¡Huye!

 


Josué Hernández


En los cuentos heroicos el protagonista se queda y el cobarde huye. Sin embargo, Dios en su palabra nos enseña que huir no siempre es cobardía, muchas veces, huir es un acto de prudencia. Sencillamente, vale más un perro vivo que un león muerto (cf. Ecles. 9:5). Entonces, ¿por qué desafiar la sabiduría de Dios? Y, sobre todo, ¿de qué cosa debemos huir?

Dios, en su palabra, la Biblia, nos enseña a huir de cuatro cosas: La fornicación, la idolatría, el amor al dinero, y las pasiones juveniles. Queremos repasar todo esto en el presente artículo.

Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca” (1 Cor. 6:18).

Obedecer este mandamiento requiere, incluso, como en el caso de José, el salir corriendo de una habitación (Gen. 39:12). En todo caso, el huir de la fornicación incluye el control de los pensamientos, manteniendo la imaginación bajo control, el evitar las conversaciones y conductas sensuales, y evitar las situaciones y lugares de tentación. Recordemos, “a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios” (1 Cor. 13:4).

Por tanto, amados míos, huid de la idolatría” (1 Cor. 10:14).

La idolatría fue la ruina del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento, y era común en los tiempos del Nuevo Testamento en cada ciudad. La idolatría fue una tentación debido a su popularidad y la sensualidad que la acompañaba. No obstante, en nuestro días, algunos todavía reverencian estatuas y reliquias, o piensan que las alineaciones astrológicas afectan su vida. Por supuesto, algunos han hecho un dios de sí mismos, o reverencian los deportes o el sexo, haciendo de cosas semejantes un dios al cual sirven y en torno al cual gira su vida.

huye de estas cosas” (1 Tim. 6:11).

Las cosas de las cuales debemos huir, según el contexto, son las cosas relacionadas al amor al dinero: “disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales. Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Tim. 6:5-10).
Hay razones evidentes para obedecer esta norma de Dios. El amor al dinero es raíz de toda suerte de males, y no debemos ir muy lejos para aprender que tal cosa está corrompiendo nuestra sociedad. Cristo dijo que no podemos servir a Dios y a las riquezas (Mat. 6:24). Debemos contentarnos si tenemos sustento y abrigo, y aprender a vivir agradecidos y gozosos con lo que tenemos (cf. Fil. 4:11-13).

Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor” (2 Tim. 2:22).

Preguntamos, ¿qué pasiones juveniles estaría enfrentando Timoteo? Alguno diría que las pasiones son sencillamente cosas sensuales por la cultura y el devenir que le rodeaba. Sin embargo, las pasiones indicadas en el contexto podrían involucrar el orgullo, la vanidad, por la tentación a contender sobre palabras (2 Timoteo 2:14,23), la impiedad que las sigue (2:15), y en general, el espíritu de contención (2:24).


Concluimos observando un cuadro potente sobre lo que Dios requiere de nosotros en situaciones en las cuales debemos huir. La pregunta es, ¿nos quedaremos a pelear una batalla perdida, o huiremos de tales cosas? Cada uno de nosotros puede responder la pregunta.