Diario de una Biblia



Por Josué Hernández


Si nuestra Biblia hablara, ¿qué cosas diría? Es pintoresco el imaginar siquiera algo así. Sin embargo, permítame hacer el ejercicio. A pesar del acceso a la Biblia, el siguiente “Diario de una Biblia” puede fácilmente ilustrar lo que a menudo suele ser una triste realidad.

  • Enero: Esta ha sido una época muy ocupada para mí, la mayoría ha decidido leerme este año. Me han llevado por la casa y me han mantenido ocupada las dos primeras semanas. Ahora ya he sido olvidada.
  • Febrero: Mi dueño me usó unos minutos la semana pasada. Creo que él tenía una discusión y necesitaba leer unos versículos de referencia.
  • Marzo: Nos visitó el abuelo, y él me mantuvo en su regazo durante una hora leyendo 1 Corintios 13. Luego me cerró y usó mi cubierta para depositar su taza de café.
  • Abril: Tuve un día ajetreado, mi dueño tuvo que presentar una lección a los jóvenes de la congregación, y me llevó con él. Aunque leyó muy poco de mis páginas, porque pasó más tiempo leyendo libros, comentarios y diccionarios, dejó unos minutos para leer mis páginas cuando se preparaba para su predicación.
  • Mayo: Tengo algunas manchas por las flores que han dejado entre mis hojas para que estas se sequen y sirvan de algún recuerdo para las hijas de mi dueño.
  • Junio: Parezco un álbum de fotos. Una de las hijas de mi dueño se casó. Me llevó con él cuando se leyeron las otras Biblias, pero él no me leyó.
  • Julio: Ando en una maleta, creo que me llevaron por las vacaciones, pero no me han leído. Estoy depositada junto a unas camisas y unos calcetines. Hubiese querido estar sobre la mesa, tal vez así alguno me leería.
  • Agosto: Sigo en la maleta. Las vacaciones de mi dueño terminaron, pero no me ha sacado de aquí.
  • Septiembre: He permanecido en mi antiguo lugar. He estado bajo las historietas del hijo menor, y las revistas de moda de la esposa de mi dueño. Como desearía que me lean a mí tanto como leen los otros libros y revistas.
  • Octubre: Hoy me leyeron un poco. Se han enfermado varios en casa y están angustiados. Ahora mismo estoy en el centro de la mesa. Creo que el predicador llegará pronto a casa.
  • Noviembre: La enfermedad ya pasó, y he vuelto a mi antiguo lugar. Ya no me recuerdan.
  • Diciembre: Llegó la navidad y estoy debajo de los diversos envoltorios y paquetes de regalos. Mi dueño se ha comprometido a leerme durante el próximo año, como siempre lo viene prometiendo.