Por Josué Hernández
Siempre
es emocionante contemplar como alguno se convierte en cristiano,
incluso cuando el observador no comprenda todo lo que está
involucrado, a menudo aprecia que algo significativo está
sucediendo. A medida que pasa el tiempo, y comienzan los cambios, el
nuevo cristiano da a conocer que ha renacido.
En
general, el significado de ser cristiano se ha perdido por el uso
denominacional del término en sí. Incluso, algunos hermanos en
Cristo actúan como si no se dieran cuenta de lo que involucra ser un
cristiano. El problema no es menor, si alguno no sabe lo que es,
¿podrá vivir como debiera?
Todo
cristiano debe hacerse algunas preguntas: ¿Quién soy? ¿En quién
me he convertido? ¿Qué he recibido? ¿Cuáles son las implicaciones
y consecuencias de lo que hice? ¿Soy diferente a cómo era antes?
Como
persona renacida, el cristiano es una nueva criatura
El
cristiano es una nueva criatura porque ha experimentado un nuevo
nacimiento:
- Producido al responder con obediencia a la palabra de Dios, “El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas” (Sant. 1:18; cf. 1 Ped. 1:22,23).
- Producido por la obra del Espíritu Santo, “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios... Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Jn. 3:3,5; Tito 3:5-7).
- Los casos bíblicos de conversión en el libro Hechos ilustran este nuevo nacimiento.
El
cristiano es ahora una nueva creación, porque se ha levantado de la
tumba para “vida nueva” (Rom. 6:4; cf. Col. 2:12,13; Ef. 2:5), y
como “nueva criatura” (2 Cor. 5:17), es “creado en Cristo
Jesús” (Ef. 2:10).
Como
nueva creación el cristiano se renueva día a día. “Por
tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va
desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”
(2 Cor. 4:16). “No os
conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la
renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea
la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”
(Rom. 12:2).
Como
persona renacida, el cristiano es un convertido
El
cristiano ha pasado de muerte a vida, tal como Cristo lo prometió,
“De cierto, de cierto os
digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida
eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.
De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los
muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán”
(Jn. 5:24,25).
Habiendo
pasado de muerte a vida, debido a su conversión, el cristiano ahora
está vivificado para Dios (cf. Ef. 2:1-5; Col. 2:12,13), con la
esperanza de la vida eterna (cf. 1 Jn. 5:11-13).
La
conversión a Cristo es significativa. Muchos pueden dejar diferentes
vicios, incluso ateos pueden dejar de hacer ciertas cosas malas, sin
embargo, la conversión de la cual hablamos es mucho más grande que
todo esto:
- “para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados” (Hech. 26:18).
- “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia” (1 Ped. 2:9,10).
- “Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad)” (Ef. 5:8,9).
- “Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas” (1 Tes. 5:5).
Una
nueva fidelidad
Como
persona viva para Dios y muerta al pecado, el cristiano disfruta de
una nueva lealtad. Antes, sin Cristo, estaba sujeto a la potestad de
las tinieblas, pero ahora el cristiano vive sujeto a la potestad de
Dios:
- “para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados” (Hech. 26:18; cf. Col. 1:13).
- “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia” (Rom. 6:16-18).
- “porque ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero” (1 Tes. 1:9).
Debido
a lo anterior, no es extraño aprender de las sagradas Escrituras que
la vida del cristiano es una vida subordinada a Cristo:
- Reconoce el señorío de Jesucristo (cf. Hech. 2:36; 1 Ped. 3:15).
- Renuncia a todo por Jesucristo (Luc. 9:23-26; 14:25-33).
- Cristo está sentado en el trono de su corazón (Gal. 2:20).
Esta
vida subordinada es una vida bendecida: “Por
nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones
delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y
la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros
corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”
(Fil. 4:6,7). “Todo lo puedo
en Cristo que me fortalece”
(Fil. 4:13).
Conclusión
El
cristiano como persona renacida es una nueva criatura que disfruta de
una nueva vida y de una nueva fidelidad.
Algunos
se han preguntado, ¿por qué no todos los llamados cristianos
muestran evidencia de este renacimiento? Ante semejante pregunta
tenemos dos opciones. Es posible que realmente no hayan renacido. El
bautismo solo no salva (Mar. 16:16; Hech. 2:38), el poder de
Dios para darnos la vida nueva depende de la fe (Col. 2:12,13).
Luego, es posible que renacieron, pero en lugar de crecer y dar fruto
volvieron al mundo, endurecidos por el engaño del pecado
(Heb. 3:12,13) y enredados en las contaminaciones del mundo (2 Ped.
2:20).
Lo
que la Biblia afirma acerca del cristiano como una persona renacida
nos desafía a examinarnos a nosotros mismos, si realmente somos lo
que Dios quiere que seamos, y nos motiva a obedecer su evangelio si
aún no lo hemos hecho.