La deshonestidad

 


Por Josué Hernández
 
 
Cierta encuesta realizada a 29.760 estudiantes de escuelas secundarias en los Estados Unidos reveló lo siguiente:
  • 30% admitió haber robado en una tienda durante el último año.
  • 23% admitió haber robado a sus padres o a un pariente.
  • 20% confesó que le robó a un amigo.

En cuanto a la mentira, la misma encuesta reveló lo siguiente:
  • 42% admitió mentir para ahorrar dinero.
  • 83% admitió que miente a sus padres sobre asuntos significativos.

En cuanto a las trampas, la misma encuesta reveló:
  • 64% hizo trampa en una prueba importante en el último año.
  • 38% hizo trampa más de alguna vez.

Sin embargo, y para nuestra sorpresa:
  • 93% admitió estar satisfecho con su ética personal.
  • 77% afirmó que cuando se trata de hacer lo correcto son superiores a la mayoría.
 
El pecado de la deshonestidad
 
 
La deshonestidad es un pecado condenado en la palabra de Dios, ya sea en el Antiguo Testamento, como en el Nuevo Testamento:
  • “No hurtaréis, y no engañaréis ni mentiréis el uno al otro” (Lev. 19:11).
  • “Seis cosas aborrece Jehová, y aun siete abomina su alma: Los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos derramadoras de sangre inocente, el corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies presurosos para correr al mal, el testigo falso que habla mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos” (Prov. 6:16-19).
  • “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios?” (1 Cor. 6:9).
  • “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Apoc. 21:8).A modo de ilustración, podemos recordar que si alguno está lleno del Espíritu Santo su conducta será muy diferente a la de alguno que está lleno de Satanás, entendiendo el adjetivo “lleno” como “bajo la influencia, o gobierno, de” (Hech. 4:31; 5:3).
 
Jesús dijo: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto” (Luc. 16:10). He aquí un principio importante. 
  • “La fidelidad depende, no de la cantidad entregada, sino del sentido de responsabilidad” (Jamieson, Fausset, Brown). 
  • “Lo que un hombre hace con poco es una medida justa de lo que hará con mucho” (J. B. Coffman). 
  • “Si una persona es digna de confianza en el manejo de cosas de pequeña importancia, también puede confiarse con cosas de mayor importancia; si no se puede confiar en uno en conexión con lo primero, tampoco sería seguro confiarle lo segundo” (W. Hendriksen).

La sabiduría común siempre ha enfatizado la virtud de la honestidad, y hasta hoy se recomienda y se procura, aunque llegado el momento, el honesto parezca un “
revolucionario”.

 
La deshonestidad es destructiva, porque destruye la reputación del engañador. Sencillamente, una vez que lo atrapen mintiendo, robando o haciendo trampa, costará que usted gane otra vez la confianza perdida. Es más, si usted fue deshonesto por apoyar a otro, da a conocer que usted no es de fiar. Como alguien dijo, “Con las mentiras puedes avanzar, pero no puedes regresar”.
 
La deshonestidad es destructiva, corrosiva, porque destruye a la familia. La familia depende de la integridad y confianza de todos sus integrantes. Si alguno miente para apoyar a un familiar, socavó la confianza de toda la familia. “Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá” (Mat. 12:25).
 
La deshonestidad es destructiva, porque destruye los negocios. Algunos creen que la deshonestidad es necesaria para la conducta empresarial exitosa. Pero, si estoy dispuesto a mentir por ti, ¿cómo sabes que no podría mentir contra ti? Si la empresa implementa la deshonestidad como medida para ganar clientes, los mismos empleados serán deshonestos con los empleadores como consecuencia.
 
Sobre todas las cosas, la deshonestidad es destructiva porque destruye la relación con Dios, hace imposible la comunión con aquel que es fiel y verdadero, santo y luz (cf. 1 Ped. 1:15; 1 Jn. 1:5-7; Apoc. 1:5; 19:11). Dicho de otro modo, la honestidad nos asegura la comunión con Dios, porque Dios es fiel (Rom. 3:3; 1 Cor. 1:9; 10:13; 2 Tim. 2:13) y no miente (Num. 23:19; Tito 1:2).
 
 
La victoria sobre la deshonestidad
 
 
La deshonestidad no es amiga, sino enemiga. No debe ser apreciada sino vencida, derrotada y quitada de nuestras vidas. Las opciones se reducen a dos, convivir con ella y ser destruidos, o, vencerla y ser liberados de su poder y consecuencias.
 
Para vencer la deshonestidad, en primer lugar debemos desechar la deshonestidad. No podemos vencer la deshonestidad sin desecharla de una vez por todas. Pablo dijo por el Espíritu Santo, “y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Ef. 4:24).
 
Luego, el apóstol agregó, “Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo”“No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos” (Ef. 4:25; Col. 3:9).
 
Hasta hoy el consejo sigue siendo el mismo: “El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad”, “no defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador” (Ef. 4:28; Tito 2:10).
 
Para desechar la deshonestidad debemos comprometernos a perseverar en hablar la verdad. Es imposible ser honestos si se usa de mentira y se incurre en el engaño. Recordemos, Pablo escribió, “Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros” (Ef. 4:25).
 
En “El sermón del monte” Jesús enseñó, “Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede” (Mat. 5:37). Los ciudadanos del reino de los cielos deben ser honestos siempre y en todo.
 
Podremos vencer la deshonestidad si expresamos el amor de Dios a todos. Aquel que ama como Dios manda no mentirá ni engañará defraudando a su prójimo hecho a la imagen y semejanza de Dios. Escribiendo a los romanos, Pablo dijo, “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley” (Rom. 13:8).
 
El proceder o hábito de vida es el “camino” que seguimos, por el cual avanzamos. Para vencer la deshonestidad debemos seguir lo bueno siempre. El consejo a los tesalonicenses de parte de Pablo fue el siguiente: “Mirad que ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno unos para con otros, y para con todos” (1 Tes. 5:15).
 
Recordemos que en “El sermón del monte” Jesús enseñó: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas” (Mat. 7:12). Queremos que sean honestos con nosotros, que no nos engañen, que no nos defrauden, ¿verdad? Entonces, “así también haced vosotros con ellos”.
 
 
Conclusión
 
 
La deshonestidad es un pecado destructivo aunque popular. Como se escribió, “En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario” (George Orwell).
 
Muchos están sufriendo las consecuencias de la deshonestidad, pero esto no termina aquí en esta vida. Hay un Dios en los cielos y hay un juicio que nos espera.