hijos que le
piden. Evidentemente, tenemos aquí un argumento de menor a mayor.
Sabemos que los padres dan cosas buenas a sus hijos que les piden.
¡Cuánto más nuestro Padre que está en los cielos! Algo
especialmente cierto respecto a la oración, como Cristo prometió a
sus discípulos (Jn. 14:13,14; 15:7), como Juan enseñó (1 Jn. 3:22;
5:14,15), y Santiago declaró (Sant. 4:2,3).
Conclusión
Debemos
buscar en Dios y pedirle con confianza sobre aquello que necesitamos, especialmente cuando necesitamos sabiduría para juzgar a los demás.