Juzgar a otros



Por Josué Hernández

 
En Mateo 6:1-34 aprendimos sobre la justicia del reino de los cielos respecto a la relación del hombre con Dios. Luego, en Mateo 7:1-12, aprenderemos sobre la justicia del reino de los cielos respecto a la relación del hombre con el hombre.
 
En Mateo 7:1-12 Jesús enseñó tres cosas. En primer lugar, enseño sobre el juzgar a otros (7:1-6). Luego, enseñó sobre la virtud de la perseverancia en relación con la oración (7:7-11). Por último, indicó la regla de oro (7:12). En la presente lección estudiaremos la primera de estas tres cosas, a saber, sobre el juzgar a otros.
 
Lo que no dice Mateo 7:1-6
 
“No juzguéis para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis, seréis juzgados; y con la medida con que midáis, se os medirá. ¿Y por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo puedes decir a tu hermano: "Déjame sacarte la mota del ojo", cuando la viga está en tu ojo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad para sacar la mota del ojo de tu hermano. No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las huellen con sus patas, y volviéndose os despedacen” (LBLA).
 
La tragedia que enfrentamos es tremenda. El primer versículo se ha aislado del resto del texto, y sin explicarse en su contexto, se ha usado para condenar a los que condenan, criticar a los que critican, y debatir que no se debe debatir.
 
Alguno, sin comprensión bíblica, ni anhelo por agradar a Dios, conocerá un puñado de pasajes que empleará como excusa para seguir en su pecado, y será común oírle decir: “No juzguéis, para que no seáis juzgados”. Pero, Jesús en su ley no prohíbe:
  • Los juicios civiles (cf. 1 Ped. 2:13-14; Tit. 3:1; Rom. 13:1).
  • La disciplina en la iglesia (cf. Mat. 18:15-17; 1 Cor. 5:11; 2 Tes. 3:13-14; Rom. 16:17-18).
  • Los juicios personales (cf. Mat. 7:6; 7:15-20).
  • La disciplina de los hijos (cf. Ef. 6:4; cf. Prov. 29:15,17).
Ciertamente, Jesús no prohíbe el juicio en sí, sino una clase de juicio particular, el cual es condenado severamente.
 
La enseñanza de Cristo
 
¿A qué clase de juicio hacía referencia Jesús? La palabra griega que se traduce por juzgar es “krino”, la cual denota, primeramente, el separar, seleccionar y elegir, y de ahí, el determinar, evaluar y juzgar.
 
Inequívocamente, Jesús hace referencia al juicio temerario, injusto e hipócrita, de los que condenan a otros, aunque tengan serios defectos en su propia vida que no quieren corregir (Mat. 7:3-5; cf. Rom. 2:17-24; 2 Cor. 13:5; Gal. 6:1).
 
Piense en lo siguiente, Jesús implica que se debe hacer algún juicio sobre quiénes son “perros” y “cerdos”. Si no, ¿cómo sabremos cuando no dar lo que es santo, o no echar nuestras perlas, sin primero distinguir a los “perros” y “cerdos”? Todos hemos leído sobre juzgar a los falsos maestros (Mat. 7:15-20), juzgar entre aquellos que nos quieren recibir y quienes no (Mat. 10:11-15), y juzgar entre quienes desean servir a Dios y quienes no lo quieren hacer (cf. Hech. 13:42-46).
 
Este tema se relaciona con varios asuntos tratados en “El sermón del monte”, básicamente, la justicia y la piedad, es decir, el amor al prójimo y el amor a Dios (cf. Luc. 6:27-42; Mat. 7:1-6). Preste atención a lo siguiente, en Lucas el “No juzguéis” (Luc. 6:37) sigue inmediatamente después de “Amad, pues, a vuestros enemigos... Sed misericordiosos” (6:35,36; cf. Mat. 5:7,43,44).
 
Somos llamados a juzgar: “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio” (Jn. 7:24).
 
La disciplina en la iglesia local es necesaria: “En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús. No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?” (1 Cor. 5:4-6).
 
Debemos juzgar a la enseñanza y a los enseñadores: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo… Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error” (1 Jn. 4:1,6; cf. Rom. 16:17-20). 
 
Por lo tanto, Jesús requiere:
  • Llenar una necesidad: Necesitamos aprender el amor y la misericordia, como verdaderos ciudadanos del reino (cf. Mat. 5:7; 5:38-48; Luc. 6:36-37; Sant. 2:13).
  • Contrarrestar la mala influencia: Somos la sal de la tierra y la luz del mundo (Mat. 5:13-16). 
  • Eliminar el carácter negativo: El espíritu amargo, la crueldad y la hipocresía que caracterizaba a los escribas y fariseos (Mat. 5:20; 6:1; 16:12; 23:13-36).

Por lo tanto, queda prohibido el juicio:
  • Parcializado: Debido al prejuicio, la preferencia, la baja autoestima, etc.
  • Infundado: Seis ladrillos de situación y construir una casa de acusación. Información incompleta.  Información aparente (Jn. 7:24).
  • Imposible: Juzgar los motivos del corazón de otro, “hizo esto porque se cree el gran apóstol…” “Fulano se cree muy listo…”  “Lo está haciendo por dinero…”
  • Poco comprensivo: El amor “todo lo cree” (1 Cor. 13:7). Muchas situaciones están sujetas a interpretación buena y mala.  ¿Cuál debiéramos elegir?
  • Malvado: Motivado por el orgullo, la vanagloria, el afán de poder, la preeminencia y cualquier otro fruto de la carne (1 Ped. 4:8; Gal. 6:1).
 
Conclusión
 
El tipo de juicio prohibido por Jesús ha sido llamado “el juicio hipócrita que trae el propio juicio de Dios sobre uno mismo”. Este tipo de juicio también es condenado por Santiago, quien dijo:
 
“Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?” (Sant. 4:11,12).
 
Debemos evitar el juicio hipócrita, por nuestro propio bien, motivados por el temor de Dios. Si no prestamos atención a esto, Dios nos devolverá el juicio que hayamos proferido hacia nuestro prójimo.